La batalla del lago Tanganica

Un indestructible barco de la Marina del káiser inspiró al escritor C. S. Forester su novela 'La Reina de África', llevada al cine por John Houston.

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XAVIER MORET

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Kigoma es una ciudad tanzana, a orillas del lago Tanganica, con casas desastradas, calles polvorientas, un mercado en el que se acumula la suciedad y un sinfín de gente que da la impresión que camina hacia ninguna parte. No muy lejos se encuentra Ujiji, el lugar donde Henry Stanley dijo la famosa frase «Mr. Livingstone, supongo». De vez en cuando llega hasta allí algún viajero, ávido de mitos, que admira la gran extensión del lago y el verde de las colinas que lo rodean. A primera vista, sin embargo, no parece haber muchas cosas de interés en Kigoma, aunque llaman la atención la gran estación de tren y un puerto que bulle de actividad cuando atraca en él el Liemba, un barco histórico del África de los grandes lagos.

«Navega hacia Mpulungu, en Zambia, y hacia Bujumbura, en Burundi», me contó un muchacho con una camiseta sucia y deshilachada del Barça mientras miraba la multitud que se apiñaba en el puerto. Una algarabía. Negros con fardos enormes a la espalda, mujeres con bandejas de fruta en la cabeza, sacos que cambiaban de manos a velocidad endiablada, niños que se lanzaban de cabeza al agua, canoas llenas de plátanos, empujones, gritos... En otro país ya habrían desguazado el Liemba, pero en Tanzania sigue. Resurgió del fondo del lago para ser lo que es.

El 'Graf von Götzen'

Me intrigó aquella frase -«resurgió del fondo del lago para ser lo que es»-, pero cuando le pedí al muchacho qué quería decir, se encogió de hombros y dijo que era algo que todo el mundo repetía en Kigoma. Añadió que si quería saber más cosas del barco podía acudir a Mwanza, un viejo que vendía libros en la estación de tren.

En los días siguientes me fui a navegar por el lago y, fascinado por la belleza de aquel mar interior, me olvidé por completo del Liemba. No fue hasta mi último día cuando, de nuevo en Kigoma, fui a la estación de tren y pregunté dónde podía encontrar al viejo que vendía libros.

Mwanza era un hombre de edad avanzada, pelo blanco, rostro muy oscuro, facciones duras y mirada viva. Tenía unos cuantos libros esparcidos en el suelo y me dirigió una mirada escéptica cuando me presenté. Sonrió, sin embargo, cuando le pregunté por qué decían en el pueblo que el Liemba había resurgido del fondo del lago.

-El Liemba es un barco cargado de historia, empezó diciendo en un inglés precario. El Liemba es historia... Aunque ahora puede parecer una antigualla, corroído por el óxido y el paso del tiempo, es el único barco de la Marina del káiser de la primera guerra mundial que sigue en activo.

El viejo me contó a continuación, con un detallismo que indicaba que conocía el tema a fondo, la historia de aquel barco que habían botado en Alemania en 1913 con el nombre de Graf von Götzen y habían enviado al lago Tanganica a finales de 1914, junto con otros dos, para proteger a la colonia del África Oriental.

«Lo enviaron por mar a Dar Es Salam, desmontado en cinco mil cajas, y desde allí lo trasladaron en tren hasta Kigoma», añadió. En febrero de 1915 ya navegaba por el lago. Fue un barco importante que combatió en la batalla de Tanganica, entre diciembre de 1915 y febrero de 1916.

Nunca antes había oído hablar de aquella batalla, pero a través de las palabras del viejo Mwanza supe que, lejos de los frentes europeos, británicos y alemanes también dirimieron sus diferencias en el corazón de África. Al enterarse de que los alemanes tenían tres barcos patrullando por el Tanganica, los británicos decidieron enviar dos lanchas rápidas al lago, Mimi y Toutou, bajo el mando del excéntrico comandante Geoffrey Spicer-Simson. Ambos llegaron por mar a Ciudad del Cabo en junio de 1915.

«Hicieron un largo viaje en tren hasta el Congo», me contó Mwanza. Desde allí, fueron arrastrados por bueyes a través de la selva hasta que, en octubre de 1915, llegaron por fin a orillas del lago Tanganica. Fue un viaje épico.

La batalla del lago estalló en febrero de 1916, cuando los británicos capturaron uno de los barcos alemanes, el Kingani, y hundieron otro, el Hedwig von Wissman. Solo quedaba el Graf von Götzen. Aviones belgas lo bombardearon en el puerto de Kigoma, pero el barco parecía indestructible. Con el tiempo, sin embargo, cuando la victoria aliada estaba muy próxima, el comandante alemán Gustav Zimmer dio la orden de abandonar la ciudad y retirarse hacia el sur. Para evitar que el barco cayera en manos enemigas, lo hundió en Katabe Bay el 26 de julio de 1916.

«Aquella fue la primera muerte del barco», relató Mwanza. En 1919, sin embargo, consiguieron reflotarlo. Parecía salvado, pero una tormenta lo desplazó en 1920 y lo hundió de nuevo cerca del puerto.

-¿Y volvió a resurgir?

-Claro, este barco es indestructible -sonrió el viejo-. En 1921 los británicos tomaron el control de Kigoma y el 16 de marzo de 1924 lo reflotaron. En 1927 volvió a navegar por el lago con un nuevo nombre: Liemba.

-¿Qué significa Liemba?

-Lago en dialecto kurungu. El barco tiene ahora un nombre africano, no lleva cañones y se ha convertido en un mensajero de la paz.

Fue en el vuelo de regreso a Europa cuando, leyendo un libro que le había comprado al viejo Mwanza, me enteré de que C. S. Forester se había inspirado en el Liemba para escribir en 1935 la novela La Reina de África. Unos años después, en 1951, John Huston estrenó la película del mismo título, con Humphrey Bogart y Katherine Hepburn como protagonistas. La verdad es que no me sorprendió: la historia del Liemba, el barco que «resurgió del fondo del lago», es, ciertamente, una historia de novela, una historia de cine.

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