CRECIMIENTO DE UN BUFETE FAMILIAR
La marca de los 90 años
Isern supera sus primeras nueve décadas, como líder en Catalunya en gestión de propiedad industrial e intelectual, y el reto de internet y la globalización
A los Isern les gusta repasar los libros, legajos y planos acumulados a lo largo de 90 años de actividad en el despacho fundado por su abuelo. Son hoy el mayor bufete de Catalunya de propiedad industrial e intelectual, desde patentes hasta marcas; uno de los mayores de España y una de las cosas que no ha cambiado en nueve décadas es su naturaleza familiar.
"La profesionalización e internacionalización", explica Pepe Isern, uno de los seis hermanos accionistas, son dos rasgos que han modificado la empresa en la que trabajan unos 130 abogados, economistas e ingenieros, "que son más que antes de la crisis". Muchos están en la sede de la avenida Diagonal de Barcelona, pero también en las oficinas de Madrid, Valencia o Sevilla y hasta 11 por toda España. La facturación anual asciende a 15 millones, aunque llega a 19 si se incluye todo el grupo familiar. Su hermano Jorge destaca que tienen "lo bueno de un despacho de profesionales cualificados y a la vez el compromiso de una empresa familiar".
Desde el registro de la centenaria marca del licor de los monjes de Montserrat, la más antigua gestionada por el despacho; o la lejía Conejo, también con más de 100 años, las cosas han cambiado mucho. Aunque siguen gestionando solicitudes y validaciones de patentes o modelos de utilidad, entre 1.500 y 2.000 al año, han tenido que reforzar su departamento de litigios para defender los productos y servicios protegidos. Además de adaptarse a internet y la globalización, con las patentes y marcas europeas, han creado nuevos servicios. "Las empresas piden cada vez más informes y estudios previos para determinar si merece la pena el esfuerzo de solicitar una patente o marca", afirman.
La compañía no ha estado exenta de conflictos, como cuando el padre de los actuales dueños, Jaume (el mismo nombre que el abuelo) y una hermana optaron por tomar caminos empresariales separados. Luego, a finales de los 90, con la muerte del patriarca y la ruptura posterior con el hermano mayor, Jaume, hubo que superar una crisis. Jorge afirma que la "gran gestión emocional" de su madre les salvó. Lo importante, agrega, "es que se mantuvo el tronco central", con seis de los siete hermanos, Jorge, Javier, Pepe, Nuria, Marta y María como socios a partes iguales.
Y es que, pese a ser la tercera generación (desde el despacho originario en las Casas Pascual i Pons del arquitecto Enric Sagnier en el paseo de Gràcia esquina con Ronda Sant Pere) es como si fueran la segunda, ya que la firma está en manos de hermanos, no de primos. Pero Jorge remarca que "es una empresa familiar por el capital, no por la gestión, que es profesional".
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