Galería Rocío Santa Cruz

Última oportunidad de viajar a la turbadora plaza de Catalunya que retrató Pilar Aymerich en 1972

Pilar Aymerich: “Al feminismo le queda mucho por hacer. Para empezar, que no nos maten”

Fotógrafas de Barcelona, mujeres con un objetivo

Pilar Aymerich, en el laboratorio de revelado de su estudio, un retrato inusual de los fotógrafos pese a la importancia de esa tarea.

Pilar Aymerich, en el laboratorio de revelado de su estudio, un retrato inusual de los fotógrafos pese a la importancia de esa tarea. / PEPE ENCINAS

Carles Cols

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Comienza una cuenta atrás de apenas cuatro días para que se cierre la puerta del tiempo que Pilar Aymerich, fenomenal fotógrafa que jamás será suficientemente reivindicada, abrió hace un par de meses en la Galería Rocío Santa Cruz (Gran Via, 627) y que, almas de cántaro abstenerse, transporta de cabeza a la Barcelona de los 70, pero no a la reivindicativa, no a la de las primeras ‘manis’ feministas, obreras y políticas, sino a una que de tan marginal parece haber sido quirúrgicamente extraída de la memoria individual y colectica. En 1972 había chicos menores que se prostituían en la plaza de Catalunya y Aymerich, algo sobrecogida por lo que veía a través del visor, no solo lo atestiguó sobre el negativo, sino que después positivó varias de aquellas fotografías en papel de gelatina de plata. Y luego las guardó. Jamás se publicaron. Jamás se colgaron cara al público. Hasta ahora. Y dentro de cuatro días volverán al cajón. Parecerá este un arranque con ganas de llamar la atención. Un poco, sí, pero lo que viene a continuación discurre por otros caminos, los del agradecimiento a una fotógrafa por su legado.   

La editorial Comanegra y el Ayuntamiento de Barcelona publicaron a finales de 2023 ‘La Barcelona de Pilar Aymerich’, una obra emocionante por tres razones, primero por la selección de imágenes que incluye, lo cual lo convierte en cierto modo en un libro de historia; segundo, porque incluye retratos de muchos hoy ausentes, que como dice la autora, siguen entre nosotros un poco gracias a que un poco de su alma quedó impresa un día en un negativo; y, tercero, porque si Greta Garbo hablaba en ‘Anna Christie’ y reía después en ‘Ninotchka’ (así se publicitaron ambas películas en 1930 y 1939), ahora se puede decir, como reclamo, que ¡Aymerich escribe!

Lluna, según Aymerich, la gata que es dueña de su piso de Gràcia.

Lluna, según Aymerich, la gata que es dueña de su piso de Gràcia. / PEPE ENCINAS

Así es. Cuenta primero la autora su trayectoria vital y profesional, narra con buena mano periodística cómo el tiempo que vivió en Londres durante la segunda mitad de los 60 fue una escuela para lo que le reservaba después la vida en Barcelona, porque regresó en los 70 y esto era un hervidero de inquietudes, de feminismo, por ejemplo, en el que por supuesto militó, pero lo hizo siempre con la cámara en la mano. De ella es la más conocida y provocativa foto de las Jornades Catalanes de la Dona. Es célebre. Con el paraninfo lleno a rebosar, tres actrices improvisaron una ‘performance’ y comenzaron a fregar el suelo. El encuadre es perfecto, o tal y como Aymerich parafrasea a Jean-Luc Godard, no es intrascendente, “es una cuestión moral”. El detalle que se suele pasar por alto, y es importante, es que Aymerich era la única fotógrafa presente en aquellas jornadas que pasados los años se han considerado siempre históricas. Menudo síntoma. El fotoperiodismo, con lo que había llegado a ser durante la Segunda República  y la Guerra Civil, salía de una etapa realmente gris. No se solía ir mucho más allá del posado de autoridades encorbatadas. Con el ojo entrenado en Londres, Aymerich supo, como otros de su generación, que era hora de cambiar y, sobre todo, de algo aún más difícil, estar donde había que estar.

La más célebre foto de las Jornades Catalanes de la Dona, que solo Aymerich pudo tomar, no por feminista, sino por ser la única fotógrafa presente.

La más célebre foto de las Jornades Catalanes de la Dona, que solo Aymerich pudo tomar, no por feminista, sino por ser la única fotógrafa presente. / PILAR AYMERICH

“Siempre he conservado mis negativos impolutos, como si de documentos históricos se tratara”. Eso cuenta y parece que es tal cual lo dice, reconocen sus colegas, pero lo que en realidad revela esa pulcritud no es una manera de ser, sino que ya entonces, en los 70, sabía que asistía a acontecimientos que perdurarían en el tiempo. No todo el mundo tuvo entonces esa perspicacia.

