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Cuando el muro es también burocrático
La obra ’Kikito’, del famoso artista y grafitero francés JR. / David Maung (EFE)
Agnese Dotto
Pese a que en 2017 se registró una reducción del flujo de migración indocumentada en la frontera que separa México de Estados Unidos, e incluso el regreso de un gran número de mexicanos a su propio país, parece que la política de la nación vecina, Estados Unidos, ignora este hecho.
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En las líneas que siguen, no quiero centrarme en el fenómeno de la inmigración regular, de la cual mucho ya se dijo -y cuya importancia sigue quedando reflejada en la mayoría de los artículos de prensa-, sino en el carácter irregular del mismo y, sobre todo, en las recientes disposiciones que se tomaron a dicho respecto. A pesar del cambio que sufrió la inmigración de México a Estados Unidos en las últimas décadas, ¿es posible justificar las decisiones del nuevo gobierno estadounidense en materia de inmigración indocumentada? Creo que no.
Personalmente, a través de la lectura de la prensa, tanto española como mexicana, noté que son cada vez más los artículos que hacen hincapié en dicho tema, y que atestiguan lo absurdo de las medidas ejecutivas adoptadas por parte del presidente estadounidense, con el objetivo de que su nación se vaciase de los extranjeros -los inmigrantes procedentes de países tercermundistas- que intentaran aprovecharse del bienestar de su país. A este respecto, sería importante subrayar su rechazo radical hacia los mexicanos que eligen Estados Unidos como destino, donde, hoy en día, se les considera negativamente: se les acusa, de hecho, de ser criminales, mientras que, en realidad, solo salen de su país huyendo de la miseria en que viven.
Asimismo, entre las últimas acciones que afectan a los inmigrantes mexicanos, dos son las que más me impactaron: por un lado, la puesta en práctica de persecuciones, que pueden acabar con la expulsión contra los dreamers, quienes -en mi opinión- deberían ser considerados ahora ciudadanos de Estados Unidos, ya que aceptaron su reglamento; por otro, en consecuencia, la decisión de quitarles a los mismos la protección que el gobierno tendría que garantizarles.
Si bien es verdad que un jefe de estado tiene que promulgar leyes para proteger a sus ciudadanos, es fundamental que esa voluntad de salvaguardia no se convierta en un 'muro burocrático'.
Llegar a adoptar una actitud acogedora y tolerante hacia México -y demás países latinoamericanos- no sería sinónimo de impotencia o debilidad. ¿De verdad necesitamos erigir hasta fronteras burocráticas.
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