LA DELICADA IMPLICACIÓN DE ALEMANIA
Merkel echa un pulso
La cancillera, inflexible con Putin pese a las cruciales relaciones comerciales con Rusia
«Inaceptable intervención rusa en Crimea». Angela Merkel expresó con esta contundencia a Vladimir Putin su opinión respecto al despliegue de tropas en la península ucraniana del Mar Negro. La cancillera habló varias veces por teléfono con el presidente ruso el pasado fin de semana y le transmitió su condena a una acción «contraria al derecho internacional y a los acuerdos de Budapest de 1994 en los que Rusia se comprometió a respetar la independencia y la soberanía de Ucrania».
La dureza de las palabras de Merkel con respecto a la política de Putin no es ninguna novedad. En el 2005, poco después de su primera elección como cancillera, ya criticó las violaciones de derechos humanos en Rusia, sorprendiendo a sus socios de la UE. Se distanciaba así de su predecesor en el cargo, el socialdemócrata Gerhard Schröder, que había calificado a Putin como «un demócrata impecable».
En sus años de estudiante en la antigua Alemania del Este (RDA), Merkel fue una alumna aventajada del idioma ruso; en 1985, Vladimir Putin fue destinado, como agente de la KGB, a Dresde, en la RDA, donde permaneció hasta la caída del Muro, en 1989. Por lo tanto, pueden hablar sin necesidad de intérpretes, aunque el grado de entendimiento entre ambos no parece ser especialmente fluido.
En junio del 2012, durante un encuentro en Berlín, el único punto de consenso entre los dos fue la necesidad de que el conflicto en Siria se solucione por la vía política. Pero Merkel ya expresó su desacuerdo con su invitado sobre el método para lograrlo. «Tenemos el mismo interés en lograr una solución política, aunque, tal vez, mediante caminos diferentes», dijo entonces la cancillera. En el actual conflicto de Ucrania, las diferencias entre los dos líderes existen, tanto en el objetivo como en los medios para lograrlo.
Modernización
En Alemania, las reiteradas críticas de Merkel a la política de Putin se contemplan con cierta preocupación en el ámbito económico. Rusia es uno de los principales socios comerciales de Alemania, que exporta, sobre todo, coches y productos químicos; además, unas 6.000 empresas alemanas están establecidas en Rusia y cerca de 300.000 puestos de trabajo alemanes dependen del comercio con Rusia, que es, por otra parte, el principal proveedor de energía de Alemania. En Ucrania hay 2.000 empresas alemanas.
Una portavoz del ministerio de Economía aseguró, pese a la inestabilidad, «no hay motivo de preocupación». Un factor clave para la mediación alemana es que Rusia necesita modernizar su economía -en la actualidad, el 80% de sus exportaciones se basan en materias primas- y el papel de Alemania en este proceso de modernización es fundamental.
A principios de febrero, el presidente federal de Alemania, Joachim Gauck, el ministro de Exteriores, Frank Walter Steinmeier, y la ministra de Defensa, Ursula von der Leyen, reivindicaron en la Conferencia de Seguridad de Múnich mayor implicación de Alemania en política internacional. El socialdemócrata Steinmeier afirmó que «Alemania es un país demasiado grande para contemplar los asuntos mundiales desde la barrera». Y esto es lo que ahora se espera del Gobierno, no solo que se implique, sino que aporte soluciones.
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