Pero lo interesante de cuanto escribe en el libro no es solo, digamos, el currículum profesional y personal, sino que, generosamente, explica sus trucos, recetas o estrategias para conseguir imágenes realmente únicas. ¿Uno? Llegar con tiempo, antes incluso de que suceda lo que está por suceder. Así captó el paso de una manifestación de mujeres en protesta por la muerte violenta de Antonia España justo cuando la cabeza de la protesta pasaba por delante del cine en el que se proyectaba ‘Los pecados de un ardiente varón’. Eligió el lugar perfecto antes de la hora señalada. Así captó también (desde un balcón, en este caso, porque las porteras eran siempre sus aliadas) la retirada del cadáver del alcalde Joaquín Viola tras su brutal asesinato. Otra foto histórica, sin duda.

Cuatro sanitarios trasladan el cadáver del alcalde Viola tras su sanguinario asesinato.

Cuatro sanitarios trasladan el cadáver del alcalde Viola tras su sanguinario asesinato. / PILAR AYMERICH

¿Dos? Un infinito tacto y humildad a la hora de pedir algo, como aquel día de 1972 en que propuso a tres supervivientes de los campos nazis, Ferran Planes, Joan Pagès y Joaquím Amat-Piniella, que posaran en fila junto a una pared, lo que, observadas sus miradas, les perturbo probablemente a ellos y sin duda alguna a quienes vieron después impresa aquella escena. A Neus Català le pidió algo no muy distinto, que caminara entre unas vías de tren, que era el modo en que muchas víctimas del nazismo llegaron a su fatal destino. Como caminaba de cara a la cámara, parecía que saliera de aquel horror.

Ferran Planes, Joan Pagès y Joaquím Amat-Piniella, expresos del nazismo, posaron para Aymerich en una imagen que lo dice todo.

Ferran Planes, Joan Pagès y Joaquím Amat-Piniella, expresos del nazismo, posaron para Aymerich en una imagen que lo dice todo. / PILAR AYMERICH

¿Tercero? Esto no está al alcance de todo aspirante a ser un buen fotoperiodista. Ser mujer. Tiene aún sus inconvenientes, porque ni la fuerza del feminismo de entonces ni el de ahora, que a veces parece que ignora que hubo uno anterior, han resuelto esta ecuación en apariencia tan simple, que un hombre no es más que una mujer, pero Aymerich, desde la perspectiva de su edad, asegura que a ella, al fin y al cabo, le ha permitido hacer fotos inviables para un hombre, como la de aquellas presas de la Trinitat que durante unos días autogestionaron la prisión en el interregno que se abrió entre que se fueron las crueles monjas que hacían las veces de carceleras y llegaron después las primeras funcionarias formadas para un trato digno, entre otras razones porque parte de las reclusas estaban ahí por ‘delitos’ tan ‘graves’ como el adulterio.

Presas de la Trinitat, víctimas de las leyes de su tiempo y de las monjas que hacían de carceleras.

Presas de la Trinitat, víctimas de las leyes de su tiempo y de las monjas que hacían de carceleras. / PILAR AYMERICH

Todo eso y mucho más está en ‘La Barcelona de Pilar Aymerich’, pero en el 627 de la Gran Via hay, podría decir, la cara b de su obra. “Sí, el libro pone el foco en una Barcelona reivindicativa. La expo, más en la marginal”. El clímax es, sin duda, esa media docena de fotos de prostitución infantil que hoy parece inverosímil y que entonces no llegó jamás a la imprenta de ninguna publicación.

Son fotografías furtivas. Aymerich llegó a ellas porque iba primero en realidad tras un reportaje de delincuencia juvenil, de tironeros de bolsos, así que son algo accidentales. Queda la incógnita de qué texto habrá acompañado aquel perturbador trabajo con la cámara, especialmente meritorio por una pequeña manía profesional que tiene Aymerich como fotógrafa. Jamás emplea objetivos con ‘zoom’. Siempre usa ópticas fijas.

Monserrat Roig (1946-1991).

Monserrat Roig (1946-1991). / PILAR AYMERICH

Pilar (llamarla por su nombre es una licencia tal vez aceptable tras más de una hora de charla en su estudio y en compañía de uno de sus admiradores, Pepe, fotógrafo también) tuvo la fenomenal fortuna de que sus trabajos iban de la mano muy a menudo de la prosa de Montserrat Roig y de Manuel Vázquez Montalban. Maridajes periodísticos así no son habituales. Es más, a veces los textos, no les de Monserrat y Manolo, por supuesto, envejecen mal, se oxidan y chirrían pasados los años. Las fotografías, raramente. Las de Aymerich, jamás.