EL NEGOCIO DE LA NOSTALGIA

La casete no ha dicho su última palabra

La empresa Mulann de Normandía ha resucitado las cintas, en desuso desde hace más de 20 años, y ya las exporta a 30 países

Las K7 de Mulann, con un estilo 'vintage' en naranja y negro.

Las K7 de Mulann, con un estilo 'vintage' en naranja y negro. / periodico

AFP

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Se pensó que sufriría el mismo destino que el Minitel, el VHS o la cabina telefónica, sin embargo, la casete de audio vintage (oeste de Francia), que exporta este icono de los 80 a una treintena de países.

A principios del 2017, varios profesionales del sonido llamaron a la puerta de esta empresa de Avranches (Normandía) especializada en la fabricación de cintas magnéticas. ¿El motivo?: Las existencias mundiales de cintas de casete están disminuyendo. Frente al CD y luego el streamingo, se resistieron a desaparecer por completo para los amantes del sonido de las caras A y las caras B.

La empresa se llama Mulann y tiene una facturación de cino millones de dólares vendiendo cintas magnéticas para los billetes del metro y los peajes de las autopistas, así como cintas de audios para estudios de grabación y para los submarinos de la industria militar. De sus cuarenta empleados ahora ha dedicado cinco para desarrollar las nuevas casetes, explica Jean-Luc Renou, CEO de Mulann. Tras un año de investigación y 20 desaparecida del mapa, la K7 se vuelve a producirse en Francia.

"Partimos de una fórmula química que ya teníamos en la cinta de audio de alta calidad y tuvimos que resolver los problemas técnicos del recubrimiento (el soporte de plástico) y el corte", señala Renou, que recuerda que el grado de precisión se mide en micras.

En medio de las máquinas, algunas de las cuales evocan telares y con un fuerte olor a disolvente, Laurent, "operador de corte" de acuerdo con su término exacto, verifica cuidadosamente la calidad de las bandas. "¡Ponemos 89 metros en una casete de 60 minutos!", precisa.

Diseño deliberadamente 'vintage'

Las cintas, con un diseño naranja y negro deliberadamente vintage, se venden a 3,49 euros cada una, se producen a miles cada mes, y se exportan a replicadores, profesionales de sonido que graban el álbum.

La pyme exporta el 95% de sus casetes a países como Estados Unidos, Inglaterra, Alemania, Malta, Suecia, Israel, Uzbekistán o Kazajstán, afirma Theo Gardin, el director comercial, de 27 años de edad, quien no había conocido las alegrías (e inconvenientes) del walkman, las cintas que se enredaban y el truco del bolígrafo.

Para explicar este renovado interés, Ronan Gallou, gerente general, cree en la necesidad de "poseer objetos" en una era "en la que todo está desmaterializado".

'Bohemian Rhapsody', en casete

"Cuando escuchas música en Spotify o Deezer, a menudo es raro escuchar una canción completa, puedes cambiarla fácilmente. Con una cinta escuchas un trabajo musical completo, un álbum completo", argumenta, señalando que la banda sonora de Bohemian Rhapsody o un álbum del grupo francés Indochine se lanzaron recientemente con este soporte.

Para Jean-Luc Renou, todavía existe un pequeño lugar para el sonido analógico en el mundo actual de la música. "Tome el ejemplo de la calefacción: tiene radiadores en casa, es cómodo, es digital, pero además de eso, puede hacer un buen fuego. Eso es la casete o el vinilo", filosofa del director de la empresa.

En Rennes, al oeste del país, en un supermercado especializado en entretenimiento, no se ve ninguna casete. "Tuvimos algunas ventas, pero las demandas son extremadamente raras, no tiene nada que ver con el fenómeno del vinilo", reconoce un vendedor que prefiere permanecer en el anonimato.

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