RELEVO EN EL PAÍS MUSULMÁN MÁS POBLADO DEL MUNDO

Presidente del pueblo

Joko Widodo se hace con la presidencia de Indonesia con un mensaje de renovación y una imagen alejada de la élite del poder

Con la gente 8Joko Widodo habla con una niña, ayer.

Con la gente 8Joko Widodo habla con una niña, ayer.

JAVIER TRIANA
MANILA

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Menudo, de típica tranquilidad javanesa y sonrisa sincera, Joko Widodo, alias Jokowi, es el nuevo presidente electo de Indonesia. La Comisión Electoral le ha otorgado la victoria en las urnas con casi 71 millones de votos, el 53,15%, frente a los 62,5 millones de sufragios (46,85%) de su único rival, el exgeneral de dudosa reputación Prabowo Subianto.

Ataviado con una camisa de manga larga de batik (un colorido tejido tradicional), Jokowi parecía incapaz de reprimir la emoción al conocer la noticia: un chico humilde que en nueve años pasó de vender muebles a convertirse en el jefe de Estado del cuarto país más poblado del mundo. Su padre era carpintero, él heredó esas habilidades y se dedicó a la exportación de muebles, hasta que cedió el negocio a su hermano en el 2005 y se hizo con la alcaldía de su localidad natal, Solo. «La gente cree que soy un chico de pueblo», dijo en una ocasión para añadir: «Pero he estado vendiendo muebles al extranjero muchos años y tengo una mente internacional».

Marca de la casa son los blusukan, visitas inesperadas que realiza a comerciantes y obreros para conocer sus problemas de primera mano. Tanto en Solo como, entre el 2012 y el 2014, gobernador de Yakarta, ha tratado de permanecer pegado al pueblo. Su indumentaria habitual -pantalones vaqueros y camisa de cuadros blancos, rojos y azules- contribuye a su imagen de cercanía. Entre las carencias más evidentes, su poca soltura a la hora del discurso y su nivel de inglés. Para su suerte, cuenta con unos meses para mejorar ciertos aspectos: será investido presidente en octubre, cuando concluye el último de los dos mandatos de cinco años (máximo constitucional) del mandatario saliente, Susilo Bambang Yudhoyono.

El popular Jokowi, de 53 años, es un amante de la música heavy-metal sobre el que no pesan sospechas de corrupción. «Me parece un líder honesto», aseguraba a este diario una publicista de 26 años durante la jornada electoral, el pasado día 9. Desde su rápido ascenso político a su mensaje de renovación, la comparación con el presidente de EEUU, Barack Obama, es inevitable, máxime cuando la similitud de algunas facciones es tan evidente.

Sin embargo, el cuento de hadas no debería prolongarse demasiado: cuando despierte, Widodo debería arremangarse la camisa de cuadros y tratar de reducir las desigualdades entre ricos y pobres en la economía más potente del sudeste asiático, manejar los conatos de radicalismo islámico en un país que hasta la fecha ha sido ejemplo de convivencia religiosa y proteger el medio ambiente en el que es uno de los pulmones del planeta, entre otros muchos menesteres. La esperanza de un cambio le ha aupado al máximo cargo estatal: por ver queda si cumple con unas altísimas expectativas.