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El viaje constante de Albert Casals

El joven de 28 años presenta su tercer libro: 'Els mons on a mi m'agrada viure'

Albert Casals, durante una entrevista en Barcelona, el pasado marzo.

Albert Casals, durante una entrevista en Barcelona, el pasado marzo. / periodico

Eduardo Naya

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A Albert Casals muchos lo recordarán como aquel chico de pelo azulado que recorría el mundo en silla de ruedas, sin gastar dinero, buscándose la vida y viviendo mil aventuras. Pero él es mucho más que eso y su historia va más allá del relato de un viajero. Es el resumen de un juego en el que, más que ganar, busca jugar una bella partida. Ahora, a sus 28 años publica su tercer libro: 'Els mons on a mi m'agrada viure' (Edicions 62).

Sentado en el banco de un parque del barrio barcelonés de Sant Andreu, explica que le gusta hablar con los medios igual que le gusta conversar con aquellos que le preguntan sobre cómo viajar sin dinero o cómo okupar. "Lo que me cansa más es todo lo que no es hablar, como las fotos o que me maquillen para televisión", admite. 

A causa de una leucemia que padeció cuando era pequeño, perdió la movilidad de sus piernas y va en silla de ruedas desde entonces. Sus dos libros de viajes han cautivado a la gente, entre otras cuestiones, por la impresionante movilidad que ha demostrado el joven al recorrer medio mundo con soltura admirable. Pero con este último ha querido cambiar el eje temático: "Más allá de los viajes, en los últimos seis o siete años ha habido muchas cosas que hemos empezado a hacer de manera distinta. Comenzamos a cuestionar conceptos occidentales como la propiedad privada y la monogamia. Quería compartir mi vida en comunidad y las respuestas que hemos ido encontrando sobre cómo queremos hacer las cosas", explica.

Nómadas y sedentarios

Respecto a la manera en la que vive cada uno, no piensa que haya una opción "correcta o incorrecta", puesto que para él la cuestión es "alejarse de cualquier tipo de juicio". Tampoco cree que encontrar un estilo de vida diferenciado del que se asocia con Occidente sea un asunto meramente geográfico. En su opinión, "las diferencias culturales más fuertes que hay son las que tienen que ver con el acceso a la monocultura occidental, que es la predominante alrededor del mundo. Si tú te encuentras con un pueblo sin internet ni electricidad, verás que la manera en la que conciben la realidad es diferente". Sin embargo, explica que la verdadera distinción está entre las comunidades nómadas y sedentarias. "Cuando tú eres nómada, lo que más sentido tiene para sobrevivir es compartir incondicionalmente". 

Esta idea de "comunidad" que todo lo comparte la experimentó en la tribu de los Dayak y, más recientemente, en la de los Bosquimanos. Aunque tampoco se aleja mucho de la realidad que él vive junto a los que en el libro llama nakamas (palabra japonesa que no tiene una traducción exacta a nuestro idioma pero que se aproxima, superficialmente, al concepto de "amigos"). Albert cuenta que hoy en día buscan alejarse de cualquier etiqueta que defina y encapsule la relación que tengan entre ellos, puesto que cualquiera es bienvenido a formar parte de su comunidad sin que tenga que cuestionarse si realmente pertenece o no. 

Muchos de los individuos que se interesaron por una vida así no dieron el paso, cosa que Albert atribuye al reto de "aprender a comunicarse y hablarlo todo constantemente" dado que venimos de un mundo en el que "las transacciones están marcadas por números y lógica". Remarca que igualmente hay cada vez más tribus y comunidades alternativas al estilo de vida del sistema capitalista. Piensa que la cuestión no es luchar contra el capitalismo, que en el fondo se trata tan solo de un concepto, sino en conseguir más diversidad y evitar una tendencia homogeneizadora en cuanto a como nos gestionamos como colectivo. 

También encuentra un rastro de homogeneidad en vínculos afectivos de poliamor que, a pesar de ser alternativos, contienen los mismos esquemas de la relación de pareja tradicional que tanta influencia ha tenido históricamente. "Para mí el amor no tiene nada que ver con poseer algo, tiene que ver con apreciar la belleza de un proceso de transformación". 

Ahora y en el futuro

A día de hoy, Albert vive en una casa okupada en Sant Fost de Campcentelles junto a algunos de sus antiguos nakamas. También le acompañan nuevas personas, gente que viene y que va, pero que siempre es bienvenida a formar parte de la comunidad que están construyendo. El que espera verle 'aburguesado' en el futuro puede esperar sentado, puesto que piensa que, a medida que pasa el tiempo, cada vez se le hace más tenue la influencia del sistema y de lo externo. Esto implica, por supuesto, que sigue prescindiendo del dinero. Prueba de ello es que dona los ingresos que genera el libro a oenegés de confianza. 

"Yo no pienso que he encontrado un estilo de vida que me guste, porque justamente la manera en la que vivo es no estar seguro nunca de nada". Esto dice en cuanto a su tiempo presente que, como muchas cosas en la vida de Albert, no se basa en la estabilidad, sino en la transformación.