La memoria de la ciudad
La placa que recordará dónde vivió Cerdà, Bruc 49, entra en el orden del día del Nomenclàtor
Los ingenieros piden una placa en el que fue el hogar de Cerdà en el Eixample
El quinto intento de erigir un monumento a Cerdà, como es tradición, fracasa
Carles Cols
Periodista
A poco de cumplirse 148 años de su muerte, un tiempo en el que, eso sí, jamás ha caído en el olvido como sí le ha ocurrido a tantos otros personajes cruciales de la historia de la ciudad, Ildefons Cerdà está a un par de reuniones de que al menos una placa recuerde donde vivió cuando fue vecino del Eixample. La ponencia municipal encargada de bautizar calles, plazas, callejos y, también, de colocar esas ovaladas placas que salpimentan de recuerdos las fachadas de la ciudad, ha incluido en el orden del día de su próximas cita, a finales de marzo, el ‘caso Cerdà’, que se merece ese apelativo policial, ‘caso’, porque lo que el ayuntamiento ha hecho en esos 148 es casi delictivo, dedicarle una horrorosa plaza casi fuera de los límites del término municipal y fracasar cinco veces en el intento de erigirle un monumento a la altura de la herencia urbanística que dejó para la posteridad.
Cerdà vivió en el Raval y en el Gòtic sur antes de que cayeran las murallas, pero nada más comenzar a tomar forma el Eixample, en 1865 se fue a vivir al que entonces era el número 69 de la calle de Bruc, que tras una reordenación posterior pasó a ser el actual número 49, entre la Gran Via y la calle de la Diputació.
Extrañamente, apenas nadie se había preguntado antes donde vivió Cerdà. Fue a raíz del último fiasco a la hora de dedicarle un monumento en la plaza de las Glòries, proyecto que sigue aletargado, que este diario trasladó esa pregunta a no pocos ‘cerdanistas’ de la ciudad y la sorpresa fue que apenas ninguno de ellos sabía la respuesta. Con gran cierto, el Col·legi d’Enginyers de Camins, Ponts i Ports recogió ese guante y presentó formalmente a la Ponència del Nomenclàtor una petición para que, a la espera que se resuelva el rompecabezas del monumento, como mínimo una placa invite a los barceloneses a conocer donde vivía el padre del Eixample. La ponencia, lo cual es digno de ser subrayado, no ha puesto la petición al fondo de la gaveta de los asuntos pendientes.
La reunión de finales de marzo resulta imprescindible para dar ese paso, como lo será, también, obtener el permiso del dueño de la finca para colocar la placa. En este sentido, la buena noticia es que tras leer las informaciones previas publicadas sobre esta cuestión, ese propietario ya dio a conocer su absoluta predisposición.
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