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El pecho estilo Delacroix | + Historia

Mientras Rigoberta Bandini cantaba al pecho de Delacroix, la 'conselleria' de Cultura anunciaba que priorizará la compra de obras de mujeres artistas para incorporar la visión de género en los museos. Una asignatura todavía pendiente.

Un autorretrato de Lluïsa Vidal de 1899.

Un autorretrato de Lluïsa Vidal de 1899. / MNAC

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Xavier Carmaniu Mainadé
Xavier Carmaniu Mainadé

Historiador

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Parece que ya ha bajado el suflé de la polémica por el Benidorm Fest. Como todo lo que crece hinchado por el microclima caldeado de las redes sociales, este tema se ha expandido y disuelto a la velocidad de la luz. Una de las canciones más aclamadas por el público fue 'Ay mamá' de Rigoberta Bandini. La letra contiene una evocación pictórica: “Paremos la ciudad, sacando un pecho fuera al puro estilo Delacroix”.

La canción hace referencia al cuadro 'La libertad guiando al pueblo', pintado por Eugène Delacroix para conmemorar la revolución que se vivió en Francia en 1830 contra el rey Carlos X. Quien tiene el pecho fuera es una mujer que ondea la bandera tricolor y sostiene un fusil. Pero en realidad es la alegoría de esa libertad que marca el camino a los sublevados. Nuestros lectores que hayan visitado el Louvre quizás recordarán la tela, porque es una de las estrellas del museo parisino que, como la mayoría de los de su nivel, está monopolizado por pinturas firmadas por hombres. Es fácil responder de manera casi instintiva que esto ocurre porque no había mujeres que cogieran el pincel. Mentira. Invito a nuestros lectores a visitar el blog del Museu Nacional d’Art de Catalunya y leer el artículo que Ingrid Vidal publicó en marzo de 2020 sobre las mujeres artistas en los museos. Más que un texto es un recital, en el que desmonta todos los tópicos que la mayoría hemos utilizado para barnizar nuestra mal disimulada ignorancia.

Vidal explica que los museos son una herramienta más del poder. Ofrecen una visión parcial, escogida de forma subjetiva, donde se priorizan unas temáticas y unos autores por encima de los demás. Por ejemplo, en el siglo XIX, la pintura de historia como la del Delacroix era la mejor valorada porque tenía una voluntad de pedagogía moral hacia el público. Solo había un pequeño problema: nunca podían pintarla mujeres. Para ese tipo de cuadros era imprescindible saber anatomía para representar los cuerpos humanos correctamente. Pues resulta que las chicas estudiantes de arte no podían asistir a las clases de anatomía porque se hacían con modelos reales y eso les habría obligado a contemplar cuerpos desnudos, lo que era considerado una indecencia para la mentalidad burguesa del ochocientos. En consecuencia, las artistas se veían relegadas a pintar temas considerados menores, como paisajes o naturalezas muertas, donde lo más anatómico que había era una cesta de higos o un ramo de nardos. Sin embargo algunas consiguieron romper barreras. En Catalunya, por ejemplo, sobresalió la pintora Lluïsa Vidal Puig. La única artista femenina de finales del siglo XIX y principios del siglo XX que consolidó una carrera públicamente reconocida.

Además, el ideal femenino de la época reducía la condición de mujer a ser esposa y madre. Era impensable que una chica pudiera dedicarse profesionalmente al arte. Una pintora, pues, nunca podía hacer un cuadro como el que firmó Delacroix y que ensalzaba Bandini en su canción, donde la mujer que aparece no es ni real, sino una simple alegoría que no tiene identidad.

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En los últimos años se han empezado a oír voces de especialistas reclamando que los museos hagan una nueva mirada al arte y no se limiten a dejar que lo monopolicen hombres blancos occidentales. En este sentido, las instituciones han iniciado políticas de adquisiciones para ampliar sus colecciones. Especialmente se fijan en mujeres artistas contemporáneas. Esto asegura que en un futuro, cuando se estudie el siglo XXI, se tenga una visión más acotada a la realidad. Ahora bien, queda un reto mayúsculo pendiente: explicar que esta variedad también existió en otras centurias y que durante el Renacimiento, el Barroco o la Ilustración también había pintoras en las cortes de los nobles que se ganaban la vida con los encargos que recibían, como el caso de Angelika Kauffmann, famosa por sus retratos. Si ahora no conocemos su nombre ni el de tantas otras es porque deliberadamente su producción artística ha acabado en al abismo de los depósitos y almacenes, en vez de presentarla al gran público colgando sus telas en las salas de exposiciones. Allí siguen reinando el pecho de Delacroix y compañía.


Fuera del canon

Los museos no son espacios petrificados, donde las obras de arte se mantienen de forma inalterable. Poco a poco, sus responsables van corrigiendo los discursos anticuados y se están haciendo esfuerzos para visibilizar artistas que en otras épocas habrían sido consideradas fuera del canon. Pero esto solo es posible cuando la sociedad empuja y lidera el cambio.

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