Gente corriente

Òria Vertedor: "He hecho un perfume de piedra volcánica con musgo"

Desde una casita aislada en La Fageda d'en Jordà, embotella el alma del bosque

Oria Vertedor

Oria Vertedor / JOAN CASTRO / ICONNA

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Gemma Tramullas
Gemma Tramullas

Periodista

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Para llegar a La Triola no sirven los mapas ni el GPS. En esta casita perdida en la zona volcánica de La Garrotxa, junto a la impresionante Fageda d’en Jordà, vive Òria Vertedor (Olot, 1988), que se dedica a destilar plantas aromáticas y medicinales para hacer hidrolatos (aguas florales), aceites esenciales, cremas, ungüentos, perfumes… (www.oriacosmetica.com). Con sus muebles hechos con raíces de árboles, la vivienda parece la casa de un hobbit. La propia Òria está tan integrada en el bosque que tiene un aire de duende.

Cuentan que en La Fageda hay duendes. ¿Los ha visto?

(ríe) No, pero los niños sí que los ven y yo les digo que los agujeros de las hayas donde se almacena el agua son jacuzzis de hadas. No sé si habrá duendes y hadas, pero para mí es un lugar mágico. 

¿Cómo encontró esta casa tan aislada?

Un día me perdí en el bosque y la vi. Había estado habitada por una mujer mayor que vendía leche de burra, pero llevaba 25 años vacía. Le propuse al propietario quedarme a vivir a cambio de cuidar la casita y el bosque.

Ahora vive con su pareja, pero al principio estaba sola y sin teléfono.

El primer invierno fue muy duro. Hacía tanto frío que calentaba piedras, las envolvía con toallas y me las ponía en la cama. Aquí te encuentras contigo misma y con tus fantasmas, sobre todo el miedo y la soledad.

¿Por qué buscaba estar tan sola?

No quería vecinos. Soy muy sociable, pero si quiero compañía voy a buscarla. También quería tener una plantación de plantas medicinales y necesitaba un lugar libre de contaminación.

¿Cómo se aficionó a las plantas?

De niña vivía en Olot y salía con una vecina al bosque para ir a buscar flores y hacer ramos. Me pasaba el día oliendo las flores como una loca y luego jugaba a macerarlas. Años después fui a un taller de plantas medicinales donde estaban destilando salvia y cuando sentí aquel olor supe que aquello es lo que quería hacer. Así que me compré un alambique y empecé a producir.

Ahora tiene el taller en casa.

Yo recolecto, destilo y etiqueto, y también tengo una parte de la producción en un laboratorio. Acabo de publicar un libro sobre los hidrolatos, que es uno de los productos de la destilación junto a los aceites esenciales. He llegado a destilar piedra volcánica con musgo para hacer un perfume de hombre.

¡Piedra volcánica con musgo! La esencia de La Fageda.

También llevaba cedro. ¡Es un bomba! Precisamente lo que se extrae con el alambique es la parte volátil de la planta, el principio activo máximo, que es lo que huele, el alma de la planta.

Usted embotella el alma de la naturaleza.

Yo lo vivo totalmente así y por eso hago una recolección respetuosa en función de los ciclos de la luna. Por ejemplo, si quiero hidrolato de lavanda la cosecho y la destilo cerca de la luna llena, que es cuando la savia sube por el tallo con los nutrientes y huele más.

¿Qué plantas son las más habituales para hacer hidrolatos?

En casa tengo tomillo, romero, salvia, Maria Luisa, lavanda, ruda, estevia… y en La Fageda crece hipérico, milenrama, violetas, llantén… La recolección es de marzo a octubre y me lleva hasta el Prepirineo y el Pirineo. La recolección es la esencia de mi marca y de mi vida, porque me permite estar en contacto con la naturaleza.

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Como cuando iba a buscar flores con su vecina.

Sí, no quiero perder la esencia del proyecto. Yo le ofrezco algo a la planta y ella me lo devuelve. Es una conexión sensorial total.