«El arte se enriquece compartiéndolo»

Alter Krapp cree en la experiencia artística comunitaria y trabaja en consecuencia: en centros de internamiento juvenil, por ejemplo. También es docente e investigador universitario

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«El arte se enriquece compartiéndolo»_MEDIA_2 / CARLOS MONTAÑÉS

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Mauricio Bernal
Mauricio Bernal

Periodista

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Dado que este hombre es un convencido de que «la pintura es acción», y dado que cree en «el arte participativo» y «en contacto con su entorno», es natural que un día se desplace a un centro de internamiento de jóvenes, Can Llupià, por ejemplo, a pintar con los internos; o que coordine a los alumnos de una escuela del barrio, la Escola Farigola, por ejemplo, mientras pintan un mural solidario (foto); incluso, que salga a la calle enmascarado. «Hay que interactuar», dice. Alter Krapp es su nombre de artista, pero en otra vida es Andrea Noferini, natural de Florencia, nacido en 1972, doctor en Ciencias Sociales. Docente e investigador en la Universitat Pompeu Fabra y en la Autònoma de Barcelona. Un académico.

-Pues sí. Son como vidas paralelas, ¿no?

-Verá, durante años he procurado mantener a distancia estas dos vidas, como usted dice: tener un seudónimo es muestra de ello. Pero en ciertos asuntos se entrecruzan.

-¿Por ejemplo?

-No sé, a mí siempre me ha interesado la política: es la razón por la que estudié, y en un sentido amplio creo que se puede decir que lo que hago tiene un componente político.

-Yo creo que lo tiene, sí.

-Pero también se entrecruzan en cuestiones más concretas. Por ejemplo, el trabajo que he hecho en los centros juveniles lo he podido hacer gracias a la Fundació Autònoma Solidaria. En este país, actuar por cuenta propia en estos asuntos es complicado.

-¿Cómo fue aquello?

-Les presenté un proyecto. Yo proponía hacer entrar la pintura en los centros de internamiento, y hacerlo trabajando el proceso creativo de forma compartida.

-¿Con qué objetivo?

-Mi objetivo nunca ha sido terapéutico. Mi objetivo es ir y pintar con ellos, poner en sus manos unas herramientas y ver qué hacen con ellas. Y comprobar que de ahí pueden salir cosas muy interesantes.

-¿Obras de arte?

-No sé si obras de arte, pero cosas con calidad artística, sin duda. No se trata de nada en plan: «Ay, mira qué bonitos los dibujitos que pintan en la cárcel». No es eso.

-Entiendo que aquí la expresión clave es «arte participativo».

-Sí, pintura comunitaria, arte participativo. Acercar la pintura a la gente, poner a su alcance la posibilidad de pintar. Creo que el arte se enriquece compartiéndolo.

-De todos modos, veo que tiene cierta tendencia a trabajar en entornos… marginales. Centros de internamiento… Un manicomio en Buenos Aires, ¿no?

-Pero no porque piense que no se puede hacer en cualquier sitio. Por ejemplo, ahora estoy pensando en hacerlo en un supermercado. No sé: montar una exposición y darle a la gente pinceles mientras hacen la compra. El artista debe ser como el panadero. Conectado con su barrio, su entorno.

-Pero también es artista de estudio, ¿no?

-También, también. Trabajo en mi casa, expongo en galerías…

-¿Y en la calle?

-Sí, he hecho murales… últimamente en sitios permitidos. Claro que he salido, pero ya soy muy viejo para tener problemas con la policía. Pero no descarto acciones alegales en la calle. La calle me interesa.

-Me decía que a veces sale enmascarado.

-A veces. Es un juego, una interacción. Una vez iba de traje y corbata y con la máscara, y paré un taxi pensando que el taxista no me dejaría subir, pero qué va: lo pilló enseguida. Los taxistas están muy curtidos.

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-Viendo a ver qué pasa, ¿no? Siempre está viendo a ver qué pasa, a ver qué sale.

-¿Sabe cómo me defino yo? Como un investigador. Es una palabra que me gusta, y que se puede aplicar a mis dos vidas.