Un proyecto de la Generalitat
Los Comuns infligen la primera derrota al PSC en el Eixample a propósito del futuro del parque Joan Miró
Janet Sanz reprocha a la Generalitat que quiera talar 137 árboles del parque de Joan Miró
Collboni descarta cuatro de los cinco 'ecochaflanes' previstos en Aragó
Carles Cols
Periodista
Primer pleno del distrito del Eixample desde que en mayo se celebraron las elecciones municipales. Han pasado cinco meses, que no es poco. El PSC, que gobierna en la ciudad pero que en el distrito más poblado de la ciudad quedó en tercer lugar en las urnas, ha perdido una más que simbólica votación. Se oponen los vecinos de la Esquerra del Eixample, varias asociaciones de padres y madres de escuelas de la zona y la plataforma Eixample Respira a que la Generalitat destripe el parque de Joan Miró para que ese lugar sea el epicentro de las obras de la futura prolongación de los Ferrocarrils que actualmente terminan su trayecto en plaza de Espanya. En la versión original del plan, eso suponía talar 178 árboles y un intenso movimiento de tierras y tránsito de camiones justo en una barrio que ya pasa por ser el más contaminado de la ciudad.
Se sometía a votación una proposición presentada por Barcelona en Comú en contra de que Joan Miró, el primer parque que se creó en la ciudad tras las primeras elecciones democráticas, se convierta ahora en la salida de un pozo de operaciones logísticas, y más ahora, porque ha costado dios y ayuda que aquel lugar consiga no un cierto bucolismo, algo aún lejano, pero sí un aspecto grato para pasear y para que los niños jueguen, más de 1.000 si se suman los de las escuelas más cercanas.
Han votado a favor de la proposición solo los seis representantes de Barcelona en Comú. Han votado en contra los cuatro del PSC. El resto de grupos se han abstenido, incluso Esquerra, partido que gobierna en la Generalitat y que, en consecuencia, podría decirse que el promotor principal de las obras. Así las cosas, el primer pleno del distrito se ha convertido en un insólito enfrentamiento entre las dos fuerzas que durante los últimos ocho años han gobernado mano a mano la ciudad.
Jordi Valls, concejal del Eixample, con un salón de plenos desbordado por la presencia de vecinos, ha encarado con entereza su minoría en esta cuestión. No es este, ha subrayado, un proyecto municipal, sino de la Generalitat, pero ha defendido sin problema alguno la importancia de que se lleve a cabo. Si es posible minimizar el daño al parque, mucho mejor, ha destacado, pero ha invitado a no obviar que en el horizonte lo que se dibuja es un salto importante en la red de transporte público, porque se unirá de forma más eficaz y directa el Vallès, tanto el occidental como el oriental, con el Baix Llobregat. Según las previsiones de la Generalitat, la conexión de las dos redes de los Ferrocarrils beneficiará a unos 70.000 usuarios cada día.
En los turnos de palabra, los vecinos han insistido en destacar que su oposición no es la mejora de la red de transporte público, solo a que el sacrificio sea a costa de un bien tan escaso en el Eixample como los son las zonas verdes.
A su manera, el Eixample es campo de diversas discrepancias entre PSC y Comuns que un poco quedaron disimuladas cuando gobernaban en coalición y que ahora, por el contrario, son cada vez más visibles. La propia protesta que los vecinos han protagonizado se ha llevado a cabo frente a la sede del distrito, en la esquina de las calles de Bruc y Aragó. Será el único proyecto de ecochaflán de los cinco que había sido previstos con el etiqueta del ‘colauismo’. El plan era dar un nuevo paso en la pacificación de la calle de Aragó, por el momento reurbanizando en ángulo recto cinco esquinas, que ganaría como territorio propio los peatones.
El pasado julio, el alcalde Jaume Collboni anunció la marcha atrás en ese plan. Solo se ejecutará el de Bruc, dijo, pero esa medida no ha gustado a todo el mundo. Este viernes, por ejemplo, los miembros de la L’Example Respira tienen previsto cortar el tráfico de Aragó a las 16.30 horas porque considera que ya es tiempo de que esa calle deje de ser una vía rápida y de alta capacidad en mitad de la ciudad. El lugar elegido para interrumpir el tráfico es, precisamente, la esquina de Viladomat, uno de los ecochaflanes desdeñados.
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