AVATARES DE LA ADMINISTRACIÓN TRUMP

Blanqueo selectivo de la figura de Haspel

Gina Haspel al frente de la CIA

Gina Haspel al frente de la CIA / periodico

Idoya Noain

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La sesión de confirmación ante el Senado de Gina Haspel, la nominada de Donald Trump para dirigir la Agencia Central de Inteligencia (CIA), ha provocado en Estados Unidos una situación inusual: antiguos altos cargos de espionaje y seguridad nacional, tradicionalmente reacios a hacer declaraciones públicas especialmente en lo relativo a operaciones clandestinas, han estado hablando con los periodistas para defender vigorosamente a Haspel. El problema es que sus alabanzas, y la desclasificación selectiva de parte del historial de 33 años de la veterana que sería la primer mujer en dirigir la agencia, no despejan muchas profundas sombras sobre sus acciones y posiciones. Y no lo hacen, sobre todo, en el tema que se puede anticipar que será el eje central de su comparecencia en la Cámara alta: la tortura.

Haspel llegó a finales de 2002 a Tailandia para ponerse al frente de uno de los centros de internamiento clandestinos que operó la CIA tras el 11-S, los infames, 'black sites'. Llegó cuando ya se había torturado en más de 80 brutales interrogatorios al Abu Zubaida (que llegó a necesitar ser resucitado tras un ahogamiento simulado), pero ella supervisó los tres interrogatorios con torturas posteriores en ese mismo lugar de Ab Al-Rahim al-Nashiri. Fue  impulsora y defensora de la idea de destruir cerca de 100 vídeos que registraron aquellos abusos y en 2005 redactó, de hecho, el cable con que el entonces director del Servicio Nacional Clandestino, José Rodríguez, ordenó la destrucción de las cintas.

La campaña pública de lavado de imagen incluye numerosas declaraciones defendiendo que Haspel "siguió órdenes", un argumento que han rechazado más de 100 generales retirados opuestos a su nombramiento. Y fuentes anónimas que han hablado con diversos medios estadounidenses aseguran que documentación y comunicaciones internas de la CIA muestran que Haspel no puso objeciones al programa y los métodos de “interrogatorios reforzados”, como se intentó definir la tortura. En algún caso han dicho que incluso fue “entusiasta” en su respaldo.

Sus defensores argumentan que Haspel será una persona dispuesta a enfrentarse a Trump, que ha defendido la tortura, y con el que también puede mantener discrepancias por la relación con Rusia, un país sobre el que ella es especialista. Pero ha sido el propio presidente, así como miembros de su equipo, quienes han animado a Haspel a no retirarse de la nominación. Era una idea que Haspel contempló hasta finales de la semana pasada, supuestamente para evitar hacer daño a la CIA y también porque temía ser convertida personalmente en un chivo expiatorio. Solo accedió a seguir adelante cuando tuvo garantías del presidente y la Casa Blanca de que no habrá fisuras en su respaldo. Trump se las dio en una conversación privada y  ha dejado muestras públicas en varios tuits. El lunes habló de ella como “la persona más cualificada” para “estos tiempos peligrosos” y criticó que los demócratas se opongan a su nombramiento y este martes ha reiterado que Haspel "ha sido, y siempre será, ¡dura con el terrorismo!".