guerra comercial

"El daño es brutal": el impacto de los aranceles a los productos españoles en EE UU

Bodega Mas Rodó

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Ricardo Mir de Francia

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Se impusieron como represalia a los subsidios concedidos al gigante aeroespacial europeo Airbus, pero están mordiendo al campo exportador español con una severidad que amenaza con diezmar la cuota de mercado tan laboriosamente conquistada en Estados Unidos por su sector agroalimentario. Casi dos meses después de que entraran en vigor los aranceles de la Administración Trump, la preocupación se ha apoderado de los productores españoles y las empresas que importan sus vinosaceites de oliva o quesos desde el otro lado del Atlántico. La aplicación del impuesto aduanero del 25% ha empezado a recortar márgenes de beneficio, a obligar a los importadores a fijarse en otros mercados y a empujar a los productores a asumir parte del coste del arancel. Toda la cadena se está viendo afectada. Y es solo el principio.  

“Para un importador como nosotros, que tenemos de todo, pero el vino español es nuestro principal producto, es un golpe importantísimo”, asegura Joan Altés, un catalán afincado en Nueva York que lleva más de dos décadas vendiendo vinos y licores de la Península en el mercado estadounidense. “La principal cualidad del vino español a la hora de competir es su calidad-precio, pero en el momento que le impones un impuesto del 25% su ventaja se desvanece. Hace perder mucho atractivo al producto”, añade en una entrevista telefónica. 

Su empresa, Vinaio Imports, seguirá importando los vinos que mejor vende en el mercado estadounidense, aunque tenga que subirles el precio y bajen las ventas. Pero ha empezado a descartar las marcas menos populares para reemplazarlas por otras portuguesas o chilenas. “No hay duda de que España va a perder cuota de mercado. El daño es brutal”, dice Altés. Como muchas de las cosas que hace la Administración Trump, los aranceles son bastante arbitrarios. No afectan al cava ni al resto de espumosos. Tampoco a los vinos de mayor graduación alcohólica, superior a los 14 grados, como muchos Ribera del Duero o Priorat. Los blancos, en cambio, desde el Albariño al Rueda o el xacolí, así como muchos tintos de Rioja o Castilla-La Mancha están en el ojo del huracán. 

A ambos lados de la cadena comercial se empiezan a ensayar fórmulas para hacer frente a los aranceles. Algunos productores españoles han bajado precios o han asumido parte del coste del impuesto para que el importador --que es quien lo paga en la aduana-- no renuncie a traer sus productos. Ese gasto adicional ha obligado a recortar otras partidas, como el dinero que gastaban en marketing para promover sus marcas, una estrategia complicada a largo plazo. Pero más arriesgada es la maniobra de las bodegas que superaban en unas décimas los 14 grados, pero nunca lo reflejaron porque el etiquetado del vino se hace en intervalos de cinco décimas. Algunas están cambiando sus etiquetas para ahorrarse el arancel y, con ello, exponiéndose a farragosas inspecciones en la frontera.

“A quien más perjudican los aranceles es al productor español porque nosotros tenemos alternativas para escoger otros productos”, afirma Francisco Astudillo, un importador de aceite de oliva, vino o jamón de bellota afincado en Washington. Empresas como la suya, Spanish-American Wine Merchants (SAWM), tienen todavía inventario, de modo que no notarán demasiado los aranceles hasta el año que viene. “Si esto se acaba en junio, habrá sido casi una anécdota, pero si se prolongan en el tiempo tendrán efectos muy negativos”. 

Particularmente para los productores pequeños y medianos, como la Finca los Aljibes, con sede en Chinchilla (Albacete), que exporta principalmente aceite de oliva y vino. Ambos productos son muy relevantes en la balanza comercial con EE UU. El aceite ocupó el cuarto lugar de las exportaciones españolas (405 millones de euros) en 2018, seguido por el vino (299 millones). “De cara al año que viene nuestras ventas bajarán más del 50% y ya estamos buscando otros mercados”, dice Manuel Lorenzo, propietario de Los Aljibes. Lorenzo lleva tres lustros exportando a EE UU, uno de sus mejores destinos, pero también el más difícil. “Tienes que hacer las cosas muy bien, viajar mucho y llevar un producto impecable. Perderlo de la noche a la mañana sería muy lamentable”. 

Por el momento ha aceptado compartir los costes del arancel con el importador para que el precio de sus productos no se dispare en el mercado, pero no sabe cuánto podrá aguantar. “No es sostenible a largo plazo”, confiesa Lorenzo. Esa dinámica ha obligado a bajar los márgenes de beneficio en los dos extremos de la cadena. Y ha puesto en peligro la viabilidad de algunos importadores, que tienen que pagar un 25% más por sus contenedores. “Los importadores más pequeños van a tener que cerrar”, asegura Aurelio Cabestrero, que vende exclusivamente vinos españoles en 30 estados a través de Grapes of Spain, su empresa importadora. “Esto afecta al ‘cash flow’ y las compañías que no tengan liquidez se van a ir fuera del negocio”. 

Por el momento la fortaleza del dólar está beneficiando a los importadores y ayudando a amortiguar el impacto de los aranceles, según la presidenta de Wines From SpainKatrin Naelapaa, el organismo dependiente del ICEX que promueve los caldos nacionales en EE UU. Naelapaa asegura que todavía no hay datos para medir el impacto real de los aranceles, pero no es optimista. “Nuestro mayor temor es que España pierda cuota de mercado. Hay mucha preocupación y, personalmente, no creo que se vaya a solucionar pronto".