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Alberto Juanilla: «Yo veo el final de la bolsa de sangre que donas»

'Bloodfluencer'. El banco en el que trabaja mueve materia que ni se vende ni se compra, se dona

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Carme Escales
Carme Escales

Periodista

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A los servicios de hematología, oncología, urgencias y quirófanos de un hospital, llega cada día plasma, plaquetas y glóbulos rojos de donantes. Personas que se han detenido unos minutos de su vida dejando salir de su vena salud para recuperar la de otros que ni conocen. En manos como las de este enfermero de transfusiones del Hospital del Vall d’Hebron, Alberto Juanilla (Barcelona, 1977), culminan esos viajes altruistas. Sangre que entra en otro cuerpo a abrazar la vida de células ajenas, al son de un nuevo latido. Hasta el próximo viernes, la Marató de Donants de Sang espera 10.000 donaciones en un intenso reclamo invernal. El resto del año, mensajes como los que Alberto deja en Instagram van sumando conciencia sobre el valor de nuestra sangre.

¿Qué motivó sus ganas de abrir la cuenta en Instagram @Bankhero77 donde muestra el backstage: extracción, escrutinio y destino de la sangre que donamos?

Me daba la sensación de que ni los propios compañeros sanitarios del hospital conocen el trabajo del Banc de Sang i Teixits. Y, pensando en ellos que, además, curiosamente son de los que menos donan, sea por sus horarios laborales, que ya pasan todo el día en el hospital, o no sé, pero también teniendo en cuenta a toda la gente que sí es donante, me pareció interesante mostrarles nuestro trabajo y adónde va su sangre.

Cuando usted recibe la sangre para infundir ¿Se pregunta quién la habrá donado?

No. Pero cuando yo doy busco a qué hospital acaba llegando. Y me gusta preguntar a la gente que me dice que es donante por qué empezaron a donar. Muchos me explican que fue a partir de la necesidad de algún familiar de recibir sangre en un momento puntual, una operación o accidente, empezaron a donar y les cambió el chip.

¿Y usted cómo empezó?

Tarde. Yo ya trabajaba en el Banc de Sang i Teixits del Hospital del Vall d’Hebron como enfermero pero no era donante. Fue un amigo al que le sorprendió que yo no donara el que me hizo sentir la incongruencia.

¿Por qué no lo hacía?

Cuando me toca a mí, soy muy aprensivo. Prefiero ni mirar cómo me pinchan.

En cambio pinchar no le impresiona. O fue de los estudiantes en prácticas que se desmayan el primer día que actúan.

No. Pero aquel olor a hospital que sentí la primera vez que entré para hacer mis prácticas no se me olvidará jamás. Por un momento me dije: donde me estoy metiendo, porque yo antes de estudiar enfermería no había tenido contacto con hospitales.

¿Ahora qué le agradece a su profesión?

Mira, hace poco fui a transfundirle a una señora de 102 años, superlúcida. En casos como el suyo, con el corazón delicado, fraccionamos la transfusión en dos para hacerlo más lentamente. Al acabar, me cogió las manos y me las besó. Creo que en pocas profesiones tienes una recompensa así. La mayoría de gente es superagradecida.

En su dedicación, el contacto con el paciente en el hospital tiene un gran peso. La enfermería es un gran cojín.

Mi vocación, en realidad, nació a través de la empatía con los pacientes. La enfermería no la concibo sin empatía. Y empatía y altruismo van con el carácter.

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Su cuenta en Instagram supera los 3.170 seguidores, ¿Hay algún mensaje que le hayan aplaudido en especial?

Claramente, fue la foto que puse después de un trasplante de pulmón a un chico de 16 años. Preparé un mosaico con 24 bolsas de sangre, 15 de plasma y 8 de plaquetas y lo fotografié. Junto a la foto escribí: 16 añitos bien valen la pena para nuestro trabajo en el banco de sangre y el de todos los sanitarios que hemos participado en el trasplante. Yo veo el final de la bolsa de sangre que donas, por ello quiero contarlo.