LA AFICIÓN DEL EXMANDATARIO DE EEUU
Bush tiene una vena artística
La maestra de pintura del expresidente afirma que «pasará a los libros de historia como un gran artista»
George W. Bush le ha cogido gusto a la pintura. Y aunque su talento con el pincel genera opiniones divergentes, algunos críticos encuentran mérito en su obra. Hay quien incluso compara su estilo al de Karen Kilimnick, con obra en el MoMA y el Whitney. No está mal.
La vena artística del predecesor de Barack Obama se descubrió el mes pasado. Primero, cuando murió Barney, uno de sus terrier escoceses; colgó en su página de Facebook un álbum que incluía un cuadro del can firmado por 43 (el número que él ocupa en el contador presidencial).
Días después, alguien que usa el alias Guccifer y que había pirateado el correo electrónico de hasta seis miembros y amigos de la familia Bush (algo que investiga el servicio secreto) facilitó a la web The Smoking Gun varios mensajes. Y no solo desveló que algunos Bush se adelantaron planificando un potencial funeral para el patriarca (ingresado en diciembre en un hospital pero recuperado), sino que dio imágenes de varios cuadros pintados por 43.
Había dos autorretratos en el baño (uno en la ducha con el torso visto de espaldas y su rostro reflejado en un espejo y otro de unas piernas en una bañera). También una foto donde se le veía pintando una iglesia en Maine. Y se levantó el secreto sobre una de las tareas en que el expresidente invierte su tiempo desde que dejó la Casa Blanca en el 2009.
Una de sus admiradoras es su maestra, Bonnie Flood, que durante un mes en Florida y con hasta seis horas de clase al día enseñó a pintar a Bush y a una cuñada. En declaraciones a Fox, ha asegurado que el artífice de la guerra de Irak «pasará a los libros de historia como un gran artista». Y explica también que llegó a sus clases con una obsesión con las pinturas caninas («había pintado más de 50») pero abrió su horizonte y empezó a atreverse con paisajes. «Aprendió rápido. Pone todo el corazón», ha dicho.
Medios como The New York Times y The Washington Post pidieron a sus críticos que opinaran sobre el arte de 43, que sigue pasos que ya antes dieron mandatarios como Dwight Eisenhower y Winston Churchill.
En el rotativo capitalino, Philip Kennicott opinó que juzgar cuadros que no estaban destinados a consumo público es «como juzgar a un pianista mientras ensaya», pero también concluyó que «estos cuadros pueden verse como un intento del presidente, como ciudadano privado, de tomarse medidas a sí mismo durante la complicada transición de vuelta a la vida corriente». En el Times, Roberta Smith habló de «formas manejadas con cuidado pero de forma extraña, lo que es la fuente de su atractivo», y elucubró: «Quizá intenta limpiarse en una forma más metafórica, buscando algún tipo de redención de sus decisiones menos afortunadas como presidente».
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