El azote del hambre

Barrigas hinchadas y costillas a la vista en el norte de Kenia

La malnutrición de los niños en la región de Turkana llega casi al 40%

Una mujer con sus dos hijos malnutridos en Mogadischo, la capital de Somalia.

Una mujer con sus dos hijos malnutridos en Mogadischo, la capital de Somalia.

MONTSE Martínez

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Mueve los párpados muy despacio, como a cámara lenta. No tiene apenas fuerza para sacar la lengua y espantar las moscas que se posan en sus labios. La poca energía de Ebei, un niño keniano de tres años, parece destinada a tocarse alrededor del ano con una mueca de dolor. Padece la dolencia que provoca en los niños de la zona alimentarse únicamente con frutos salvajes durante casi un mes, momento en el que parte del recto se les sale fuera. Ebei está muriendo lentamente de hambre. Su hermano, que es un poco más mayor, no está mejor.

Nakinomet. Región de Turkana. Noroeste de Kenia. A tres días, con sus tres noches, andando de la frontera de Etiopía. La sequía azota, implacable y sin un minuto de respiro, a sus habitantes.

LAS PIERNAS FLAQUAN/ La madre de Ebei se empeña en levantar al niño del suelo para que podamos fotografiarlo de pie. Pero a Ebei le flaquean las piernas y vuelve a derrumbarse una y otra vez, tantas veces como lo levantan.

La aldea, en pleno, se concentra para explicar cómo atraviesan la crisis de agua y comida más grave de los últimos 60 años. Demuestran, así, que tras las macrocifras de Naciones Unidas y oenegés hay personas con nombres y apellidos. Precisamente, la última actualización de las Naciones Unidas reporta que 560.000 personas están en riesgo de morir de hambre de forma inminente si no reciben atención urgente. Esta llamada de auxilio que se amplifica desde todas las oenegés internacionales, entre ellas Oxfam, una de las más activas en el norte de Kenia.

«LAS FOTOS SON VERDAD» / Pese a que es muy temprano, el sol ya no da tregua en la aldea de Nakinomet. Erus Mio, pastor sin ocupación desde que han muerto todos sus animales, interviene airado: «El Gobierno está negando que las fotos de niños desnutridos sean de Kenia y dicen que son de Somalia». «Las fotos son verdaderas, son de aquí», asegura el pastor mientras señala a los aldeanos más pequeños. Barrigas hinchadas y costillas a la vista.

El diámetro de la parte superior de los brazos de muchos de estos niños está por debajo de los 11 centímetros, medida que determina una malnutrición. Son los parámetros por los que se guía Evaristos Lokidap, experto en nutrición de Oxfam, para determinar el grado de necesidad alimentaria de los menores de cinco años. Si los menores necesitan suplementos urgentemente, sus familias son incluidas automáticamente en la lista de beneficiarios del Programa Alimentario Mundial (PAM). Se incluye a toda la familia para que los adultos no acaben comiéndose lo que necesita el niño. La malnutrición infantil roza el 40% en la zona de Turkana.

No faltan las plegarias diarias para pedir lluvia. Al Dios cristiano -fe mayoritaria en la zona- y a todos los ancestros habidos y por haber. Nadie responde y cada aldeano tiene una teoría del por qué. La fórmula que no falla habitualmente no augura ahora nada bueno. Matan a un animal y abren sus intestinos. Por el color de los vasos sanguíneos, saben si lloverá. La sequía va para largo, a decir del último animal sacrificado. «Volved pronto con ayuda», nos despiden. «Siempre dicen que vuelven y luego es mentira. Es la última frase del traductor.