Entrevista

María Florencia Freijo: “Los varones han monopolizado el uso del dinero”

La politóloga especializada en perspectiva de género en el sistema judicial María Florencia Freijo (Mar del Plata, 1987) repasa desde una perspectiva histórica cómo han sido formadas las mujeres durante siglos para estar siempre al servicio de los demás, cediendo espacios de libertad. En (Mal) Educadas (Temas de hoy, 2021) ofrece claves para entender por qué todavía hoy siguen reproduciéndose los roles tradicionales.

Maria Florencia Freijo

Maria Florencia Freijo

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Eva Cantón
Eva Cantón

Periodista

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-Si las mujeres son las que se encargan mayoritariamente de las labores educativas, ¿cuál es su responsabilidad en la perpetuación de un modelo que limita su poder?

Pensar en nuestra responsabilidad como educadoras primarias tiene la respuesta en la misma pregunta. ¿Por qué además de estar educadas para cuidar en exclusividad somos las culpables de este sistema? Por supuesto que también reproducimos modelos de pensamiento patriarcales, pero creer que la educación de un individuo pasa solo por su madre es ponernos demasiado peso sobre nuestros hombros. Las ausencias también educan, como la falta de afectividad en la masculinidad, los libros de historia sin mujeres o la publicidad. 

-Dice que para romper los estereotipos la mujer debe romper también su profundo miedo a estar sola. ¿Cree que esa una traba para avanzar hacia la igualdad?

Entre las barreras que tienen que transformarse está el profundo miedo a la soledad, porque estamos educadas en un ideal romántico, pero esta no es, en absoluto, la principal traba para avanzar. La principal es que los hombres se comprometan a dejar de reproducir mecanismos de exclusión en los puestos de poder, porque no llegamos al 20% de representación en los cargos de decisión de ninguna empresa. Llevamos siglos luchando por nuestros derechos políticos, civiles, reproductivos y sexuales. ¿Cuándo van a dejar de oponer resistencia los varones? El primer cambio es ese.

“Creer que la educación de un individuo pasa solo por su madre es poner demasiado peso en las mujeres. Las ausencias también educan”

-¿Qué significa exactamente que el dinero tiene sexo?

Hago referencia a la obra ‘El sexo oculto del dinero’ de la psicóloga Clara Coria, que ha estudiado ese tema durante años. Si hablo de éxito ¿piensas en un hombre o en una mujer? ¿Por qué los hombres ganan más? ¿Por qué ganan más cuando se convierten en padres y las mujeres ganan menos cuando son madres? La respuesta es que quienes han monopolizado el uso del dinero han sido los varones. A través de ese dinero, que los catapultó a puestos de liderazgo, pudieron seguir reproduciendo mecanismos que a nosotras nos han relegado a las actividades de cuidado. En el mundo, siete de cada diez mujeres son pobres. ¿Cuántas mujeres hay entre las 10 personas más ricas del mundo? Ninguna. ¡Vaya si el dinero tiene sexo!

-No sé si sabe que en el Congreso de los Diputados un miembro de Vox llamó “bruja” a una diputada socialista. ¿Por qué recupera la ultraderecha ese arquetipo? ¿Cuál es su hipótesis?

Creo que las derechas han encontrado electores por el fracaso de los gobiernos progresistas en la redistribución de la riqueza y por la profunda resistencia al feminismo. Las derechas, al menos en América Latina, ya no hablan de la izquierda sino que van contra la ideología de género, contra “esas feministas". Cuando hablan de los valores de la familia delimitan de nuevo a las mujeres buenas de las brujas/malas. Los hombres no lidian con esa dicotomía porque su reputación no está fragmentada en su vida privada y pública. Desde siempre "las buenas" son las damas que hablan bajo, las que no disputan el poder con otros hombres.

-¿Qué impacto físico y psicológico conlleva estar formadas para ser buenas?

Es difícil de medir, pero los estudios de estos últimos diez años nos hablan de un deterioro en la salud emocional y mental de las mujeres. Si sumamos las consecuencias físicas de la cantidad de tratamientos estéticos a los que nos sometemos, el impacto es enorme. Nos deprimimos más, estamos más medicadas, -o mal medicadas por una medicina androcentrista- y hay una enorme carga mental relacionada con cómo ir por la calle para no ser atacadas, cómo vestir o cómo responder a un jefe.

Las derechas, al menos en América Latina, ya no hablan de la izquierda sino que van contra la ideología de género”

-¿Deberíamos rebelarnos contra el piropo? ¿Contra los comentarios sobre nuestro cuerpo que no hemos pedido a nadie?

Sí, determinantemente. El piropo callejero se sustenta en la base de que el espacio público les pertenece a los varones y allí pueden decir cualquier cosa. No se trata de a quién le gusta y a quién no. Se trata de que millones de niñas son observadas –la mayoría de las veces por hombres mayores- y esto es intimidatorio. Cuando vamos por primera vez solas por la calle, hay un miedo familiar a lo que los hombres puedan hacernos. En cambio los niños circulan en total libertad.

-¿Lo que nos propone en el libro es dejar ser buenas y empezar a estar (bien) educadas?

Es difícil estar 'bien' educadas en una sociedad que sigue educando para la desigualdad. Invito al lector a bucear por los vídeos más vistos por niñas y niños. ¿Cuáles tienen millones de usuarios? Los de niñas de ocho años que enseñan a pintarse las uñas y a limpiar la casa y de niños de la misma edad que te explican cómo configurar una consola de videojuegos. Más pronto que tarde, escribiré ‘Mal Educados’, pero mientras tanto acceder al conocimiento brinda libertad.

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-¿Cómo ve la situación de la mujer en su país, Argentina?

Argentina y España no tienen cifras muy distintas en desigualdad de género pero Argentina está en una región enormemente desigual. Además, desde las últimas elecciones, hay un surgimiento de la derecha más arcaica y de la polarización política. Creo que la pandemia nos replegó y ahora depende de nosotras volver a organizarnos para mantener la unión construida en las calles. Hoy todo el mundo sabe qué significa un pañuelo verde [símbolo del derecho a la legalización del aborto] pero aún nos queda mucho por avanzar. El peor error que podemos cometer es creer que con la promulgación de la ley del aborto legal en 2020 la lucha terminó.