Plataformas digitales

Pagar para repartir 'en B': El trapicheo de cuentas repunta ante el desafío de Glovo y Uber a la 'ley Rider'

'Riders' sin permiso de trabajo pagan a intermediarios cerca del 30% de sus ganancias para poder obtener ingresos a través de las 'apps'

Las plataformas dicen controlar este fraude vía reconocimiento facial, si bien los usuarios reconocen que no tienen problemas para burlar los controles

Riders

Riders / Manu Mitru

Gabriel Ubieto

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Denis sale a repartir entre cinco y seis días a la semana. Se calza una mochila de un amarillo ya desgastado, se monta en su bicicleta y se conecta a la aplicación de Glovo. Al final del día, pedaleando entre nueve y 10 horas, se saca 50 euros en pedidos. De los que 15 euros, es decir, el 30% se los tiene que pagar a un tercero. Porque la cuenta con la que reparte Denis no es su cuenta, sino que la alquila por horas a otra persona que se lleva una mordida a cambio de ofrecerle a este latinoamericano hasta ahora sin permiso de trabajo un canal de ingresos. Él se queda con 30 euros al día, menos que el salario mínimo interprofesional (33 euros al día) por más de las ocho horas diarias de una jornada ordinaria y sin ningún tipo de protección de paro o ante bajas por enfermedad.

"Exploté, me quemé", cuenta este joven. Hasta hace poco, concretamente hasta que consiguió regularizar su permiso de trabajo, esa era su rutina. "Acababas trabajando más para el dueño de la cuenta que para ti mismo. Nunca sabías cuando te iba a quedar para ti, pero a la gente que alquila cuentas no le queda otra. Se gana uno la vida como puede", explica.  

El alquiler de cuentas para repartir 'en B' a través de aplicaciones como Glovo o Uber Eats no es algo nuevo, si bien ha repuntado desde que la segunda optó por desafiar la ‘ley Rider’ y volver a repartir con autónomos. Hay rincones de las redes sociales que albergan un bazar de cuentas alquiladas, donde unos cuantos dan de alta a familiares como autónomos para luego arrendar su cuenta y conseguir unos ingresos extra. O bien ‘riders’ que sí reparten ellos habitualmente pero que alquilan su cuenta determinados días a la semana para sacar un mínimo rendimiento mientras descansan. 

"Cuenta UBER, modo bici, Barcelona, 30%. Para empezar hoy", reza un mensaje en redes sociales de un 'rider' interesado en alquilar cuenta. "Busco c. Glovo en alquiler en Madrid para patinete gracias", inquiere otro repartidor. "Se alquila cuenta de Stuart y de Shargo modo moto al 20%, inf. al privado", ofrece un arrendador por su parte. Son solo algunos de los mensajes que circulan en grupos de Facebook, posts de Instagram u ofertas de portales como Milanuncios. 

Poco control desde las aplicaciones

Oficialmente las aplicaciones afirman mantener un control sobre el alquiler de cuentas, a través de mecanismos de reconocimiento facial cuando el repartidor activa la aplicación y pretende iniciar el servicio. Si bien varios repartidores consultados explican que la compañía activa y desactiva cada cierto tiempo esos controles sin previo aviso. "En Glovo hace días que no me piden identificarme", cuenta un 'rider' consultado. Y, cuando lo hace, los trucos para fintar esta barrera son varios. "Lo más fácil es que se conecte el propietario de la cuenta, se escanea la cara y luego se desconecta de la aplicación. Entonces cuando la abre otro ya no le vuelve a pedir que se identifique hasta como mínimo 24 horas después", afirma ese mismo repartidor. 

La desescalada y el fin de las restricciones covid ha jugado en contra de los bolsillos de los repartidores. “Desde enero de este año ha ido bajando la faena. El verano ha sido horrible y la cosa en septiembre no está remontando. Ahora que vuelve el frío espero que la cosa remonte”, cuenta Esteban (nombre ficticio), de Glovo. Este repartidor reconoce que alquila su cuenta a conocidos cuando él no la usa para así sacarse un ‘extra’. "Se gana muy poco trabajando muchas horas”, argumenta. “Entiendo que es muy duro, pero si no te queda otro remedio por lo menos es algo", añade. 

Las cuentas antiguas que desde antes de la entrada en vigor de la ‘ley Rider’ están operativas pueden operar de lunes a domingo, lo que da más margen a los repartidores que las nuevas, que solo pueden operar de viernes a domingo. Lo que las hace también, a las primeras, más interesantes para el arrendamiento. 

La rebeldía beneficia a los intermediarios

En Uber, no obstante, el cambio de modelo para volver a operar con autónomos ha reabierto una nueva vía de ingresos para el colectivo ‘rider’. Desde el pasado 7 de septiembre en las grandes ciudades vuelve a estar disponible la aplicación para que autónomos acepten pedidos de restaurantes. Y es que si bien en un inicio esta plataforma decidió dejar de operar con trabajadores por cuenta propia y pasar a un modelo de flotas subcontratadas, la persistencia de Glovo –su competencia- en utilizar autónomos provocó que ellos volvieran a emplear repartidores por cuenta propia. Un giro que está bajo vigilancia de la Inspección de Trabajo, pero cuyas posibles sanciones –si las hubiere- pueden tardar meses en llegar.

El otro actor principal en el sector, Just Eat, sigue apostando por un modelo mixto de flotas subcontratadas y ‘riders’ empleados directamente. Un sistema que, a priori, respetaría la presunción de laboralidad que establece la nueva ‘ley Rider’.

Esa proliferación de actores que emplean repartidores autónomos está siendo objeto de negocio de nuevos intermediarios. Es el caso de la plataforma Catcher, un agrupador de pedidos en el que los repartidores se apuntan para recibir todas las ofertas disponibles. Entran en la aplicación, ven qué pedidos están disponibles y ofrecen ellos una tarifa. Si el cliente está interesado, acepta dicha oferta y el repartidor puede entregar ese paquete para Glovo, Uber o quien lo ofrezca, reforzando así los ingresos de los 'riders' interesados en seguir como autónomos. 

Denis ya no alquila cuentas para repartir. Este joven consiguió regularizar su situación administrativa y ahora tiene un trabajo a tiempo parcial por las mañanas en un taller de bicis. "Era una esclavitud digital. Todo el día pendiente del móvil a ver si caía un pedido. Nadie aguanta mucho tiempo, los únicos son los que no tienen otra alternativa”, recuerda. Por las tardes sigue repartiendo, pero ahora por su propia cuenta y negociando directamente con unos pocos restaurantes con los que tiene confianza. “Ahora soy autónomo de verdad”, explica.  

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