Ágora

Sinhogarismo no es solo vivir en la calle

Los trabajadores sociales atienden a núcleos familiares que deben convivir en menos de 10 metros cuadrados, compartir la vivienda con desconocidos y hacer turnos para ir al baño

Una persona sin hogar duerme en una calle de la capital catalana.

Una persona sin hogar duerme en una calle de la capital catalana. / AYUNTAMIENTO DE BARCELONA

2
Se lee en minutos
Salvador Busquets
Salvador Busquets

Director de Càritas Diocesana de Barcelona

ver +

Ya han pasado más de dos meses desde que se celebraron las elecciones al Parlament de Catalunya, pero hay debates que aún no se han puesto sobre la mesa en la formación del nuevo Govern: el sinhogarismo. Son varias las causas que llevan a las personas a malvivir en la calle, y nos equivocaríamos si centráramos toda la responsabilidad a la administración. Como sociedad, nos hemos acostumbrado a mirar hacia otro lado, a ignorar las situaciones difíciles, hasta que estas nos golpean directamente. Todos nosotros, y no sólo la administración, debemos volcarnos en analizar y comprender cuáles son las posibles soluciones ante el sinhogarismo.

Las personas sin techo son el eslabón más débil y visible de la vulneración del derecho a la vivienda. Vivir y pernoctar a la intemperie, sumado a una dificultad manifiesta para acceder a una vivienda asequible, sitúa a muchas personas al límite, hasta el punto de lamentar que 70 personas que vivían o habían vivido en las calles de Barcelona perdieran la vida durante el 2020.

Unas 1.300 personas en Barcelona no tienen un techo, pero una persona en situación de sinhogarismo no es solo aquella que vive en la calle, sino también la que no tiene un hogar digno, y aquí nos encontramos que cerca de un millón de personas en la diócesis de Barcelona sufren exclusión residencial en todas sus formas. Los trabajadores y trabajadoras sociales de Cáritas Barcelona nos explican que diariamente atienden a núcleos familiares de tres o más personas que deben convivir en menos de 10 metros cuadrados durante todo el día, compartir la vivienda con desconocidos, hacer turnos para ir al baño, o que sólo pueden cocinar durante unas horas del día. La precariedad laboral provoca que muchas personas no tengan suficientes ingresos para llegar a fin de mes. Esto, sumado al elevado precio de los alquileres, hace que no puedan permitirse un alquiler asequible y un hogar digno.

Juliana pasó el confinamiento con 10 familiares en el barrio de Bellvitge, Paula se vio obligada a vivir con su pareja y sus hijos en el almacén de un restaurante, y Pamela y su hijo de 14 años cambiaron de domicilio hasta tres veces durante el estado de alarma. A raíz del covid-19, las familias se han visto obligadas a permanecer muchas más horas en estos espacios que no consideramos un hogar, y esto ha supuesto un mayor sufrimiento, angustia y conflictos con las otras personas convivientes del domicilio.

Noticias relacionadas

Reivindicamos la función vital y social de la vivienda como espacio de protección, donde cuidarnos, acceder y disfrutar de los derechos, donde realizarnos como personas. Porque el sinhogarismo es siempre una vulneración de derechos.

Pedimos al Govern que se pueda formar en las próximas semanas que se anticipe a la pérdida del hogar, que garantice el acceso a los recursos adecuados, impulse medidas de acceso a una vivienda pública de alquiler social y despliegue de una vez por todas la 'Estrategia Integral para el abordaje del Sinhogarismo en Catalunya', para hacer efectivo el acuerdo de Govern de 2016 por el que se aprobaba su elaboración.