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barcelona/Brachychiton_acerifolius_al_carrer_Rosselló_-_20200711_145729.jpg / Pere López Brosa

Carles Cols

Carles Cols

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De cada uno de los más de 1.400 árboles que habitarán los ejes verdes del Eixample cuando finalicen las obras podría novelarse su historia (sus orígenes, su ‘personalidad’, su viaje transoceánico a veces hasta llegar aquí, al mayor de los distritos de Barcelona), pero si hubiera que elegir uno por su rareza (para gustos, y nunca tan bien dicho, los colores), el ‘Brachyton acerifolius’, el árbol de las llamas o, tal y como ha terminado por ser su nombre común más habitual, el árbol de fuego.

Se le conoce en este hemisferio gracias al escocés Charles Moore, un botánico que en 1848 arribó a Sídney a bordo de un velero y que nueve años más tarde se adentró en las Blue Mountains (toda una osadía, entonces) en busca de nuevas especies vegetales. Cabe suponer que fue en la primavera austral y que, cuando lo descubrió, quedó gratamente impresionado por una de las más singulares características de este árbol de veloz crecimiento y gran longevidad: cuando florece, no solo lo hace con unos pétalos de un intenso color carmín, sino que ocasionalmente lo hace cuando ya no queda en sus ramas ni una sola hoja verde. En un primer golpe de vista, engaña. Sus flores rojas parecen hojas de un color casi imposible, mucho más sanguíneo que el de cualquier especie vegetal que terminado el verano adquiere una coloración otoñal. Su contemplación es casi hipnótica. Han sido plantados ejemplares en la calle de Girona y en la de Borrell.

En su Australia natal crece proporcionalmente a las dimensiones de aquel inmenso país. Es capaz de alcanzar los 40 metros de altura, pero, como si anduviera programado para no brindar ese espectáculo lejos de casa, en Europa se queda mucho más chico, aunque no por ello menos llamativo.

Es, eso sí, porque todo hay que advertirlo, caprichoso. El ejemplar que habita en la esquina desde hace unos años en la esquina del paseo de Sant Joan con València se ha hecho merecedor de su sobrenombre de árbol de fuego cuando le ha venido en gana, no cada año. Una lástima. De los recién plantados en los ejes verdes se espera que sean más presumidos.