ENTREVISTA

Jaime Peñafiel: "El matrimonio de Juan Carlos y Sofía ya no tiene arreglo"

Ni cotilla ni cortesano, "un cronista que jamás se inventa nada". Así se define el periodista que más sabe del Rey, el 'gentleman' que se divierte en los circos más salvajes de Tele 5. Ahora publica 'Mis divorcios reales'

Jaime Peñafiel posa en el Hotel Barceló-Sants, en Barcelona,el pasado jueves.

Jaime Peñafiel posa en el Hotel Barceló-Sants, en Barcelona,el pasado jueves.

NÚRIA NAVARRO

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Es el decano de los cronistas reales. Un periodista que lleva 50 años coleccionando secretos de palacio. Pero Jaime Peñafiel jura no ser un cortesano, sino un hombre libre de decir lo que guste aunque no guste. Y con esa soltura, en medio de la tormenta perfecta en la que se halla la Corona, habla en su último libro,Mis divorcios reales(EdicionesB), de la relación de los Reyes de España.

-Mal momento para hablar de divorcios reales.

-Es oportuno. Yo hace tiempo que vengo diciendo que la convivencia de los Reyes no es buena, pero el anuncio de que no van a celebrar el 50º aniversario de su boda ha oficializado que no hay nada que celebrar.

-Tanto que les elogió usted por anteponer la obligación a la devoción...

-Los Reyes han atravesado varias crisis, que se superaron en beneficio de la institución. Pero a cada crisis, bajaban un escalón. Ahora el matrimonio de Juan Carlos y Sofía ha tocado fondo. Ya no hay más.

-¿La gota que ha colmado el vaso hay que buscarla en Botsuana?

-No. La primera fue el matrimonio de los hijos. Don Juan Carlos no aprobaba ninguno de los tres.

-¿Ni el de la infanta Elena?

-A la infanta Elena era mejor casarla que tenerla suelta, y Jaime de Marichalar ha sido lo mejor que entró en la Casa sin duda alguna. En el caso de Iñaki Urdangarin, tenía una novia al mismo tiempo que salía con Cristina, pero se decidió por la infanta porque era mejor para su futuro. El Rey opinó que había que esperar y Cristina le echó un pulso. Le dijo: «O me autorizas o me voy a vivir con él a Barcelona». Y en don Juan Carlos hay dos personas: el Rey y el padre. Como Rey, debía haberse impuesto.

-Es su opinión.

-Y luego el Príncipe le dio un golpe de estado. «O lo aprobais o lo dejo todo». El Rey se había opuesto a Eva Sannum, cuya biografía era mucho mejor que la de Letizia. Al menos era soltera. Pero la Reina apoyó a su hijo, porque el hijo le había apoyado siempre en sus crisis matrimoniales. Y el Rey se disgustó. Para evitar una crisis institucional y constitucional, aceptó el matrimonio.

-Este tipo de desacuerdos no acaba con un matrimonio.

-Es que no es una familia normal. ¡Son los Reyes! Y la monarquía no es bicéfala. Él es el Rey y el jefe del Estado, el que tiene que dar la autorización. Pero eltocar fondono es solo por eso, sino por todo tipo de problemas a lo largo de estos 50 años. No fue un matrimonio por amor, y el amor tampoco surgió después.

-Pinta un panorama desolador.

-El divorcio es una ley al alcance de todos los españoles. Letizia introdujo el divorcio en la Casa Real y se dijo que no tenía importancia. Se divorció la infanta Elena y se dijo que tampoco tenía importancia.

-No es lo mismo. Son los Reyes.

-El matrimonio de don Juan Carlos y doña Sofía ya no tiene arreglo, y no porque haya una tercera persona, presuntamente.

-¿Presuntamente?

-A mí no me consta, pero posiblemente la haya. En todo caso, es un disparate insinuar, como lo ha hecho una revista italiana, que en España hay dos reinas. La dama será la socia de cacería, la amiga... Ahora bien, mientras las infidelidades se mantienen en el estricto marco de la intimidad no pasa nada. Pero cuando la gente habla ya sin pudor y sin respeto de una tercera persona, hay que tomar una medida ejemplar. Dicho esto, la Reina tampoco es inocente del todo...

