Menos magia en Berlín

PAOLA ÁLVAREZ / BERLÍN

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Después de la sentencia del Tribunal Constitucional del pasado 18 de octubre, que denegó la petición de ayuda financiera a Berlín, a la capital alemana le toca apretarse el cinturón. La ciudad del muro y los contrastes, renacida de sus cenizas a golpe de talonario estatal, se enfrenta a una deuda de 60.000 millones de euros y la mayor tasa de paro de Alemania. El Constitucional acusa a la capital de gastar demasiado en cultura e investigación y le obliga a asumir responsabilidades en el saneamiento de sus cuentas públicas. Ahora, el reelegido Gobierno de coalición, discute la manera de salir del paso sin perder ni un ápice del encanto"sexi"que sostiene a una de las principales capitales culturales de Europa.

"La cultura y la investigación conforman el núcleo industrial de esta ciudad. Aquí no hay nada más",asegura Matthias Lilienthal, director del Teatro Hebbel am Ufer. La opinión de Lilienthal se repite en todos los frentes:"El escenario cultural de Berlín determina el encanto de la ciudad, su magia y su fuerza de atracción sobre artistas, creativos y turistas",dice Torsten Wöhlert, portavoz de la Consejería de Cultura de Berlín. En esta ciudad, con tres óperas, decenas de teatros y museos e innumerables clubes y salas de conciertos, las subvenciones estatales y privadas permiten que cueste lo mismo ir al cine que a la ópera o a un concierto de música clásica.

Pero el deseo general de salvar la cultura parece chocar con las necesidades de la ciudad. El consejero de Finanzas berlinés, Thilo Sarrazin, admite que la ciudad ha estado viviendo por encima de sus posibilidades, pero cree que hay otros sectores en los que se puede recortar sin dañar la vida cultural. Por ejemplo, en seguridad y policía, sectores en lo que se busca reducir costes con una reducción de personal.

El ministro de Cultura alemán, Bernd Neumann, lanzó la semana pasada su propia petición al Gobierno de la ciudad para que no ahorre"un solo euro en cultura"y recorte los estándares del estado de bienestar, una de las debilidades de una ciudad-estado en el que el 48% de la población depende de algún tipo de ayuda social. La propuesta de Neumann no ha caído bien en la coaliciónroji-roja, sobre todo por coincidir con el rechazo de la petición de que el Gobierno central asuma los costes de saneamiento de la Staatsoper (130 millones de euros).

"Se llama la ópera del estado Staatsoper y no la ópera de la ciudad", decía el alcalde, Klaus Wowereit, el pasado jueves. Y es que una de las primeras reacciones de su equipo ha sido exigir al Gobierno central que cubra"los gastos que ocasiona"en su ciudad, pues los proyectos de saneamiento y reconstrucción de edificios históricos les suponen un coste inabarcable.

Guardar silencio

El director de la Staatsoper, Peter Mussbach, no ha querido pronunciarse sobre las consecuencias que pueden tener los recortes ni sobre los rumores que hablan del cierre de una de las tres óperas de la ciudad. Como Mussbach, otros directores de museos y teatros que pertenecen al Gobierno de la ciudad prefieren guardar silencio. La que sí ha querido contestar a los rumores de cierre es la directora de la Deutsche Oper, Kirsten Harms, que aseguró a este periódico que"perjudicar a las óperas de Berlín significaría desmontar la imagen de la ciudad". Lilienthal globaliza la idea:"Si recortamos en cultura nos condenamos a convertir Berlín en un desierto". Mientras, Wöhlert no quiere ser pesimista:"Estoy seguro de que no estamos ante el principio del fin de Berlín como capital de la cultura".

Detrás de todo esto, y quizá como sustento principal, está la vida culturalundergroundde Berlín. De manera indirecta, el ayuntamiento promueve iniciativas independientes que alimentan el desarrollo cultural, como la del Tacheless, una antigua casa okupa, convertida en inmenso centro cultural, a la que el ayuntamiento cobra un alquiler simbólico de un euro al mes."Berlín es pobre pero sexi", decía su alcalde. Parece que Berlín es sexi porque es culta.