De la cultura al Holocausto
Bajo un sol implacable, el PP de Catalunya presenta sus propuestas en materia de cultura. No son muchas.
Las lágrimas de Colau
Al rescate de la democracia
Rafael Tapounet
Periodista
El primer lunes de campaña suele ser un día en el que los partidos adoptan un perfil bajo tras el exigente big bang del fin de semana inaugural. Queda aún un largo trecho por delante y hay que administrar los esfuerzos y los anuncios. En esta ocasión, además, la fuerza gravitatoria del cara a cara nocturno Sánchez-Feijóo absorbe la atención y la energía, por lo que los candidatos buscan planes de importancia secundaria que no requieran demasiada dedicación. El PP de Catalunya, por ejemplo, aprovecha la jornada valle para presentar sus propuestas en materia de cultura.
Los encargados de hacerlo son el cabeza de lista por Barcelona, Nacho Martín Blanco, que hasta anteayer ejercía de portavoz de Ciudadanos en el Parlament, y Daniel Sirera, líder del grupo popular en el ayuntamiento de la capital catalana. Martín Blanco y Sirera forman una pareja singular; si la campaña electoral es una montaña rusa de emociones, ellos han decidido compartir vagoneta. El domingo remataron la agenda vespertina dándose un refrescante baño en la playa de la Barceloneta para “visibilizar” la esclerosis múltiple (así lo expresaron ellos) y ahora están aquí, delante del Macba, soportando los rigores del implacable sol que golpea como un mazo sobre el yunque de la Plaça dels Àngels.
La "gran tragedia europea"
Es tanto el calor que la comitiva de periodistas casi agradece que los representantes del PP catalán tengan más bien poco que decir sobre la cultura. Como si no hubieran trabajado mucho el tema, vaya. En realidad, las medidas que han venido a anunciar se reducen a tres: devolver a Barcelona la condición de capital editorial española, incrementar la inversión “en infraestructuras tan importantes como el Liceu y el Palau de la Música” y consolidar la montaña de Montjuïc como un espacio de cultura y turismo con la creación de un museo del Holocausto “en recuerdo de la gran tragedia europea del siglo XX”.
Martín Blanco no explica cómo encaja esta última propuesta, que ya fue sugerida por Sirera en la campaña de las municipales, con la actitud hostil que ha venido mostrando su partido cada vez que se ha querido legislar en materia de memoria histórica. Puestos a imaginar panoramas sórdidos, a uno se le ocurre conjeturar cómo podría ser un museo del Holocausto impulsado por un Ejecutivo del PP y Vox en un lugar de pasado tan ominoso como Montjuïc, en cuyo castillo, escenario de torturas y ejecuciones, se celebraban misas por los caídos del bando franquista hasta fecha tan reciente como 2015. Pero es una especulación ociosa, porque, en realidad, aquí no se trata tanto de plantear una iniciativa practicable como de aprovechar la ocurrencia para acusar de “antisemitismo” al anterior gobierno municipal de Ada Colau, que suspendió el acuerdo de hermanamiento de Barcelona con Tel Aviv.
Concluido el acto, un grupo de ‘skaters’ que han estado observando la escena con gesto entre extrañado y divertido preguntan al cronista “quién es ese que hablaba”. Al parecer, a estas alturas de la campaña, Nacho Martín Blanco es todavía un ciudadano poco popular.
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