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Carta destacada del día: Cuando la huelga se convierte en injusticia social

EL PERIÓDICO publica opiniones, réplicas y sugerencias de interés general, respetuosas hacia las personas e instituciones. No se considerarán las cartas de más de 15 líneas, que podrán ser extractadas. Aun así, resulta imposible publicarlas todas. Tampoco se mantendrá correspondencia o contacto telefónico sobre ellas. Deben constar: nombre y apellidos, DNI, domicilio y teléfono.

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Pedro Javier Marín Garreta
Tarragona

Todos los trabajadores tienen derecho a realizar una huelga para defender sus derechos laborales. Derechos que no les niegan los trabajadores de otros sectores; muy al contrario, son los poderes públicos y las empresas los que se los discuten. Nuestro concepto de solidaridad debe ser un sentimiento sacrificado, pero tanto y cuanto sea igualitario. La intimidatoria huelga de los controladores aéreos era el símbolo de una huelga injusta. A principios del siglo XX, el obispo de Bérgamo, monseñor Giacomo Radini-Tedeschi, dijo: «No apruebo las huelgas, pero cuando los derechos de los más humildes son avasallados, solo puedo estar al lado de los que pasan hambre».

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Hoy en día ningún controlador aéreo pasa hambre, y si ganan lo que ganan es porque, probablemente, se lo merecen por la responsabilidad de su trabajo. Pero que no crean que son los únicos con responsabilidad en la seguridad de las vidas ajenas. Hay cientos de trabajos en los que la ciudadanía está en manos de la responsabilidad de los trabajadores.

Muchas personas se han pasado el año ahorrando para desconectar del estrés del trabajo diario. Con la amenaza de huelga algunos se han visto obligados a cambiar de planes y otros han vivido en vilo durante estos días. Ahora, los controladores aéreos dicen que se sensibilizan con el sector turístico y los usuarios aéreos, pero maldita sea la gracia. Porque durante un tiempo su único pensamiento estaba en su afán por ganar más. La sociedad perdona al que rectifica, pero podrían aprovechar este momento para mostrar su arrepentimiento por su postura, que no fue otra que la de chantajear e intimidar a costa de los más humildes.