ANÁLISIS
'Un presidente frío', por Antoni Bassas
Obama afronta sin perder la calma el regreso obligado a la agenda presidencial de la seguridad, el terreno preferido de los republicanos
Los norteamericanos no salen de su asombro: ocho años después del trauma del 11-S y de que la comisión de investigación concluyera que entonces falló la coordinación de las diversas agencias de seguridad, resulta que en la casi tragedia del día de Navidad sucedió exactamente por lo mismo. Lo reconoció Obama: «Esto no fue un error en la recogida de información (…). Aquellos datos no fueron totalmente analizados y esto no es aceptable y no lo toleraré».
El asombro continúa: no era necesaria la ayuda de Dan Brown para descifrar el mensaje que el padre del presunto terrorista llevó personalmente a la Embajada de EEUU en Nigeria: «Mi hijo puede ser peligroso». ¿Cómo es posible que un tipo más que detectado subiera al avión? Y si el mismo Obama reconoce que no es aceptable, ¿por qué los responsables de la seguridad nacional continúan en sus cargos?
Para entenderlo, es preciso recordar el juego de palabras: No Drama-Obama. Ya hace un año que los norteamericanos conviven con un presidente frío, de reacciones meditadas, a las antípodas del impulsivo Bush. Un presidente que no canceló sus vacaciones en Hawái para volar de vuelta hacia Washington y proyectar liderazgo ante una crisis del sistema de seguridad que estuvo a punto de llevarse por delante la vida de cerca de 300 personas.
Los medios calificaron el discurso del reconocimiento de los errores de sincero, y han trufado sus crónicas con expresiones como «el presidente regaña con crudeza», «enfadado y con carácter», «cara severa», «amargas palabras». Y la Casa Blanca hizo saber discretamente que el presidente se mostró mucho más directo en la reunión con la cúpula de seguridad de su Gobierno con una frase para tragar saliva: «Esquivamos una bala, pero por muy poco».
Las prioridades
Pero no era esta la vuelta de vacaciones que Obama había preparado, ni mucho menos soñado. La misma vigilia de Navidad celebraba la aprobación por el Senado de la reforma sanitaria y calculaba que firmaría el texto definitivo justo un año después de su toma de posesión.
Esto acabará pasando, pero el intento de atentado del avión, la emergencia del Yemen como la guerra de mañana hasta el punto de que Obama ha tenido que congelar las repatriaciones de prisioneros yemenís de Guantánamo, el asesinato de siete agentes de la CIA engañados en Afganistán por un agente doble, todo esto vuelve a poner lo urgente de la agenda presidencial en el terreno preferido de los republicanos, el que Obama intentó sembrar de concordia con su histórico «Salam aleikum» de El Cairo. Ahora, en cambio, ordena que 150 millones de personas de 13 países islámicos sean objeto de controles especiales si viajan a EEUU, solo por razón de su pasaporte.
Obama llega al 2010 con una de las aprobaciones más bajas que ningún presidente haya tenido entrando en su segundo año. Primero fue la crisis económica, ahora es la guerra la que no lo deja en paz. De la guerra fría a la guerra crónica.
Corresponsal de TV-3 en EEUU
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