Entender + política y moda Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos

En la cabeza de Boris Johnson

Desde su etapa como alcalde de Londres, la mata de pelo de Boris Johnson ha sido un tema de Estado y se han buscado múltiples teorías estéticas para intentar comprender por qué un conservador se permitía tal nivel de dejadez pública

Boris Johnson anuncia su dimisión como primer ministro británico.

Boris Johnson anuncia su dimisión como primer ministro británico. / EFE / TOLGA AKMEN (Efe)

3
Se lee en minutos
Patrycia Centeno
Patrycia Centeno

Experta en comunicación no verbal.

ver +

No es que apareciera repeinado, pero varios analistas ingleses destacan en sus crónicas sobre la dimisión de Boris Johnson que el primer ministro presentó una imagen más cuidada que la que ofrece de costumbre. Como si por primera vez el hombre se hubiera mirado al espejo y descubierto que ese sempiterno descarado desorden que acompaña su aspecto no lo ayudaría a salir airoso en esta situación: “¡Oh, Dios mío, y yo con estos pelos!” Pero no era solo su cabellera rubia la que se había domado en cierta medida para finalmente ser decapitado, la corbata estaba en su sitio, la americana abrochada y la camisa no asomaba por fuera del pantalón. Desde su etapa como alcalde de Londres, la mata de pelo de Boris Johnson ha sido un tema de Estado y se han buscado múltiples teorías estéticas para intentar comprender por qué un conservador se permitía tal nivel de dejadez pública. Todo lo que envuelve, adorna y viste la cabeza (sea un velo, una corona o un peinado) lo asociamos al pensamiento y, en consecuencia, a la ideología. Por eso se hacía rara tanta rebeldía en el cabello de un ‘tory’.

El propio Johnson, tratando de justificarse ante la madre de un periodista que anhelaba entender por qué demonios su primer ministro aparecía así de zarrapastroso ante el mundo entero, llegó a asegurar que tenía un peine y lo usaba, pero que la naturaleza de su melena la hacía ingobernable. Sin embargo, la mata heredada de su padre, en su progenitor no tiene tantos problemas para redirigirse (solo hace falta buscar en Google). Cuando hemos tenido oportunidad de ver su despacho, también el desorden de su lugar de trabajo casaba perfectamente con su no peinado: parecía que un huracán había arrasado el número 10 de Downing Street. Siempre se presupone cierta anarquía en la mente de un genio y algunas personas desaliñadas se agarran orgullosas a tal disculpa. Pero para que tal pretexto sirva de excusa haría falta ser Einstein y lo siento, pero casi nunca es el caso.

Entretodos

Publica una carta del lector

Escribe un 'post' para publicar en la edición impresa y en la web

Noticias relacionadas

También existe la tendencia a considerar que la presencia caótica o desaliñada en una persona con una profesión o discurso serio o aburrido lo presentará como un tío simpático, divertido e inofensivo. Aunque Boris Johnson se antoje para los estetas (como la que escribe) como un simple patán; sé bien que muchos lamentan hoy su defunción política porque “por lo menos este nos hacía reír”. Y hay que reconocer que poner a gobernar a Mr. Bean ha dado momentos tan surrealistas como gloriosos en redes sociales: desde cuando se colgó y quedó atascado en una tirolina para defender el Brexit hasta cuando salía a correr con una especie de indescriptible pantalón/bañador/gayumbo de estampados temáticos diversos, se peleó con un paraguas en presencia del príncipe Carlos de Inglaterra, condujo el coche del personaje infantil Peppa Pig o, más recientemente, se quedó solo contemplando las obras de El Prado. Que un mandatario nos haga reír no tiene por qué ser necesariamente bueno (ni tampoco malo); pero la seriedad no evita que los demás se vean también como bufones y encima, además de robarnos el sueño, nos quiten ratitos de diversión.

Pero esta última supuesta estrategia también presenta algunas lagunas. Se sabrá que dar constantemente la impresión de que regresas de la desfasada despedida de soltero de un colega a altas horas de la madrugada y con algunas copas de más no es el mejor aspecto a proyectar cuando te afecta un escándalo como el del ‘partygate’. Sea por una razón u otra, lo que está claro es que si en política no te peinas, te acaban peinando.