Análisis
Un universo dual lleno de contradicciones
Albert Garrido
Periodista
ALBERT GARRIDO
La violación y posterior muerte hace un año de una estudiante que viajaba con su novio en un autobús de Nueva Delhi proyectó la realidad social de la India, un universo dual en el que bullen las contradicciones entre tradición y modernidad. La India, con un PIB nominal de 1,2 billones de dólares -12º del planeta-, es el mismo país que ocupa el puesto 136 en índice de desarrollo humano; la misma sociedad de la que procede el magnate del acero Lakshmi Mittal es la que contabiliza un PIB per cápita de poco más de mil dólares; la misma cuna de decenas de miles de científicos y técnicos esparcidos por todo el mundo es la que da cobijo a las castas, los intocables y las costumbres ancestrales de un mundo ensimismado.
Desde los días de la colonia hasta la independencia en 1947, el pensamiento indio osciló entre la sumisión, la efervescencia nacionalista y la resistencia civil predicada por Mahatma Gandhi. Al día siguiente de la libertad, la competencia con Pakistán y, poco después, con China, provocó un aggiornamento acelerado de la praxis política, y la guerra fría activó su propia lógica cuando la Unión Soviética, enfrentada a China, firmó con la India un tratado de amistad y cooperación, sin que esta renunciara a la herencia ideológica del no alineamiento defendido por el Pandit Nehru y profesado también por su hija, Indira Gandhi.
La operación se repite ahora. El primer ministro Manmohan Singh, del Partido del Congreso, insiste en la consolidación de una estrategia defensiva propia -el mantenimiento y desarrollo de un arsenal nuclear-, fundamentada en un pensamiento y una acción «autónoma e independiente». Esto es: frente a la convicción expresada en su día por el expresidente Bill Clinton de que la India es un «aliado natural» de Estados Unidos, el Gobierno de Nueva Delhi mantiene en pie la retórica del no alineamiento, aunque precisa engranar su política a la de Estados Unidos para no encontrarse solo frente a China.
Como ha destacado en el Foreign Affairs el profesor indio Sumit Ganguly, de la Universidad de Indiana, las élites asumen las paradojas del no alineamiento. Estas mismas élites son las que parecen convencidas de que el desarrollo tecnológico y la presión de la demografía precipitarán los acontecimientos, provocarán cambios en la política china y limarán las aristas más hirientes de la dualidad social. En cambio, quienes examinan el futuro indio con ojos críticos temen que, a menos que el Gobierno haga frente a la corrupción, venza las inercias de la burocracia y conjure la tradición más ominosa, alentará la frustración en una sociedad condenada a soportar desigualdades flagrantes.
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