Opinión |
Conflicto diplomático
Álex Sàlmon

Álex Sàlmon

Periodista. Director del suplemento 'Abril' de Prensa Ibérica.

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Los quilombos entre Milei y Sánchez

Su forma de hablar, su populismo, sus calificativos, su verborrea arrabalera, grosera, maleducada que conecta perfectamente con los argentinos que lo votan es rechazada con un estilo diferente, a veces igual de estridente, de hacer política en España. La sorna española allí no se entiende

El presidente de Argentina, Javier Milei.

El presidente de Argentina, Javier Milei. / EP

Soy un enamorado de Argentina. Me viene de niño. Mis vecinas habían nacido en Buenos Aires, hijas de gallegos. Eran la madre y la tía de mis mejores amigos de infancia. Mismo rellano. El padre era marino mercante y estaba muy poco en casa. Ellas se convirtieron también en familia, en mis otras tías. La música del hablar porteño, no confundir con bonaerense, forma parte de mi niñez y adolescencia. No la rechazo, todo lo contrario, aunque conozco a muchos españoles que no la soportan. Como a muchos argentinos les hace gracia, y a otros rabia, nuestra forma de pronunciar las “s”, las “z”, las “ll”. Hay para todos.

Buenos Aires, la Pampa, Patagonia son una delicia de lugares. Una mezcla de Europa y de la América más salvaje y dulce. Argentina podría ser uno de los países más ricos del mundo, pero los quilombos de sus políticas internas complican cualquier vía razonable, sea el peronismo, el kirchnerismo o Milei.

Los quilombos explican bien Argentina. El término proviene, según el miembro de la Academia Argentina de las Letras, Óscar Conde, especialista en lunfardo, de una lengua africana, el bantú. “Quimbundo” que significó “aldea” en Brasil, y al pasar al Río de la Plata se convirtió en “prostíbulo” y después en “desorden”, en lío. El lunfardo es una forma de hablar de la zona, producto de las lenguas llegadas de las corrientes migratorias de finales del XIX, cuyo término también proviene del “lombardo”, sinónimo de ladrón, porque los lombardos que frecuentaban aquellas tierras en el siglo XVIII eran prestamistas y usureros. Ya ven. Todo acaba en el mismo lugar. En la corrupción que dice Milei que quiere combatir, y parece de la que se está saliendo bien.

Claro que su forma de hablar, su populismo, sus calificativos, su verborrea arrabalera, grosera, maleducada que conecta perfectamente con los argentinos que lo votan es rechazada con un estilo diferente, a veces igual de estridente, de hacer política en España. La sorna española allí no se entiende. Por ejemplo, al escuchar al ministro Óscar Puente acusar a Javier Milei de “consumir sustancias” sospechosas. Un humor vallisoletano difícil de defender. Como su disculpa: “Si hubiera tenido la mínima noción que iba a tener esa difusión, no hubiera dicho lo que dije”. ¡Toma ya! Mucho peor. Valladolid contra Palermo, el barrio de Buenos Aires donde nació Milei. Un enfrentamiento sin sentido. Ni 'El Gordo Porcel', humorista patrio con quien los argentinos aprendieron a reír entre dictaduras, podría escribir un monólogo decente.

El despropósito al que hemos asistido tiene enjundia. En algo tiene razón Feijóo, al que este quilombo le debería interesar cero. El del PP concluye que uno y otro se retroalimentan. Que Milei hace de Sánchez y viceversa. Es una forma de neutralizarlo. 

Sin olvidar que Milei es un presidente electo y, por lo tanto, democrático, detalle que olvidó Puente, y que desatendió también el presidente argentino sobre Pedro Sánchez. El ridículo demostrado por los dos es apabullante, aunque cada uno le esté sacando su propio beneficio. Me quedo con la declaración del ministro Pablo Bustinduy sobre “ir en contra de los aspavientos” populistas que todo lo enturbian y en el que Sánchez cae en exceso.   

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