REPROCHES A LA LÍDER OPOSITORA BIRMANA
Guerra entre Nóbeles de la Paz
El dalái lama y Desmond Tutu critican a Aung San Suu Kyi por el drama de los rohingyas
Corría el runrún pero era necesario que alguien del gremio lo recordara: la postura de Aung San Suu Kyi en el drama rohingya es grosera en un ser humano, en un político y especialmente en un Nobel de la Paz. No ha utilizado esas palabras el mesurado dalái lama, pero el mensaje ha llegado claro.
El probablemente refugiado más célebre del mundo comentó el asunto de los refugiados rohingyas con la líder de la oposición birmana desde que las matanzas de 2012 en la provincia de Rakhine empujasen su éxodo. Primero en Londres y después en la República checa, siempre con el mismo resultado. «Me dijo que encontró dificultades, que las cosas no son sencillas sino muy complicadas», ha dicho al diario 'The Australian'. «Espero que, como Nobel de la Paz, pueda hacer algo», ha continuado. Sería una sorpresa.
Políticos como Hillary Clinton o celebridades como Bono se pelean por fotografiarse con 'La Dama', icono global de la lucha democrática tras pasar 15 años en arresto domiciliario por oponerse a la salvaje dictadura militar birmana.
Aung San Suu Kyi lidera hoy la oposición, que podría ganar las elecciones del 2016. Birmania considera inmigrantes ilegales bangladesís a esa minoría musulmana a pesar de haber vivido siglos en el país y las organizaciones de derechos humanos han acusado al Gobierno de fomentar la limpieza étnica.
Hacinados en barcos herrumbrosos los rohingyas han vagado a la deriva, sin agua ni comida, huidos de Birmania y rechazados por el resto de países de la zona y se han visto abandonados en alta mar por las mafias.
LOS MÁS CASTIGADOS
La Nobel de la Paz se ha despreocupado de la minoría étnica que la ONU califica como la más castigada del mundo. Ni ha condenado su drama ni lo ha reconocido. Es sabido que la incomodan las preguntas sobre los rohingyas. Subraya que es una política y no una activista de los derechos humanos, ha repetido que no son birmanos e incluso en una entrevista a la BBC tiró de equidistancia al hablar de violencia por el bando budista y musulmán.
Varios Nobel de la Paz se reunieron recientemente en Oslo para denunciar la tragedia rohingya y la organización reconoció que ni siquiera se planteó invitar a Suu Kyi, seguramente para ahorrarse el rechazo. «Si eres neutral en situaciones de injusticia, has elegido el bando del opresor», dijo el arzobispo Desmond Tutu. El sudafricano había asegurado tras el galardón de Suu Kyi que Birmania necesitaba «desesperadamente su liderazgo moral».
El cálculo político es claro: cualquier gesto de generosidad hacia la odiada minoría musulmana en un país de mayoría budista podría arruinar su victoria electoral. A Suu Kyi se la comparó en su día con la resistencia pacífica de Gandhi y ha acabado en el paquete de Barack Obama, Yaser Arafat, Yitzhak Rabin y otros Nobel de la Paz, más preocupados por la cínica 'realpolitik' que por los derechos humanos.
«Nuestro objetivo debería ser crear un mundo donde no haya desplazados ni personas sin hogar ni esperanza», declamó tras recibir el Nobel en el 2012.
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