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Votar a quien esté libre de sospecha

Almacén electoral en Valencia.

Almacén electoral en Valencia. / MIGUEL LORENZO

Recuerdo que leí, hace ya bastantes años, el libro ‘Las fórmulas de Peter’, de Laurence J. Peter (Plaza & Janés Editores, 1985). Este autor sugiere que cuando las personas ascienden a niveles superiores en sus cargos se vuelven incompetentes, y desde esta situación ya no es posible ascender más.

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Bien, me imagino a la mayoría de los diputados como gente competente y culta y, por qué negarlo, con sentido de Estado y ganas de que a todos los españoles nos vaya lo mejor posible. Dicho esto, ¿por qué entonces tanto atolondramiento, tanta farsa, tanta mentira, tanta corrupción enmascarada, tanta tozudez; en definitiva, tan poco entendimiento? Quizá de entre muchas otras razones, que seguro las habrá, la que más destaque sea la falta de competencia. La incompetencia. Ya la tenemos instalada: demasiado oficio, demasiada prepotencia, demasiado orgullo, demasiada codicia, sin ver que la realidad va cambiando y la política debe ser más versátil.

Han llegado a la cima, ¿para qué cambiar? Nos podemos preguntar si todos los españoles, repito, todos, queremos lo mejor para nuestras familias, igual que nuestros gobernantes, que sin duda también quieren lo mejor para todos, (o al menos es lo que me gustaría creer). Entonces ¿cómo es posible semejante estropicio político? ¿No debieran primar los intereses de todos los ciudadanos a los de nuestros representantes?¿No se debería haber intentado resolver el problema de Catalunya de una vez, con los años que lleva esto enquistado? ¿Qué ocurre? Nuestros políticos adolecen de falta de ética y se les ve por todos los rincones; desgraciadamente no hay solución ahora para esto.

Siento decirlo, pero deberíamos ir a unas terceras elecciones y esta vez votar no al más simpático ni al que más prometa, sino al que creamos más honrado, más libre de la sospecha de que detrás suyo haya un grupo empresarial. En definitiva, a alguien que no haya llegado a la cima y de verdad tenga ganas de hacer cosas. No hay que pensar mucho más, el movimiento se demuestra andando.

Me gustaría terminar con una cita del genial escritor indio Rabindranath Tagore, que creo que a cualquier político de los que tenemos les vendría bien recordar: “Dormía y soñaba que la vida era alegría, desperté y vi que la vida era servicio, serví y vi que el servicio era alegría”.

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