VIOLENCIA Y RACISMO EN EL FÚTBOL FORMATIVO

No culpen a los niños, culpen a los padres

Educadores, psicólogos, entrenadores, responsables de escuelas de fútbol y futbolistas consideran que lo ocurrido en Sant Vicenç de Castellet es un problema de educación, no del fútbol

"Tu haces un equipo de niños de todas las razas y nacionalidades y todo va maravilloso hasta que aparecen los padres", confiesa Vicente Engonga, exfutbolista internacional español

Partido amistoso entre el FC Sant Vicenç 2018 y el FC Pirinaica en Sant Vicenç de Castellet.

Partido amistoso entre el FC Sant Vicenç 2018 y el FC Pirinaica en Sant Vicenç de Castellet. / Arxiu particular

Emilio Pérez de Rozas

Emilio Pérez de Rozas

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“Lo que más me sorprende es que la gente, la sociedad, todo el mundo se sorprenda, se extrañe, se lleve las manos a la cabeza por lo ocurrido, el pasado fin de semana, en Sant Vicenç de Castellet, en un partido de categoría infantil, de niños de 12 y 13 años, cuando eso ocurre en un montón de campos de toda Catalunya y España. El que quiera lo puede comprobar cada sábado, a partir de las nueve de la mañana, acudiendo a cualquiera de esos partidos y comprobará que el comportamiento de padres, espectadores, acompañantes y hasta algunos entrenadores deja mucho que desear. Repito, yo alucino de que la gente se sorprenda. ¡Por supuesto que hay cientos de campos y partidos en los que no ocurre nada! Pero hay muchos, muchos, en los que sí ocurre, ¡vaya que sí!”.

Joan Closa, hasta hace muy poco entrenador de categorías inferiores del Girona Fútbol Club, flamante Primera División, y su compañero Aran Navarro, Director Comercial y de Marketing del club catalán, están en un congreso en Sevilla para tratar “cosas del fútbol”. Closa no quiere señalar “¡por favor, ni mucho menos!” al Sant Vicenç de Castellet, cuyo público, especialmente niños entre 11 y 14 años, acompañados de sus familiares, protagonizaron un episodio de racismo contra un jugador negro del Pirinaica de Manresa, en un partido amistoso. “Todo el mundo trata de evitar esos sucesos, pero ocurren. ¿Por qué? Por un tema de educación y punto. Nada de todo eso tiene que ver con el fútbol”.

Mal ejemplo

Closa sabe lo que dice. Pese a que en su club, bueno, en muchos clubs españoles, los técnicos de categorías inferiores no pueden relacionarse con los padres, él tuvo, en su momento, algún que otra altercado con padres de niños que no jugaban tanto como otros compañeros. “Es más, un día, tuve un enfrentamiento verbal con un padre, bueno, él lo tuvo conmigo y, cuando fui a buscar el coche al aparcamiento, toda la carrocería estaba repleta de rayas hechas con una llave”.

“Yo”, comenta Navarro mientras repasa su agenda en el portátil, “no sé si tendré algún día hijos, me encantaría, pero, desde luego, lo que sí me estoy planteando es que ¡ojalá! no quieran jugar a fútbol. De verdad, es un ambiente muy, muy, enrarecido. Y mira que se trata de un deporte de equipo que, para la educación de los niños, también aporta cosas muy positivas, pero lo que veo en esos partidos de categorías inferiores no me gusta nada, nada”.

“No entiendo como la gente se sorprende, lo ocurrido en Sant Vicenç de Castellet pasa en muchos campos cada fin de semana”

— Joan Closa / Extécnico de fútbol formativo del Girona FC

La sensación más generalizada es que esta situación solo se produce en el fútbol, en ningún otro deporte se dan estos momentos tan desagradables de incivismo. La impresión es que, en el fútbol, todo es posible y todo el mundo se atreve a todo. Y que el propio fútbol no ha sabido ni controlar ni atajar esta situación. Pero, sin duda, la impresión también es que todo, todo, es un problema de educación, de las familias, de cómo los padres, con hijos futbolistas o no, educan a sus niños/as.

El papel de los padres

“El ejemplo no es una manera de educar, de enseñar, a nuestros hijos: es la única manera de enseñarles a ser personitas, es la única manera de educarlos. Se educa con el ejemplo”, señala Cristina Gutiérrez, educadora emocional, directora de ‘La Granja’, uno de los proyectos más exitosos a nivel educativo, tanto en Catalunya como en Madrid, por el que han pasado en los últimos años más de 20.000 niños de 3 a 14 años, donde se entrenan las competencias emocionales en niños y adultos.

