Jardines de la Reina Victoria Eugenia

El misterio de la otra fuente de Canaletes que no brilla con luz propia

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La fuente de los jardines Reina Victoria Eugenia, de día.

La fuente de los jardines Reina Victoria Eugenia, de día. / JORDI OTIX

Carles Cols

Carles Cols

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De las 17 fuentes de Canaletes de Barcelona (porque la de la Rambla no es hija única, sino que tiene 16 hermanas en distintos puntos de la ciudad) hay una de la que puede decirse que literalmente no brilla con luz propia. Es la situada en los jardines dedicados a la Reina Victoria Eugenia. Tal vez por ese nombre pocos barceloneses saben de qué lugar se trata, pero es archiconocido. Es la minúscula rambla ajardinada que obliga a los coches a trazar una suerte de chicane en la Gran Via, entre la Rambla de Catalunya y el paseo de Gràcia. Aquel jardín que lleva la firma original del paisajista Nicolau Rubió i Tudurí estuvo varios meses en obras hasta que el 1 de mayo de 2022 el remozado del lugar se dio por terminado y se reabrió al público. Desde entonces, y han pasado ya 16 meses, que no es poco, cuando cae la noche los cuatro puntos de luz que coronan la fuente permanecen a oscuras.

La explicación es un prosaica, así que es mejor rematarla ya en este segundo párrafo y dejar los siguientes para detalles sin duda mucho más fascinantes. Como en toda obras que se precie, pública o doméstica, es decir, ya sea para ejecutar el proyecto de un viaducto o la cocina de casa, siempre queda un detalle en el que el encargado dice que sí, que en breve pasa y lo resuelve. Suele ser una mentira. La fuente tipo Canaletes de estos jardines no es víctima de ningún descuido. Se desplazó unos metros de su ubicación original, pero nadie se olvidó de tirar un cable de corriente ni nada por el estilo. Simplemente, dicen las fuentes consultadas, hay que modernizar sus entrañas, algo así como sustituir los portalámparas y las bombillas por unas más acorde con los tiempos, es decir, nada que altere en absoluto el magnífico diseño de esta fuente con luz.

Una mujer bebe de la fuente de la Rambla.

Una mujer bebe de la fuente de la Rambla. / FERRAN NADEU

Sobre esta cuestión, lo hermosa que es, hay un detalle poco conocido. No hay en los oceánicos archivos municipales una ficha que la catalogue como se merece. Las que Antoni Gaudí diseñó para la plaza Reial, por ejemplo, tienen, por supuesto, esa ficha patrimonial y, de hecho, parece que Gaudí consideraba que el modelo de Canaletes tenía un error conceptual. En opinión del arquitecto de Reus (o de Riudoms, nunca se pondrán de acuerdo), las farolas debía tener siempre un número impar de brazos, tres o cinco, para evitar así indeseadas zonas de sombra.

Tanto da. El caso es que con motivo de las ganas de embellecer la ciudad que desencadenó la Exposición Universal de 1888, el arquitecto Pere Falqués presentó al ayuntamiento el diseño de su fuente de cuatro grifos y cuatro farolas, todo un monumento de hierro colado y con detalles que, pasados más de 130 años, siguen siendo de una eficacia y una modernidad sorprendente. La propia palanca que permite beber de la fuente es perfecta. Le habría encantado a Isabel II, porque la entonces reina, según las crónicas de 1888, quiso beber el agua que entonces ya bebían los barceloneses en una fuente preexistente en lo más alto de la Rambla, pero cómo sería aquel manantial que ella prefirió hacerse llenar primero un porrón para saciar su sed. La fuente de Falqués no se instaló hasta 1892, y tanto gustó que pronto tuvo hermanas por toda la ciudad.

La de los jardines de la Reina Victoria Eugenia es una de ellas. Se instaló como guinda de aquel pequeño rectángulo ganado a la calzada central de la Gran Via que Rubió i Tudurí concibió, según sus propia palabras, como “un espacio de proximidad y reposo y un jarín para los niños”. Le daría un patatús si hubiera vivido lo suficiente para descubrir hasta qué punto, por culpa del tráfico, aquel terminó por ser un lugar desapacible. Pero en su momento, ese punto geográfico fue considerado un lugar de lo más noble. La prueba es que, también con motivo de la expo de 1888, las fuerzas vivas de la ciudad propusieron erigir tres monumentos en honor a quienes, en su opinión, más habían contribuido a la pujanza de Barcelona. Al general Prim le dedicaron una estatua ecuestre en la puerta de acceso al parque de la Ciutadella. A Antonio López, la que no fue retirada hasta 2018 de la plaza que llevaba su nombre. La tercera era la dedicada a Joan Güell, la única que sobrevive, precisamente en los jardines de la Reina Victoria Eugenia, aunque no en su lugar y tamaño original. Hoy pasa bastante desapercibida, desde luego mucho más que la fuente, incluso aunque de noche no se enciendan sus farolas.