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Egipto cumple cinco años bajo la represión de Al Sisi

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Ana Alba

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Las calles de El Cairo y otras ciudades egipcias se convirtieron, el 30 de junio del 2013, en ríos de manifestantes que rechazaban al entonces presidente egipcio, el islamista Mohamed Mursi, elegido en las urnas un año antes. Tres días después, el general Abdelfatá al Sisi anunció la suspensión de la Constitución y la deposición de Mursi, el primer presidente de Egipto elegido democráticamente. El golpe de Estado culminó con meses de malestar de una parte de la sociedad contraria a la deriva autoritaria de Mursi y a una creciente influencia de la religión, frente a los Hermanos Musulmanes y millones de ciudadanos que los apoyaban.

Los descontentos eran las fuerzas laicas e izquierdistas que habían empujado la revolución en una unión antinatural con los islamistas para conseguir el objetivo común de derrocar al presidente Hosni Mubarak en el 2011, y los seguidores del viejo régimen, que se apoyaba en el Ejército egipcio. Al Sisi tenía el campo abonado para que su golpe fuera aceptado como un mal pasajero por los que deseaban hacer realidad los sueños de la Revolución.

Las protestas habían nacido, en parte, de la convocatoria popular liderada por el insólito grupo "Tamarrod" (rebelión en árabe). Más tarde, varias investigaciones rebelaron "el papel del Ejército egipcio y del ministerio del Interior en la estimulación de este movimiento", según señaló Neil Ketchley, autor del libro "Egypt in a Time of Revolution", en un artículo en 'The Washington Post'.  Los partidos que arroparon a Al Sisi en el 2013 se sienten "engañados y traicionados", según dijo a Efe Jaled Daud, exportavoz del Frente de Salvación Nacional.

"La mayoría de los dirigentes del Frente y yo no apoyábamos la vuelta a un Estado autoritario liderado por un único hombre como Al Sisi. Queríamos volver a los objetivos originales de la revolución de 2011: construir un Estado moderno, civil y democrático", explicó Daud. Pero creyeron la promesa de Al Sisi: instaurar una democracia basada en las aspiraciones de la Revolución.

Masacre en las plazas

Muchos de los que clamaron por la libertad en la plaza Tahrir de El Cairo en el 2011 y el 2013 han acabado en la cárcel. En los primeros tiempos, el objetivo del régimen fue los islamistas. Tras el golpe de Estado, centenares de miles de partidarios de Mursi manifestaron su rechazo en protestas. En El Cairo, los Hermanos Musulmanes y sus seguidores se instalaron de forma pacífica en dos plazas, Rabaa al Adawiya y Al Nahda.

El 14 de agosto, las fuerzas egipcias entraron a sangre y fuego en Rabaa al Adawiya y mataron a más de 800 personas. Ningún policía fue imputado, pero en cambio, fueron arrestadas y encarceladas 739 personas, entre ellas varios líderes de los Hermanos Musulmanes que se enfrentan a una posible pena de muerte. La sentencia se dará a canocer el 28 de julio, tras ser aplazada el pasado sábado. El Gobierno declaró terrorista a la Hermandad a finales del 2013 y Mursi y el resto de líderes islamistas han sido sentenciados a cadena perpetua o a muerte

Al Sisi, de 63 años, ha logrado deshacerse de todos sus rivales. En cinco años ha mandado a la cárcel a más de 65.000 opositores.

"Las autoridades en Egipto han practicado la tortura, las desapariciones forzosas de centenares de personas, y decenas han sido ejecutadas extrajudicialmente", asegura Amnistía Internacional (AI). "El personal de las oenegés está sujeto a más interrogatorios, prohibiciones de viajar y congelación de bienes. Los arrestos arbitrarios seguidos de juicios totalmente injustos contra críticos del Gobierno, manifestantes pacíficos, periodistas y defensores de los derechos humanos son rutinarios", asegura AI. En los tribunales egipcios -civiles y militares-, decenas de personas han sido condenadas a muerte o a cadena perpetua en procesos judiciales calificados de farsa por las oenegés. El Gobierno ha bloqueado 434 páginas web, entre ellas las de diarios independientes y oenegés como la Red Árabe para la Información sobre Derechos humanos (ANHRI). A su director, Gamal Eid, le congelaron los bienes.

Descarte de candidatos

El reinado de Al Sisi sobre Egipto -con más pobreza, mayor inflación que antes y sujeto a las reformas del Fondo Monetario Internacional (FMI)- tiene tintes de perpetuarse. Las elecciones presidenciales del pasado marzo fueron una comedia en la que Al Sisi, tras haber impedido que pudieran concurrir a los comicios todos los rivales, excepto uno, afín al mariscal, se impuso con el 97% de los votos, con un participación del 41%, según datos oficiales.

Al Sisi no ha sido capaz de detener la ola de ataques contra las fuerzas de seguridad en el Sinaí ni los atentados que han matado a decenas de personas, especialmente cristianas. Pero, arropado por sus medios de comunicación afines, hizo autobombo, el sábado pasado, de sus cinco años de liderazgo. "Los resultados que hemos conseguido hasta ahora indican que estamos en el camino correcto", afirmó Sisi en un discurso. Según el militar, hoy vestido de civil, los egipcios tienen que estar "orgullosos" porque han salido airosos de la inestabilidad política, la insurgencia armada y la debacle económica.

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