“Los humanos aprendemos del ejemplo. Si unos padres son generosos, sus hijos lo serán; si son respetuosos, sus hijos lo serán; si son tolerantes, lo serán…”, agrega Gutiérrez, que recuerda que “las emociones negativas, como la rabia, el odio, el enfado, la ansiedad, vienen solas; las sensaciones positivas hay que trabajarlas y, claro, eso requiere un esfuerzo por parte de los padres, que no son capaces de decir ‘no’ y menos en estos tiempos, donde los niños lo quieren todo ¡ya! y ¡ahora! Decir no es vital en un proceso educativo”.

“El ejemplo no es una manera de educar, de enseñar, es ¡la única! manera que tienen los padres de educar”

— Cristina Gutiérrez / Educadora emocional

“Yo sé que la vida actual de las familias, de los padres, es muy, muy complicada, no lo dudo, lo vivo a diario pues una de las cosas que más me han aterrorizado en los últimos dos años son la cantidad de niños, sí, sí, digo niños, que me han dicho que quieren suicidarse”, sigue contando Gutiérrez. “Y sé que los padres ahora no tienen tiempo para dedicarles a sus hijos, pero deberían de sacarlo de donde fuese porque ese ejemplo, ese roce, ese estar, es vital para su educación y comportamiento. Sé, porque he hablado con miles de ellos, que muy pocos son conscientes de que de la rabia al odio solo hay medio paso, del odio al racismo otro medio y del racismo a la xenofobia, un soplido. Y eso los niños lo ven, lo palpan, lo captan al segundo, en gestos, en expresiones, hasta en como enviamos a freír espárragos al que, de pronto, nos llama ofreciéndonos, por teléfono, cambiar de compañía de móvil”.

“Yo no olvidaré jamás, porque ni quiero ni debo, el primer día que en el colegio público de Torrelavega, tenía yo cuatro años, un niño pretendió insultarme llamándome negro ¡a mí que soy negro!”, explica el encantador Vicente Engonga, 14 veces internacional con España, residente en Mallorca, casado con una mallorquina y jugador del Spórting Mahonés, Valladolid, Celta, Valencia, Mallorca, Oviedo y Coventry City. “Mi padre es negro y mi madre, blanca. Mamá, le dije a mi madre, un niño me ha llamado negro. Mírate las manos, Vicente, ¿cómo son? Negras, mamá. Perfecto, pues mañana, vas tú a ese niño y le llamas blanco”.

"El negro, aquí, soy yo"

No hay que contarle mucho más a Engonga, no. Él fue quien, en 1999, cuando Samuel Etoo fichó por el Mallorca y entró en el vestuario del club rojillo, se dirigió al extremo camerunés y le dijo: “Que lo sepas, Samuel, aquí el negro soy yo”. Y Etoo se quedó (casi) blanco. “¿Sabes por qué se lo dije?, porque él tenía 19 años y yo ¡34!” Y, por supuesto, para Engonga y así ha educado a sus hijos y así intenta ayudar a educar a sus nietos, la edad, la experiencia, ser padres y/o abuelos, es algo que suma responsabilidad.

“Por eso creo que todo, o buena parte, de lo que ocurre en esos campos de benjamines (9 y 10 años), alevines (11 y 12), infantiles (13 y 14), cadetes (15 y 16) y juveniles (17 y 18) es culpa de los padres. Lo he vivido, lo sé, lo he experimentado cuando algunas canteras, algunos clubs y escuelas de fútbol me han pedido ayuda y les he ayudado encantado”, sigue contando Engonga.

“Mira, te voy a poner un ejemplo que resume, no solo lo que pienso, ni siquiera lo que he vivido, sino lo que piensa, seguramente, muchísima gente que está vinculada a este mundo del fútbol formativo”, sigue contando Engonga con un tacto exquisito. “Ahora que el mundo ha cambiado tanto, tanto, ahora que, en cualquier punto de España, no solo en Mallorca o Catalunya, hay tanta mezcla de gentes y razas, tú decides crear un equipo de fútbol de niños o niñas de, pongamos, cinco años. Y escoges un chino, un japonés, un ruso, un ucraniano, mira lo que digo ¡un ruso y un ucraniano!, un catalán, un andaluz…los que quieras. Los tienes, los entrenas, juegas cada fin de semana durante, pongamos, cinco años. Pues bien, cuando todos ellos tienen 10 años y tú llevas cinco años pasándotelo de maravilla, decides invitar a los padres a la experiencia, a los entrenamientos, a los partidos….y todo estalla por los aires. Créeme, en cuanto aparecen los padres, todo salta por los aires”.

