Cate Blanchett: "Quiero ser cualquier persona menos yo misma"

La actriz estrena 'Carol,' un drama lébico junto a Rooney Mara ambientado en los años 50 que opta a seis Oscar

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NANDO SALVÀ

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“Venga, hablemos un poco de mí”, susurra Cate Blanchett inclinada sobre la grabadora, con un deje tan exageradamente engolado que tiene que ser paródico. Lo primero que uno comprende al sentarse frente a la actriz es que las conclusiones que su imagen pública invita a sacar son tan válidas como las monedas de chocolate. Los rasgos geométricos y la mirada felina no dejan adivinar su gusto por el chiste; la elegancia de porcelana que proyecta en las alfombras rojas esconde cierto gusto malicioso por la vulgaridad. “Es ideal para el sexo rápido”, comenta sobre su atuendo, un vestido negro con estampado multicolor y una rotunda abertura frontal. “Aunque, a decir verdad, no entra en mis planes para hoy”.

La lúbrica alusión parece invitar a que hablemos de un tema incómodo que, de hecho, conviene quitarse de encima cuanto antes. Nos encontramos en una luminosa terraza de la Costa Azul, en pleno fragor del Festival de Cannes, apenas un par de días después de que la revista 'Variety' haya publicado un artículo en el que, al parecer, Blanchett aseguraba haber tenido numerosas relaciones homosexuales. “Nunca aprenderé a mantener la boca cerrada –apunta resignada–. Aquel reportero asumió que, simplemente porque protagonizo una película sobre dos mujeres que se enamoran, era lógico preguntarme si he tenido experiencias lésbicas. Mi reacción fue irónica: ‘Por supuesto, ¿quién no las ha tenido alguna vez?’. Pero, por lo visto, él no pilló el chiste”.

La película en cuestión no es otra que 'Carol', que, en efecto, retrata la conmovedora historia de amor entre Therese Belivet (Rooney Mara), una inocente veinteañera, y el personaje que encarna la propia Blanchett, una pudiente mujer madura atrapada en un matrimonio sin amor. Basada en 'El precio de la sal', la novela autobiográfica que Patricia Highsmith escribió en 1951 bajo el seudónimo de Claire Morgan, este nuevo magnífico trabajo del director Todd Haynes relata cómo las dos mujeres desafían a la conservadora sociedad neoyorquina de los años 50.

"HIJA, ES HERMOSÍSIMO"

“Lo interesante es que mi madre estuvo viendo la película anoche conmigo”, recuerda la actriz. “Antes de salir hacia el teatro, le avisé: ‘Mamá, tengo que confesarte que hay una escena en la que le beso los pezones a otra mujer’. Y ella contestó: ‘¡Ah, bueno, no pasa nada!’. Durante la proyección, justo después de esa escena, me dijo: ‘Hija, esto es hermosísimo’. Fue un alivio”.

‘Carol’ ha sido merecidamente aclamada como una de las mejores películas del 2015, y asimismo considerada clásico de culto del cine homosexual. Pero a Blanchett este último elogio no le parece especialmente atinado. “Es la historia de dos personas que se enamoran, como les pasó a Romeo y Julieta. Que ambas sean mujeres es esencial, claro, porque supone un enorme impedimento, pero lo cierto es que en esa época cualquier relación, homosexual o no, en la que hubiera tanta diferencia de edad y de clase estaba condenada”. La película, pues, tiene un alcance universal en tanto que hace hincapié en la sensación de tumulto y peligro que enamorarse provoca. “La química con otra persona hace que ardas y que pierdas el control –sonríe– Bueno, al menos eso es lo que me pasó a mí”.

    

Blanchett está casada con el dramaturgo Andrew Upton desde diciembre de 1997. Tan pronto como se conocieron, la australiana supo que quería construir una vida a su lado. “Hacía tres semanas que nos conocíamos cuando me propuso matrimonio, y dije que sí inmediatamente”. Simplemente, sabía que era lo correcto. “Por supuesto que era un riesgo, ¿pero qué relación de pareja no lo es?”. Tienen cuatro hijos: Dashiell (14 años), Roman (11), Ignatius (7), y Edith, recién nacida cuando la adoptaron a principios del año pasado.

SER MADRE, MEJOR QUE EL OSCAR

Su experiencia como madre es, sin duda, distinta de la de su propia madre, que tuvo que criar por sí sola a tres niños y sufrió serias penurias económicas. “Crecí con la idea de que lo importante era lograr la seguridad financiera, de modo que durante mucho tiempo ni me planteé ser actriz”. Tenía 10 años cuando su padre murió de un ataque al corazón. Lo último que recuerda de él es contemplarlo desde la ventana, mientras se marchaba a trabajar por última vez. No haberse despedido de él es algo que la ha marcado de por vida. “Por eso yo nunca me olvido de decir adiós a nadie. Podría ser la última vez”. 

