PROPIETARIO, CIUTAT VELLA

Gustavo Carrasco: "Puede ser un negocio de calidad y legal"

Una licencia de apartamento turístico cuesta 227 euros. En Ciutat Vella, dejaron de concederse en el 2008 y actualmente hay 617. En el resto de distritos, la cifra de inmuebles que se dedican legalmente a uso turístico alcanza los 6.500. El piso turístico, pensado para parejas y familias, se ha convertido en una fuente de ingresos para muchos ciudadanos pero también en causa de problemas de convivencia.

Entre Todos: Se avecinan turistas. / CORTADELLAS / CUGAT / MONTAÑÉS

2
Se lee en minutos

«Ofrecer al turista la posibilidad de conocer Barcelona integrándose y sintiéndose como en su propia casa». Esa es la idea de negocio que se propusieron Gustavo Carrasco y su mujer, Judith Farran, en el 2001, cuando -visionarios- invirtieron en un piso en Ciutat Vella. Lo decoraron, lo adecuaron, pidieron los permisos y obtuvieron la licencia para la actividad de piso turístico. En los cuatro años siguientes adquirieron en la misma zona otros tres pisos y sus licencias. Otros propietarios les pidieron ayuda y consejos para gestionar sus pisos, una cosa llevó a la otra y decidieron hacer de ello su forma de vida. Ahora tienen una cartera de más de 20 pisos entre propios y ajenos. Gustavo tenía experiencia en gestión de empresas y Judith, estudios de Turismo y experiencia en decoración de interiores, un servicio que ofrecen. Los dos han hecho de los pisos turísticos su trabajo.

Gustavo está de acuerdo en que es necesaria la regulación. «Somos los primeros interesados; los pisos ilegales son competencia y estigmatizan», apunta. Para él los pisos turísticos pueden ser un negocio de calidad «si se hace con profesionalidad y con calidad en el servicio, y cumpliendo la normativa».

Y esa normativa pasa por ofrecer al cliente un teléfono de contacto las 24 horas, atenderle en el check in (recepción) y el check out (salida), explicarle dónde está cada cosa en el piso y cómo usarla e «informarle de que hay unas reglas de convivencia con el resto de vecinos». Este buen hacer permite pedir un precio que asegure «turistas de cierta calidad, familias o parejas» y evitar «el turismo mochilero, de fiesta y borrachera».

En sus más de 12 años en este negocio, Gustavo jamás ha tenido problemas de convivencia. Defiende este tipo de turismo porque considera que aporta clientes a otros negocios. Y denuncia que su forma de vida está en peligro. «Hemos invertido con ahorros y préstamos porque el ayuntamiento nos dio permisos», dice. Sus cuatro pisos están en Ciutat Vella, donde la proliferación llevó a congelar las licencias y en el 2013 al ayuntamiento dio un plazo de seis años a quienes las tenían para dejar la actividad o mudarse a un edificio dedicado íntegramente a ella.

Noticias relacionadas

TRASLADO DEL PROBLEMA / Gustavo sostiene que esta solución ha aumentado la especulación en Ciutat Vella: «Si no puedo comprar un edificio para reubicarme, solo me queda vender mi licencia. Impera la ley de la oferta y la demanda y hoy se venden por entre 35.000 y 90.000 euros», explica.

Y apunta que más que penalizaciones (multas de hasta 90.000 euros a los pisos confictivos del Eixample), es necesaria una regulación clara para toda la ciudad. «¿Por que en Ciutat Vella a los que tenemos licencia nos piden reubicarnos en seis años y en el Eixample dan licencias sin más?».