La nueva vida de Malala
La joven paquistaní atacada por los talibanes hace un año publica su autobiografía

Malala, la estudiante paquistaní atacada por los talibanes, recoge un premio. /
Hoy hace un año, Malala Yousafzai volvía del colegio en el noroeste de Pakistán cuando un pistolero de los talibanes le disparó un tiro en la cabeza. Contra todo pronóstico, la estudiante sobrevivió. Cuando al cabo de los días volvió a abrir los ojos, su vida había cambiado para siempre. Se encontró en un país desconocido, en la cama de un hospital británico, sin poder hablar. Atrás quedaba su infancia, en las montañas del Swat, («el lugar más bonito del mundo», como ella dice) y el colegio al que fue durante diez años y había creado su padre.
La hija de un educador y militante de los valores fundamentales de la escuela para todos es hoy una figura internacional. El día que cumplió 16 años se dirigió a la Asamblea Nacional de la ONU. La revista Time la ha designado como una de las personas más influyentes del mundo. La universidad de Harvard le ha concedido el premio humanitario del año. Esta semana podría recibir el Nobel de la Paz.
De su extraordinaria experiencia ella misma ha querido hablar en Soy Malala: Lucho por la educación y resisto a los talibanes, la autobiografía que ha escrito con la ayuda de una periodista británica. En el libro figura el momento en el que la adolescente vio aterrorizada subir al bus escolar a dos hombres armados, gritando su nombre – «¿Quién de vosotras es Malala?» – mientras los ojos de las compañeras se fijaban inocentemente en ella, identificándola sin querer. «Mis amigas dicen que disparó tres veces, una vez detrás de otra. Cuando llegamos al hospital, mi melena y las rodillas de Moniha (una compañera de clase), estaban llenas de sangre». Otras tres chicas resultaron heridas.
En la BBC a los 11 años
A los once años Malala ya había comenzado a conceder entrevistas en Pakistán en las que defendía el derecho a la educación de las chicas y desde el 2009 escribía para la BBC en urdu un diario sobre su vida cotidiana al amparo de un seudónimo.
Por esas actividades los talibanes se la tenían jurada. Antes del intento de asesinato ya había recibido amenazas de muerte. «Por la noche espero a que todo el mundo se duerma. Después compruebo cada puerta y cada ventana», recuerda en la obra.
En estos últimos doce meses, tras una recuperación prodigiosa, Malala ha hecho de Birmingham, en el centro de Inglaterra, su nuevo hogar. Allí vive con sus padres, sus dos hermanos y asiste desde marzo a una escuela para chicas. «La adaptación ha sido muy difícil, especialmente para mi madre, porque nunca antes hemos visto a las mujeres con tanta libertad, para ir al mercado solas, sin un hombre», explicó. Aprobar los exámenes y ser admitida en el club femenino de críquet de su nueva ciudad son dos de sus inmediatas aspiraciones. Más a largo plazo y, a pesar de que los talibanes han repetido las amenazas de muerte, Malala quiere regresar a su país y dedicarse a la política. Su ídolo es Benazir Bhutto, la primera ministra paquistaní, asesinada en el 2007.
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