LAS PLAYAS DE LOS LECTORES

La fiesta del amor

La recomendación de Francesc Buixeda. 67 años. Jubilado de Blanes.

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La fiesta del amor TODOS_MEDIA_2 / FERRAN SENDRA

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MARC ESPÍN
BLANES

Cada 28 de julio desde 1906, la playa de Sant Francesc -conocida como Cala Bona- acoge el Aplec de l'Amor. Es el broche de oro de la fiesta mayor de Blanes. Hoy ha recuperado la popularidad y muchas de las costumbres de las que gozó hasta el estallido de la guerra civil. Los vecinos de Blanes llegaban por mar, en sus menorquinas de madera, o a pie, por los caminos de montaña, donde se enamoraban los jóvenes cuando el cerro era viñedo sin urbanizar y las retamas perfumaban el aire. Era costumbre llevarse la merienda o la cena y comer y beber sobre montículos de arena hechos con las manos que se cubrían con manteles y servían de mesa. Después, se bailaban sardanas. Los músicos tocaban sobre las rocas que hay junto a la orilla.

Se dice que el aplec es el del amor por la fraternidad que se creaba entre personas de todos los estamentos sociales que acudían a la fiesta. Según otra versión, compartida por Francesc Buixeda, la denominación viene de los encuentros que se vivían en el camino de ida y vuelta a Cala Bona, en los que prendía con frecuencia la pasión. Algunas parejas se descubrieron allí. No es el caso de Francesc, que había venido antes de conocer a su esposa, pero sin romances. «Nunca pasó nada», dice riendo. Con la única mujer con la que ha disfrutado de Cala Bona ha sido con la suya, cuando se enamoraron y después, durante toda una vida, con sus hijos, que ahora son mayores y frecuentan más que ellos este mar azul e inolvidable, que es turquesa en la orilla y marino en el horizonte.

BLANES Longitud/anchura 170 m / 35 m. Tipo de playa Arena gruesa. Residencial. Ocupación Alta. Playa familiar con bandera azul. Accesible para personas con discapacidad. Hamacas, sombrillas, patines de pedales y kayaks.

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Una de las últimas veces que Francesc vio ese mar fue hace cuatro años, la noche del día en que se jubiló. Los compañeros más allegados del Ayuntamiento de Blanes, en el que trabajó 45 años, le prepararon una fiesta en el restaurante de la playa. Comieron y bebieron con el frescor de la brisa marina, como es costumbre en el aplec, mientras algunas parejas retozaban en la arena y la luz de la luna se reflejaba en el agua sosegada de esta cala, digna puerta del sur a la Costa Brava. Fue una despedida fraternal. Entre amigos. Desde entonces Francesc vive con su mujer en un pequeño pueblo de la Garrotxa, cerca de Olot, lejos del bullicioso Blanes en el que cultivaron su relación y lejos de la cala en la que vieron crecer a sus hijos, fruto de la fiesta de su amor.

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