La apuesta por el diseño

La Navidad más oscura: así puso fin Barcelona hace 22 años a las luces deprimentes por catálogo

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Un empleado coloca en 2012 uno de los exitosos galets que anunciaban la Navidad.

Un empleado coloca en 2012 uno de los exitosos galets que anunciaban la Navidad.

Carles Cols

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Vuelven las luces de Navidad y en Barcelona tan ufano está el Ayuntamiento de Barcelona de ello que ha convertido en una mayúscula fiesta el simple gesto de darle a un interruptor. No siempre ha sido así. Hace 22 años y por estas mismas fechas el debate en la prensa era diametralmente otro. Las luces, se denunciaba entonces sin que nadie se atreviera a decir lo contrario, eran mortecinas, los diseños eran anticuados, por no decir directamente cursis, el paseo de Gràcia, por un problema con el proveedor se quedó a oscuras; y para rematar aquel deprimente espectáculo, que hasta se supone que repercutía en la salud de los barceloneses más melancólicos, un grupo de ‘okupas’ se llevó al niño Jesús del pesebre de la plaza de Sant Jaume, algo que, por cierto, terminaría por convertirse en una intermitente tradición que obligó a que la figura durmiera en dependencias policiales de noche y las ovejas de la decoración pastaran encadenadas. Hizo falta que una ciudad como Barcelona, que presumía de ser un referente en cuanto a diseño, tocara fondo para salir de aquella situación. Lo corrido desde entonces, ahora que se encienden las luces, merece ser recapitulado.

En cierto modo, el resultado de aquella Navidad de 2001, que pareciera organizada por el ala más desalmada de los ateos de España, comenzó a labrarse en 1997. El Ayuntamiento de Barcelona había aprobado una ordenanza que obligaba a reducir el consumo eléctrico, entre otras medidas, con el uso de luces led, y entre otras razones porque, aunque los paneles los pagaban a escote los comerciantes, la factura eléctrica iba a cargo de las arcas públicas. En 2001, la medida de ahorro alcanzó a la decoración de Navidad. Así se hizo, pero no puede decirse, parafraseando la Biblioa, que hízose la luz. Ni por asomo. La polémica fue de lo más animada.

Dos operarios trabajan en los preparativos de las luces de Navidad del paseo de Sant Joan, el pasado 8 de noviembre.

Dos operarios trabajan en los preparativos de las luces de Navidad del paseo de Sant Joan, el pasado 8 de noviembre. / Jordi Otix

Luces por catálogo

El concejal de turno, desde no se sabe hacía cuánto, elegía la decoración navideña a través de un catálogo idéntico al que tenían sus iguales de la mayor parte de ciudades de España. Parece que el proveedor era una empresa portuguesa. Se podía elegir la potencia, el color de las bombillas y, por último, entre unos cuantos diseños, por lo general, estrellas de Belén, velas sobre una base de muérdago y alguna otra referencia tópica que se repetía Navidad tras Navidad. La Nochebuena de ‘Plácido’, película de Berlanga que debería programarse siempre por estas fechas, era un carnaval al lado de aquello.

Juli Capella, en nombre de Foment de les Arts Decoratives, fue uno de los que decidió ponerse al frente de la protesta. Publicó artículos en la prensa y anduvo de gira por las radios y las teles. Lo de menos, decía, era la potencia de las bombillas. El problema era lo caduco de la fórmula. Calificó los diseños de “terroríficos”, pero hizo algo más que quejarse, estuvo en la cocina de lo que tenía que ser todo un punto y aparte en aquella caída a un pozo sin fondo de decadencia. Mirad a Turín, se insistía. Los italianos sí que saben, se añadía.

Punto de inflexión

Barna Centre, recuerda ahora Capella, intentó en 2001 organizar un concurso de ideas, peor no llegó a buen puerto. Por eso el FAD se involucró y, con la excusa de que se celebraba el Any del Disseny (aunque cualquier otra hubiera sido válida), se negoció con la entonces concejala del área de comercio, Maravillas Rojo, buscó un patrocinador, Freixenet, y se encomendó el plan a Ramon Bigas, el padre del diseño de los trenes AVE, lo cual invita a decir que todo fue sobre vías a partir de entonces. De revertir la situación en 26 calles se encargaron, entre otros, Javier Mariscal, Julia Schultz y Martí Guixé. Para la Rambla, que entonces era, no como ahora, la calle que iba a decantar la nota final que pondrían los barceloneses, se la encomendaron a otro grande del gremio Dani Freixas, que solo dos años antes había sido galardonado con el Premio Nacional de Diseño.

Encendido de las luces de Navidad hace un año, en la era de Instagram.

Encendido de las luces de Navidad hace un año, en la era de Instagram. / FERRAN NADEU

Fue, lo dicho, un punto y aparte, pero con un mérito añadido: no fue flor de un día. Las luces de Navidad se renuevan desde entonces tras convocar exigentes concursos de ideas, de modo que los mejores talleres de diseño se deciden a participar, porque en caso de salir elegidos es una medalla más en sus currículums. Este año, por ejemplo, es toda una novedad que por fin llegan las luces de Navidad al paseo de Sant Joan, entre Gran Via y Arc de Triomf, pero lo es también que lo hacen de la mano de Brosmind, o sea, Juan y Alejandro Mingarro, admirados por aquella generación que puso en marcha el proyecto de renovación hace una veintena de años y todo un referente para los que están saliendo hoy de las aulas de Elisava.

El exitosos diseño de Emiliana Design.

El exitosos diseño de Emiliana Design. / Ferran Nadeu

Algún día, tal y como lo plantea Capella, será necesario recapitular y censar todo lo sucedido, por ejemplo cuando se cumpla un cuarto de siglo, porque por el camino han ocurrido cosas que no merecen caer en el olvido, como cuando en 2009 se optó por convertir las calles de la ciudad en una ‘escudella’ colosal, con galets gigantes, de dos metros de altura, repartidos en aceras y ramblas peatonales, o como cuando el equipo de Emiliana Design cautivó al jurado del concurso de 2013 con aquellas luces que eran una sucesión de onomatopeyas asociadas a las fiestas, chinchin, fumfumfum, glupglupglup, aunque visto que su primera ubicación fue el paseo de Gràcia, tal vez faltó entonces el clinclinclinc de la caja registradora. Nadie debería escandalizarse por ese comentario. Las luces, a fin de cuentas, poco tienen que ver con la fe cristiana, solo son las estrella que ilumina el camino hacia las compras.