“Tú juntas a 20 niños de 10 años de todas las nacionalidades y razas y, en cuanto intervienen los padres, todo se destruye”

— Vicente Engonga / Exfutbolista internacional español

“Cuando yo veo, o veía, perdón, como me atendía el padre, como escuchaba mis explicaciones, los deberes y las obligaciones también, por supuesto, los beneficios que tendría que su hijo entrase en una cantera como la nuestra de El Mareo, ya sabía si íbamos o no a sufrir con esa padre, jamás con ese niño, ¡siempre con ese padre!, que, además, acababa la entrevista con la sobradez de ‘bueno, tomo nota y compararé su oferta con las otras que he recibido’, como si creyese que su hijo era Leo Messi ¡por Dios!”. Rogelio García ha estado más de 10 años reclutando niños para el Sporting de Gijón y, sí, también comparte que los padres, su ejemplo o falta de ejemplo, son vitales en cómo se desarrolla el fútbol formativo “al menos en España”.

“Todo empieza, a menudo, por no compartir los mismos objetivos, lo que ya me parece algo esperpéntico y hasta escandaloso. Es decir, que nosotros, desde la escuela, intentemos, por descontado, formar futbolistas y/o tratar de que los niños progresen y mejoren su nivel futbolístico y vayan quemando sus etapas, no significa que compartamos el criterio, la idea, el deseo, el sueño, la locura del padre que es que su hijo sea, o es, Maradona. Solo el 5% de nuestros niños llegan a debutar, con mucha suerte, en nuestro Sporting, así que bien haremos en seguir poniendo más empeño en crear chavales que se defiendan en la vida después de haber sido unos deportistas sanos y estupendos, que alimentarles la frustración de que no llegaron a ser ni Maradona ni Messi”.

Contra el individualismo

Ya no solo meterles en la cabeza a los niños que son mejor que todos, que el entrenador le tiene manía o es muy injusto con él. “No, no, es que son capaces de gritarles, en mitad de un partido, que por cada gol que marque, le dará 10 euros, ¡eso en benjamines! (9 y 10 años), con lo cual adiós a jugar en equipo, adiós a la complicidad, adiós al compañerismo, adiós a la solidaridad y ¡viva el individualismo! Y yo, yo, yo. Cuando no gritarle ‘no se la pases a ése, que acabará quitándote el sitio’. Tremendo, en serio”, añade García.

“Muy a menudo”, acaba comentándonos Rogelio García, que, como todos, claro, podría escribir un libro sobre el comportamiento de los padres inadecuados, “los psicólogos del club me sugerían organizar charlas en los vestuarios con los niños para tratar de ayudarles en su crecimiento y, sobre todo, para intentar que no convirtiesen el fútbol en algo de vida o muerte. Y yo siempre les decía lo mismo: me parece una gran idea, pero esas charlas deberíais tenerlas con sus padres, no con los niños”.

“Mientras nosotros queremos contribuir a la formación de su hijo a través del fútbol, su padre cree tener al nuevo Messi”

— Rogelio García / Extécnico de Mareo (Spórting de Gijón)

“Algo estamos haciendo mal”, termina, ahora sí, añadiendo García, “cuando son los padres los que deben recibir la charlas de formación y comportamiento. Algo estaremos haciendo mal cuando un padre, delante de sus hijos, que comparten asiento con él en la grada, manda a fregar platos a una niña, de la misma edad que sus hijos, que está arbitrando un partido en uno de los campos de El Mareo, con la mejor voluntad del mundo. En serio, así es imposible crear personitas para el futuro”.

