Los 'expats' de la Costa del Sol

Una pareja de británicos en un bar de Benalmádena.

Una pareja de británicos en un bar de Benalmádena. / periodico

JULIA CAMACHO / MÁLAGA

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La primera impresión cuando uno pasea por las calles que rodean la plaza Bonanza en Benalmádena (Málaga) es haber dado un salto en el mapa y haber recaído en cualquier ciudad inglesa de clase obrera y media. “Pintas” y “Guinnes” por doquier a las 10 de la mañana, banderas escocesas o galesas ondeando al aire, carteles anunciando pudding y rosbeef o la entrada a las iglesias anglicana y episcopaliana y duro acento british. “May as well be England”, dicen algunos, los integrados: para eso, se hubieran quedado en Inglaterra.

Solo la intensa luz y el calor (además del medio litro de cerveza a 1 euro) indican que no hemos abandonado el corazón de la Costa del Sol. Los “expats” –expatriados británicos—y los turistas lo buscan con ahínco, pero muchos temen que su apacible vida de retiro acabe cambiando el 23 de junio con el referéndum.

España es el país de la UE con mayor número de británicos expatriados, 283.243 personas empadronadas, según los datos del INE en 2015. El grueso de ellos asentados en la Costa del Sol, entre Benalmádena y Marbella, donde también hay una importante población volátil que pasa largas temporadas aunque oficialmente no resida aquí.  Los residentes sí que tienen en cuenta los efectos en su vida cotidiana y qué pasará con ellos si se produce la salida. “Mi esposo tiene 90 años, y podemos pagar un médico particular, pero no dos”, dice preocupada Christine, afincada en España desde hace tres décadas. Vilma, turista habitual, también reconoce el temor de sus amigos asentados en la costa malagueña ante la dificultad para asumir el coste de la sanidad privada.  

TURISMO SANITARIO

Hasta ahora, los británicos afincados pueden usar los servicios sanitarios como cualquier otro ciudadano español, y posteriormente el Reino Unido compensa a España. Por la calidad de este servicio muchos eligieron la Costa del Sol como residencia y aprovecharon para realizarse intervenciones médicas, el denominado turismo sanitario. La tramitación de la documentación, convertidos en una especie de ciudadanos de segunda, también está entre sus pegas.

“Sería como volver a atrás, a la época de Franco: cuando yo vivía en Barcelona y tenías que esperar colas larguísimas para obtener el carné”, lamenta Christine. Una traba que solventa Steven, que reparte su tiempo entre ambos países. “No habrá problema”, garantiza, y presumiendo de orgullo imperialista proclama un “seguiremos teniendo el pasaporte británico” como garantía de que seguirán abriéndose las puertas en igualdad de condiciones que al resto de europeos.

Otro posible impacto es el de las pensiones, cómo quedará su renta. “Si nos vamos, la libra se devaluará y se instalará la equivalencia con el euro”, pronostica Jack, que pide disculpas porque pese a sus 15 años en Málaga aún no habla nada de español. También apunta el posible impacto en la economía española, porque dice que ellos, los ‘expats’, contribuyen al consumo y a mantener la actividad de la zona.

Entre las calles de Benalmádena las opiniones sobre el futuro se encuentran repartidas, y curiosamente las mujeres se muestran a favor de que el Reino Unido continúe dentro de la Unión Europa. “Romper no es bueno a largo plazo, la única manera para el bienestar es que permanezcamos unidos”, justifica Sue, procedente de un pequeño pueblo cerca de Leeds y que augura que si se produce el Brexit, “otros países, como España, Grecia o Dinamarca podrían seguirnos”.

Su marido, Eric, niega con la cabeza mientras apura -el único en el bar- un café con leche. “El sistema nacional de salud está colapsado”, explica, “las ambulancias están todo el tiempo fuera del hospital y si vienen más inmigrantes habrá más presión en este servicio de la que hay ahora”.

INMIGRACIÓN BAJO CONTROL

La presión migratoria es el principal argumento que esgrimen los partidarios de la salida. Pero en una sociedad tan mezclada como la británica, defienden la inmigración bajo control y muestran un temor claro a “las avalanchas de inmigrantes ilegales y refugiados sirios que llegan a través de Europa cruzando el Canal de la Mancha”. “Es algo que está ocurriendo ya, creo que necesitamos más controles”, señala Vilma, partidaria no obstante de continuar dentro de la UE.

Steven, procedente de un pueblo cerca de Manchester y de raíces italianas, coincide en el diagnóstico. “Votaré a favor de irnos porque el país está saturado, hay demasiada gente que quiere vivir aquí para una isla tan pequeña”, defiende.

En su opinión, los colegios y hospitales están “colmados”, y el generoso servicio de ayudas sociales y subsidios, ese con el que se pueden venir a España por temporadas,  está “sobrepasado”. “No estoy segura de que la inmigración sea diferente estando fuera que dentro”, contraataca Sue. Coincide con Christine. “Nací en Alemania, sé que aunque británica también soy inmigrante”. “El 50 por ciento de la población de cada país es mezcla”, insiste, lamentando que “si estamos aislados, seremos solo una isla, no la Gran Bretaña de hace unos años”. “Será negativo no solo para los ingleses, sino también para la seguridad de todos, también de la gente de aquí”, pronostica.

Las tres mujeres coinciden en señalar un problema generacional. “Los jóvenes sólo ven que tienen que contribuir mucho y el aumento de la inmigración, pero les falta una visión global”, señala Christine, “piensan que si salimos no tendremos que pagar”. Todos ellos coinciden en la falta información veraz “sobre las consecuencias reales de una salida de Europa” en una decisión “tan importante” y el “exceso de propaganda política”, apostilla Steven.

UNA UE CORRUPTA

Sin embargo, la idea de una Europa a dos velocidades también influye entre los partidarios de la salida. “Francia y Alemania están pasando la factura para que la paguemos el resto”, arguye. “No me gusta que Europa nos diga lo que tenemos que hacer, ni que se trate a Europa como un único país y un único estado con las mismas leyes”, brama Stuart, partidario de la marcha y que habla de una UE “corrupta”.

“Los presupuestos nunca se aprueban. Se malgasta el dinero. Intentan hacer leyes para tu país con las que no estamos de acuerdo y que no votamos. Sólo nos dicen lo que tenemos que hacer”, asegura. Su propuesta pasa por “crear nuestras propias leyes”, es decir, salirse, ya que lo único para lo que está conforme con la UE es para lograr acuerdos comerciales.

“España es distinto. España debería poder comerciar con Alemania y Francia; y poder hacer sus propias leyes y decidir por sí mismos quien entra y quién no en su país”, defiende. Para Jack, sin embargo, no hay matices. “No tenemos opciones, o estamos dentro o estamos fuera”, dice, adelantando que “votaré a favor de quedarnos, porque si no, nada funcionaría”.