crónica desde lisboa // PATRICIA Ameijeiras

Glamur del pasado en un envoltorio del futuro

PATRICIA Ameijeiras

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Imagínese ir al mercado a primera hora de la mañana a comprar con el chef los productos que después le cocinará; un paseo en un sidecar de los años 40 por Lisboa; un picnic con todos los detalles servido a la orilla de Tajo; ir de compras por la capital portuguesa acompañado de una asesora de moda, o dar un paseo por Lisboa desde el aire. Todas estas opciones, y muchas más, son las denominadas Experiencias que propone el Tivoli, uno de los hoteles más antiguos y con más historia de Lisboa.

Este establecimiento es de esos cinco estrellas con mayúsculas, que se distinguen por el lujo, la solera y el buen gusto en los detalles, y que en su interior guardan una infinidad de historias y secretos. De esos en los que cuando uno entra sabe que allí no solo va a dormir, sino que lo va a saborear, a oler, a disfrutar. A pesar de su edad --este año cumple 75--, el Tivoli, que comenzó siendo una pensión, ha sabido mantener el glamur del pasado y adaptarse al futuro.

Dos amables y perfectamente uniformados porteros te reciben. Al entrar en el amplio vestíbulo, los numerosos sofás de terciopelo malva y verde, la luz y la música te acogen. En las paredes, obras de arte, como las de la pintora modernista lusa Milly Possoz. "Valen una fortuna", asegura Alfredo Igrejas, el jefe de ventas, que lleva 45 años en el hotel y cuenta que ella, como muchos otros artistas, vivió aquí. También lo hizo la actriz Beatriz Costa, quien llevó la fama de este establecimiento hasta Brasil. Se refería a él como "mi hotel y mi familia", lo que dio lugar a confusiones, ya que hubo quien creyó que era de su propiedad.

Una de las épocas de oro del hotel fue durante la segunda guerra mundial. La neutralidad de Portugal en el conflicto convirtió a la capital en lugar de refugio de exiliados y de espías internacionales, lo que supuso un lleno total. "Se ganó tanto dinero que se pudo proyectar y construir el actual edificio, en la avenida de la Liberdade", cuenta Alfredo. El bar del Tivoli se convirtió en punto de encuentro de muchos.

El hotel sobrevivió al terremoto de 1969, no sin sus anécdotas. "Ya entonces, los detalles eran importantes para nosotros. Teníamos un servicio llamado Masagbox, que consistía en que la cama daba un masaje vibratorio si se echaba una moneda de 10 escudos en una caja. La noche del seísmo, un cliente sintió cómo le vibraba la cama, pero pensó 'ya está esto estropeado y funciona solo', y siguió durmiendo. Por la mañana, cuando vio los destrozos y los nervios de la gente, fue cuando se enteró de lo que había ocurrido", relata Alfredo.

El confort del pasado se mantiene hoy. Por algo el hotel es el favorito de la mayoría de los jefes de Estado y de Gobierno que visitan Lisboa. "Todos o casi todos han dormido aquí", comenta Alfredo. El último, el venezolano Hugo Chávez.

Pero el Tivoli se ha renovado. Su imagen, sus habitaciones y su servicio se han modernizado. Aunque eso sí, ha logrado no perder el encanto del pasado, el lujo a la antigua usanza adaptado a los tiempos. A sus 75 años, se puede decir que el viejo hotel está dispuesto a nuevas Experiencias.