-¿Qué quiere decir?

-Ha cometido errores. El último, en respuesta al Rey, fue irse a Washington y fotografiarse con el yerno, cosa que repitió hace una semana. Eso va en contra de la idea del Rey de que a este señor había que apartarle, sin presunción de inocencia, por mala conducta. Por primera vez en 50 años, la Reina ha antepuesto la devoción a la obligación.

-Era un incondicional de la Reina, hasta que no le contestó una carta.

-Me dolió, sí. Mi hija, una chica inteligente, que hablaba cinco idiomas y había estudiado en Londres, acabó compartiendo jeringuillas con los marginados de La Celsa y murió de sida. Le escribí a la Reina, buscando consuelo. Ella le pasó la carta al Rey y el Rey me llamó. Decepción aparte, supongo que ahora estará dolida y humillada. Creo que nadie se escandalizaría con el divorcio.

-Quizá todo se aquiete...

-España perdona los temas de cintura para abajo, pero no los económicos. Cuando estalla elcaso Urdangarin,en el momento en que el país está al borde de la pobreza, se produce la herida. Es un miembro de la familia real que tenía el futuro de sus hijos y nietos asegurado y que se convierte en un delincuente. Yo incluso creo que la infanta Cristina debería ser imputada.

-¡Cómo está usted, señor Peñafiel!

-Si no sabía nada, pese a regalarle un palacete de ocho millones de euros y no preguntar de dónde había salido el dinero, cuando se entera de que la persona con la que convive ha cometido delito, no puede seguir viviendo bajo el mismo techo.

-Noto que, por primera vez, salva usted a la princesa Letizia.

-Ahora no se salva nadie. Ni el Rey. La monarquía está en el momento más dramático de sus 36 años.

-Hay quien maneja la idea de la abdicación .

-Hay grupos afines al Príncipe que manejan esa idea, pero ahora están callados, porque saben que no puede heredar una cosa que está deshecha. El Rey se morirá como Rey. España no es una monarquía con monárquicos. Los juancarlistas de hoy, ¿serán felipistas mañana?

-¿Lo serán?

-Yo vivo en la zona universitaria de Madrid y le puedo asegurar que los jóvenes no es que sean contrarios a la monarquía, es que no la entienden. Les parece ridículo que un hijo herede del padre la jefatura del Estado.

-Usted sigue siendo juancarlista.

-Yo ya no sé lo que soy.

-Eso sí que es una sorpresa.

-¡Me ha dejado en el aire! Me duele que don Juan Carlos no se haya impuesto en muchos momentos como Rey. La monarquía española era lo mejor que le había sucedido a este país. Pero al ver las portadas de la prensa europea de estas semanas me da vergüenza ser español. Con todo, le tengo mucho cariño.

-Menos mal.

-Le conozco desde hace más de 50 años. El día que le proclamaron Rey, el 22 de noviembre de 1975, este humilde periodista pasó la tarde con él.

-¿De veras?

-Entré en el despacho y me encontré a don Juan Carlos limpiando cámaras fotográficas con una bayeta y a la Reina sentada en una sillita leyendo telegramas. Durante las dos horas que estuve allí, el teléfono no sonó ni una sola vez y nadie llamó a su puerta. Los monárquicos estaban con don Juan; la derecha, en la capilla ardiente de Franco, y la izquierda, celebrando la muerte del dictador.

-Han pasado tres décadas.

-Mi relación siempre ha sido muy buena. Yo hago lo que puedo, como desechar la idea de la abdicación. El Rey vivirá todavía 10 años en plenitud física y mental. Y dentro de 10 años, ¿existirá la monarquía en el mundo? ¿existirá este país como nación?

-Son tiempos imprevisibles, sí.

-Mientras, le aconsejaría que no abdique y que restañe todo esto. Y que se divorcie, que no pasa nada. El Rey seguiría siendo el Rey; la Reina seguiría siendo Reina, y el Príncipe, en expectación de destino.