“Es posible, no digo que no, que yo esté un poco alejado de estos ambientes, pero me interesan muchísimo por lo que representan de comportamientos individuales pero, sobre todo, de comportamiento de masas”, señala Rafel Bisquerra, psicólogo, pedagogo, Doctor en Ciencias de la Educación y presidente de la Red Internacional de Educación Emocional y Bienestar (RIEEB). “He visto unos datos que me asustan un poco y es que, cada fin de semana, se producen en esos campos de categorías inferiores hasta medio centenar de agresiones, muchas de ellas fuertes, violentas y promovidas por las familias de los niños futbolistas. Es para asustarse y reflexionar sobre el hecho”.

Ir a divertirse

“Parece hasta increíble ¿verdad?”, continúa explicando el doctor Bisquerra, “que padres y madres que acompañan a sus hijos a un acto lúdico, de convivencia, de disfrute en el que se puede aprender a compartir y, sobre todo, generar convivencia en la diversidad se convierta, a veces, no digo siempre ¡por favor! en un espacio, en un escenario, de violencia. Es tremendo”.

A Bisquerra no le extraña lo más mínimo que los niños señalados en el lamentable caso de Sant Vicenç de Castellet, tengan entre 11 y 14 años. “A esa edad es cuando se produce un cambio importantísimo en los niños, pues la testosterona se multiplica en exceso y provoca dos impulsos muy relacionados: el impulso sexual y el agresivo. No viene al caso, pero en Hollywood, que es donde mejor entienden el negocio, saben mucho de eso, mucho y lo explotan mejor que nadie”.

Este psicólogo, pedagogo y, sobre todo, experto en educación emocional, que parece no saber de fútbol, pero sí sabe, sí, es evidente que comparte la vieja y tradicional tesis de que el fútbol, sus campos, sus gradas, sus aficiones, sean o no ultras, son escenarios, caldos de cultivo, para comportamientos inadecuados. “Los humanos tenemos una tendencia a la identidad personal y de grupo. Queremos identificarnos con ‘nuestro’ grupo sea el colegio, el barrio, un partido político, tu religión, tu raza, tu equipo de fútbol, sí, tu equipo de fútbol…eso, evidentemente, provoca una gran cohesión, claro que sí, pero también genera un enfrentamiento con los que no son de tu grupo”.

“Es increíble que alguien que va, en familia, a un acto lúdico, acabe insultando a un niño delante de sus hijos”

— Rafel Bisquerra / Psicólogo, pedagogo y presidente de la RIEEB

Bisquerra defiende que el ser humano, en ese sentido, aún no ha llegado a compartir una conciencia de especie: todos somos la misma especie y habitamos el mismo planeta, por tanto, todos dependemos de todos. “El Covid-19 sí ha provocado, por ejemplo, esa sensación. ¿Por qué? Porque hemos aprendido que si China estornuda, el mundo se resfría. Puede que el cambio climático o las mismas redes sociales también generen una sensación parecida”.

Para el presidente de la RIEEB es evidente que el caso que nos ocupa es un problema, básico, de educación. “El auténtico reto de los educadores, empezando por los padres, no solo por los maestros, por los colegios, es la educación intercultural, que debe, en primer lugar, promover un respeto total y absoluto a todas las personas, independientemente de su raza, religión, sexo, lo que sea; y, segundo, una defensa a ultranza, total, a la tolerancia cero a cualquier tipo de violencia, sea verbal, por descontado, o física, con mayor razón aún”.

Realidad y ficción

Bisquerra defiende, cómo no, que tú puedes estar enfadado, enojado, indignado e, incluso, hasta sentir rechazo por algo, “pero esa emoción nunca nos autoriza a tener un comportamiento violento, insisto, de palabra u obra”.

Y este prestigioso psicólogo aún va más lejos en algo que, sin duda, deberíamos de compartir todos: “Parece increíble que, a estas alturas de la vida, todavía haya gente que confunda la realidad con la ficción, que existan personas que no entiendan que el único sentido que tiene ir, en este caso, a un campo de fútbol con tu familia a ver jugar a tu hijo es ir a vivir una experiencia lúdica, divertida, entretenida con los tuyos. Resulta poco menos que vergonzoso que haya que educar a la sociedad a comportarse cívicamente en lugares públicos donde, insisto, el objetivo prioritario, sino el único, es pasárselo bien, no insultar y, menos, desde luego, en presencia de nuestros hijos. Insisto, no distinguir a estas alturas qué es lo verdaderamente importante y qué es lo lúdico, aquello con lo que debemos divertirnos, pasarlo bien, es un síntoma más de que nuestra sociedad está enferma”.

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