proceso participativo

El vecindario del Taller Masriera se vuelca para decidir el futuro de una finca única

El primer debate recoge opiniones sobre si devolver el edificio a su aspecto de 1884 o al modo en que renació en 1933

C. C.

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De todo menos indiferencia ha despertado la primera de las tres sesiones de debate convocadas por el distrito del Eixample para decidir el futuro del Taller Masriera, singularísimo edificio de la calle de Bailèn, número 70, construido en 1884 bajo el influjo de la sorpresa que causó en la ciudad el hallazgo arqueológico del antiguo Templo de Augusto junto al monte Tàber. Pretendía ser una cierta copia. La cuestión es que el Ayuntamiento de Barcelona desea que sean los vecinos del barrio los que decanten qué preservar de aquella finca y, también que usos darle. No es la primera una tarea fácil de votar. Al Taller Masriera original se le añadieron en épocas posteriores elementos que para nada estaban en el diseño original, como un teatro, eso en 1933, y una prolongación dentro del interior de manzana que está fuera de la legalidad, pero que se admite que tiene una cierta gracia. Raro será, en un primer sondeo a pie de debate, que se regrese al templete de 1884 y se desdeñe la supervivencia, como mínimo, del teatro.

En el salón de plenos del distrito de Eixample no quedó apenas ninguna silla vacía en la primera jornada del proceso participativo, una fórmula de gobernar la ciudad que en los primeros años arrancó renqueante, pero que a medida que ha pasado el tiempo se ha ido consolidando. Ha ayudado a ello seguramente en este caso el objeto a discusión, un edificio sin igual en la ciudad, que languideció en su última etapa conocida, a cargo de una congregación religiosa, y que, según el portavoz de la plataforma que más se ha implicado en su conservación, Jaume Artigues, tuvo antes un pasado mucho más esplendoroso de lo que en principio se supuso.

Antes de que en tres grupos de trabajo los vecinos comenzaran a debatir qué elementos merecen ser preservados, Artigues hizo un pormenorizado repaso de qué sorpresas deparó el edificio cuando se entró en él. No fue, desde que tenía escenario, un lugar de representaciones menores, es decir, un teatrillo para aficionados, sino un activo centro cultural, para compañías locales y también extranjeras. Los hallazgos han sido un no parar. Debajo del cartel de la congregación religiosa, por ejemplo, apareció intacto el nombre con el que era conocida esa sala, Studium.

Un bien cultural blindado

El futuro del Taller Masriera es un puzle de más piezas de las que en principio podría parecer. Por una parte, está la calificación del solar, 13, que permitiría elevar la volumetría si no fuera porque desde 1979 se concedió protección patrimonial a la parte original del edificio. Por otra está el hecho de que la parte posterior está fuera de la norma, que solo se puede conservar si no se altera. Y en tercer lugar está lo crucial, todo esto, para qué.

A esa última cuestión se comenzará a responder en las dos próximas sesiones de debate, los días 16 y 22 de marzo. En la primera se analizará el déficit de equipamientos de esa zona de la reta del Eixample. Eso proporcionará pistas y acotará el terreno de juego. En la siguiente, los vecinos podrán poner sobre la mesa que destino dar a la finca, un futuro que, claro, deberá encajar con la solución arquitectónica que se haya consensuado en paralelo.

El futuro del Taller Masriera, con todo, no se decidirá solo a través de esas tres reuniones. Además de la opinión de los equipos técnicos del distrito, se recogerán opiniones a pie de calle en jornadas específicamente organizadas para ello y, por último, a través de la página web decidim.barcelona, donde uno de los apartados está dedicado al caso del Taller Masriera.