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Asesores sin príncipe

Diputados tránsfugas, mociones de censura fallidas, elecciones anticipadas... Parece el resumen de una serie pero es la crónica de la política española

El presidente de la Comunidad de Murcia, Fernando López Miras.

El presidente de la Comunidad de Murcia, Fernando López Miras. / Marcial Guillen (EFE)

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Xavier Carmaniu Mainadé
Xavier Carmaniu Mainadé

Historiador

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Las disputas entre partidos en Catalunya y las maniobras en Madrid, tanto de la izquierda como de la derecha para intentar vencer en las próximas elecciones hacen inevitable frotarse los ojos y asegurarse de no estar reviviendo alguna serie de estas tan de moda en los últimos años. Se puede elegir la que se quiera, desde ‘House Of Cards’ hasta ‘Juego de tronos’.

En todas siempre aparecen unos personajes situados en la segunda fila que manejan el cotarro. En la política de verdad, la que va sin guion, también existen. Como bien explicaban en este mismo periódico Juan Fernández y Eva Cantón, es el papel que interpretan los famosos asesores. Personajes que nadie vota pero que el misterio y el secretismo dotan de una aureola de poder que todo lo puede. La ficción televisiva nos los hace imaginar tramando conspiraciones que funcionan como un reloj. Pero no. Su visión a corto plazo para apagar el incendio de turno antes de que queme a alguien de los suyos recuerda más a las películas de Berlanga, los guiones de Azcona y los tebeos de la '13, Rue del Percebe' de Ibáñez.

Maniobras florentinas

Hay que reconocer, sin embargo, que la cultura audiovisual americana ha arrinconado expresiones como "maniobras florentinas" o "maquiavelismo", tan habituales en otras épocas. Y eso que Maquiavelo quizá ahora sería uno de estos asesores. Ha pasado a la historia por ser el autor del ‘Príncipe’, el libro que enseña descarnadamente cómo funciona la política. Por lo menos eso es lo que se dice, pero en realidad lo escribió para encontrar trabajo.

Maquiavelo trabajó para el Gobierno de Florencia hasta que en 1512 los Médici recuperaron el poder y él cayó en desgracia. Entonces, para ganarse su confianza, quiso redactar una especie de manual dedicado a Giuliano de Medici, que estaba destinado a ocupar el poder de una parte de la península italiana gracias a las maniobras de sus parientes. Hay que tener presente que entonces Italia no existía, ya que su unificación no llegó hasta el siglo XIX, y el territorio estaba repartido entre repúblicas, reinos y derivados.

Un príncipe nuevo

Giuliano estaba llamado a convertirse en lo que Maquiavelo llamaba un príncipe nuevo, por eso la razón del título del libro donde consideraba que, para un gobernante, era más importante ser temido que amado, y mejor si era visto como un hombre cruel y tacaño que no piadoso y generoso. Sabía de qué hablaba. Había visto el poder de cerca y ofrecía su experiencia al servicio de quien parecía que tenía todos los números para llegar muy arriba con la esperanza de conseguir un buen cargo. Pero aquello no fue precisamente una jugada maestra. Giuliano nunca fue príncipe de ninguna parte y Maquiavelo buscó otra sombra donde encontrar cobijo: Lorenzo de Médicis. La nueva apuesta tampoco fructificó.

Un escritor prolífico

Aunque Maquiavelo se identifica casi exclusivamente con ‘El Príncipe’, fue un escritor prolífico con una larga lista de títulos que van desde el análisis político, con obras como ‘Discursos sobre la primera década de Tito Livio’, ‘Historias florentinas’ o ‘Del arte de la guerra’, a piezas teatrales como ‘La Mandrágora’ y poemas satíricos como ‘Asino d'Oro’.

Entonces sus amigos distribuyeron copias manuscritas del ‘Príncipe’ por toda Italia con la idea de promocionarlo y el libro empezó a circular... pero su contenido se volvió en contra del autor. Afortunadamente para él, no tuvo demasiado tiempo de experimentarlo porque murió en 1527.

Vaticano censor

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Nadie había tenido la osadía de hablar tan claro ni de separar la moral de la política. Muchos se hicieron los ofendidos y criminalizaron el libro, como si los poderosos hubieran necesitado instrucciones para maniobrar como más les hubiera convenido. El Vaticano lo prohibió en 1559, pero los países protestantes no hicieron ni caso. En las islas británicas y centro Europa circuló sin ningún problema, al igual que en Francia.

En tierras hispánicas, más que el Vaticano mandaba la Inquisición, que curiosamente no lo censuró hasta 1583. A pesar de esta libertad, no se tradujo a ninguna de las lenguas peninsulares. Explicar el porqué de la falta de versiones adaptadas genera debate entre los estudiosos. Unos dicen que es porque las élites lo leían en versión original, pero en cambio en Francia sí se publicaba en francés. Otros sostienen que solo llegó a una élite muy reducida, a diferencia de otros países donde tenía muchos más lectores. Viendo lo sucedido en los siglos siguientes esto ayudaría a entender muchas cosas.

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