TENSIÓN EN EL MAGREB

Los disturbios juveniles en Túnez llegan a la periferia de la capital

Un sindicato afirma que se han producido ya 50 muertos

Barricadas en el barrio de Ettadanem, en la capital de Túnez. en la noche del martes.

Barricadas en el barrio de Ettadanem, en la capital de Túnez. en la noche del martes. / periodico

MARC MARGINEDAS / Túnez (Enviado especial)

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Ni tan siquiera esquivando ciertas calles semiocultas bajo una densa neblina blanca en suspensión era garantía suficiente para evitar los molestos efectos que provocan en las vías respiratorias los gases lacrimógenos. Sin advertencia previa alguna, en cuestión de segundos, mientras nuestro taxi amarillo atravesaba anoche a gran velocidad las calles principales de la popular localidad tunecina de Ettadamen, un intenso e irritante picor se enseñoreó de gargantas y ojos, obligándonos a subir a toda prisa las ventanillas del vehículo para regresar al centro de la capital, sito a una decena de kilómetros de distancia.

Lejos de remitir, las manifestaciones juveniles en Túnez, las peores que ha sufrido el país magrebí en al menos dos décadas, han continuado ganando fuerza y extendiendóse por el país hasta alcanzar incluso la misma periferia de la capital, mientras que las cifras de fallecidos ofrecidas por el régimen tunecino y las de la oposición siguen literalmente dándose de coces: una veintena de muertos se han producido ya según el Gobierno y una cincuentena según de acuerdo con un líder sindical.

Pasada la medianoche, los restos de la batalla campal que había enfrentado hacía pocos minutos a la policía y a lossujetaparedes(tal y como denominan en el Magreb a los jóvenes sin empleo ni ningún quehacer durante el día) eran visibles por doquier. A unos metros de un grupo de agentes antidisturbios asidos a sus escudos y con rostros en tensión, un autobús incendiado y colocado estratégicamente en medio de la calzada a modo de barricada aún humeaba mientras los bomberos se afanaban en apagar los rescoldos del fuego.

Fotógrafo agredido

Basuras y papeles permanecían esparcidos sobre la calzada mientras en las aceras, corrillos de jóvenes que por lo general no superaban los cuatro o cinco integrantes comentaban los recientes sucesos. Los periodistas no éramos bienvenidos en aquellos dominios de elevado desempleo, fachadas desconchadas y deficiente iluminación, como lo prueba el robo de una cámara que sufrió el fotógrafo de EL PERIÓDICO, Albert Bertrán, después de que fuera arrojado al suelo por un manifestante.

"Ha habido tiroteos; han lanzado piedras contra la policía, han quemado dos bancos, dos restaurantes y dos pizzerías", explica Qaid, poniéndose del lado de esos manifestantes que, dice, solo, protestan "contra el paro". Y no le faltan razones de simpatizar con los revoltosos. Con 37 años, casado y dos hijos, ha pasado los últimos cuatro en paro después de que el garaje en el que trabajaba cerrara sus puertas por la presión fiscal a la que le sometía el Gobierno.