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La ignorancia disfrazada de modernidad del Primavera Sound | + Historia

Los festivales de música suelen ser noticia por el cartel y los conciertos, pero estos días, en Barcelona, el Primavera Sound lo es por si se muda a Madrid. En medio de la polémica, la organización ha decorado el recinto con un mural de dudosa interpretación

El grafiti de Vrubel pintado en el muro de Berlín.

El grafiti de Vrubel pintado en el muro de Berlín. / Colin Smith

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Xavier Carmaniu Mainadé
Xavier Carmaniu Mainadé

Historiador

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A estas alturas no debe quedar nadie que no se haya enterado de que en Barcelona hay un festival musical llamado Primavera Sound que, para negociar su continuidad en la capital catalana, ha empezado a jugar la carta de Madrid. Es una táctica chantajista tan vieja como el intento de encaje de Catalunya en España que consiste en que, cuando alguien no consigue lo que quiere, dice que se va a la capital del reino, porque allí le tratan mejor.

En un acto más de este teatrillo, este fin de semana en el recinto del Fòrum donde se realizan los conciertos del Primavera, una pintura mural daba la bienvenida a los asistentes. La imagen es impactante: la alcaldesa Ada Colau y la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, besándose en la boca. Y encima, unas palabras en ruso que podrían traducirse, más o menos, como “Dios mío, ayúdame a sobrevivir”.

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De la misma forma que, tal y como ya se explicó aquí mismo, Rigoberta Bandini intentó convertir ‘La libertad guiando al pueblo’, de Delacroix, en una referencia feminista en su famosa canción, con el mural nos encontramos ante otro caso de ignorancia sideral acerca del significado que tiene el referente en el que se inspira la obra.

Este mural es una adaptación del grafiti que hizo Dmitri Vrubel en el Muro de Berlín en 1990, donde se veía a Leonid Brézhnev, jefe de Estado de la Unión Soviética, y a Erich Honecker, presidente de la República Democrática Alemana, besándose en la boca. El artista ruso se inspiró en una foto de 1979 en la que los dos políticos se saludaban de este modo tan sorprendente. Sorprendente para nosotros, pero no para sus protagonistas.

Todo había empezado a finales del siglo XIX, cuando los militantes socialistas se besaban en las mejillas como símbolo de igualdad, fraternidad y solidaridad. Después, la costumbre también fue adoptada por los comunistas como un acto de compañerismo, y con el establecimiento de la URSS, el saludo besucón se institucionalizó. Durante la Guerra Fría, con el hermetismo característico del Kremlin, los analistas políticos intentaban adivinar el nivel de buena relación que tenían dos líderes en función de cuántos besos se daban y la efusividad que ponían en ello.

El colmo era cuando se hacían uno en cada mejilla y un tercero en la boca, que es justo el momento que inmortalizó al fotógrafo Régis Bossu el 7 de octubre de 1979 en Berlín oriental. Se celebraban los actos del 30º aniversario de la fundación de la RDA. Apenas dos días antes se había firmado un acuerdo de mutuo apoyo por 10 años en virtud del cual los alemanes orientales proveerían a la Unión Soviética de barcos, maquinaria y productos químicos; mientras que Moscú enviaría combustible y equipamiento nuclear a la RDA.

El beso quizá transmitía muy buen rollo, pero no era cuestión de tocar las narices a Brézhnev. Durante su mandato, la URSS desplegó una actividad exterior muy intervencionista. Consideraba que su país era el Estado guía del comunismo y que, como tal, tenía potestad para inmiscuirse en los asuntos internos de sus aliados porque, según él, tenían la soberanía limitada. Y no eran solo palabras. Siguiendo la que se conocía como ‘Doctrina Brézhnev’, en 1968 Moscú ya había mandado tropas a Checoslovaquia para reprimir la Primavera de Praga, que no era otra cosa que un tímido intento aperturista del país. En cambio, con la RDA tenía mayor sintonía, pues Honecker aplicaba el comunismo con mano de hierro (solo hay que recordar que su policía secreta, la Stasi, era una de las más temidas del mundo).

Ahora bien, ese beso en la boca, por más efusivo que fuera, no era entre dos iguales. Quien mandaba era la URSS. Tocaría preguntar a los del Primavera cuál de las dos políticas pretenden que se imponga a la otra. El mural no tiene ningún tipo de conexión ni con la foto de 1979 ni con el grafiti de Vrubel, que por cierto tituló ‘Dios mío, ayúdame a sobrevivir a ese amor mortal’. Se ve que lo de “a ese amor mortal” no cabía en la pared del Primavera.

Cuando desconoces los referentes y los banalizas para conseguir el impacto mediático y la viralización terminas por hacer el ridículo, por más moderno que te consideres. Cuando de moderno no tienes nada.

 


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Versiones

 El mural de Vrubel ya se había versionado en otras ocasiones. En Inglaterra, por ejemplo, durante la campaña por el referéndum del Brexit hicieron uno con Boris Johnson y Donald Trump de protagonistas. Y en Lituania otro, también con el presidente de EEUU, pero esta vez con Vladimir Putin, junto al lema ‘Make everything great again’, inspirado en el eslogan ‘trumpista’.