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Ser madre, explica, ha tenido mayor impacto en su vida que ganar el Oscar. “A mis hijos les importa un comino que interprete a Lady Macbeth o a una lesbiana. Lo único que quieren es que les prepare la cena y les ayude a hacer los deberes”. En ese sentido, se sabe privilegiada. Puede permitirse el lujo de trabajar solo cuando le apetece, “nada que ver con todas esas madres que, por ejemplo, deben separarse de sus familias para ir a trabajar a otra ciudad u otro país”.

Pese a ello, la culpa la asalta cada vez que un rodaje la obliga a ausentarse. “¿No nos pasa lo mismo a todas las madres, que nos pasamos la vida sintiéndonos culpables? Yo cada noche, después de acostarme, paso un buen rato pensando en los errores que cometí con mis hijos durante el día”. Es ese sentimiento, asegura, el que la mantiene enérgica: la esperanza de llegar a hacerlo mejor. “Mi marido siempre se queja de lo mismo: en cuanto leo una mala crítica a mi trabajo, no puedo pensar en otra cosa”. 

UN RODAJE "INSOPORTABLE" CON WOODY ALLEN

Para su fortuna, de esas no hay muchas. De forma sistemática durante más de dos décadas, Blanchett ha recibido aplausos mientras compaginaba con fluidez apariciones en taquillazos –'Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal' (2008) o la trilogía 'El señor de los anillos'— con trabajos a las órdenes de autores como Alejandro González Iñárritu – 'Babel' (2006)–, David Fincher – 'El curioso caso de Benjamin Button' (2008)— o el propio Todd Haynes, a cuyas órdenes ya se puso en 'I’m not there' (2007)— dando vida a Bob Dylan— antes de hacerlo ahora en 'Carol'.

Por este último trabajo, Blanchett podría ganar el Oscar el próximo 29 de febrero. Sería el tercero de su carrera; obtuvo uno por 'El aviador' (2004), donde interpretaba a Katharine Hepburn, y otro gracias a la patética burguesa venida a menos a causa de la crisis que encarnó en 'Blue Jasmine' (2013), a las órdenes de Woody Allen.

Pese a las alegrías que este último papel le dio, por encima de todo le trae recuerdos de un rodaje “insoportable”, en buena medida por la actitud “exasperante” de Allen. “Desde el principio estuvo muy malhumorado. El primer día se me acercó y me dijo: ‘Es una interpretación terrible. Terrible’. Yo inmediatamente pensé que me estaba hablando de la otra actriz para que yo tuviera una charla con ella. Pero no, estaba hablando de mí”. 

SIN DERECHO A QUEJARSE

Parece decidida a seguir aireando trapos sucios, pero se frena. “No tengo derecho a quejarme”, señala en cambio, casi a modo de disculpa. Y tiene razón. Pocas actrices son capaces de trabajar a su ritmo –en los últimos 12 meses ha estrenado cuatro películas—, considerando lo difícil que es encontrar buenos papeles femeninos en Hollywood. “El problema es aún más grave –matiza–. Hay pocos papeles buenos, punto. Es igual de triste para hombres y para mujeres”

Durante la conversación, se aparta una y otra vez el pelo de la cara hacia detrás de la oreja, solo para que el mechón vuelva a caerle segundos después. “No hay manera, y eso que tengo las orejas enormes”. Ríe aparatosamente. “Y, dado que crecen con la edad, no quiero ni imaginar cómo serán en unos años. Mi único consuelo es que, según dicen, las orejas grandes son señal de sabiduría”. Por otra parte, no hay imperfección física que no tenga remedio. Una rápida visita al cirujano, y como nueva. “Ni hablar”, espeta. “Mi decrepitud no va a ser más llevadera solo porque no sea capaz de mover el rostro”.Por si las moscas, la actriz ha minimizado sus propias posibilidades de mirarse a la cara, al menos cuando está en casa. “No tenemos espejos en ninguna de las habitaciones”. El único que hay está en la ducha y, eso sí, es gigantesco. “Por eso mis duchas son muy cortas”. Y cuando necesita echarse un vistazo antes de salir de casa, ¿qué hace? “Me meto en la ducha”.

Dicho lo cual, no resulta sorprendente en lo más mínimo averiguar lo que opina Blanchett de la nueva cultura del selfi. “Es patética”. Que nadie se tome la molestia de buscarla en las redes sociales. “Soy incapaz de imaginar un motivo sensato por el que una persona adulta deba participar en ellas. Toda esta histeria de la gente por exhibirse y por controlar la impresión que causa a los demás me resulta repugnante”. 

A este respecto, es curioso considerar cuántos de los más notables personajes que Blanchett ha interpretado luchan contra la carga del escrutinio público. Sus versiones de Bob Dylan o Katharine Hepburn o de la monarca de' Elizabeth' (1998), o incluso la profesora de instituto que se acuesta con uno de sus alumnos adolescentes en 'Diario de un escándalo' (2006), todos ellos viven torturados por la certeza de que el resto del mundo está observando. ¿Casualidad? “Nunca lo había pensado. Tal vez sea cierto que estoy huyendo de mí misma. Después de todo, nunca me he considerado una persona interesante, y lo digo completamente en serio”. Y, quizá, después de todo, ahí radique en buena medida el secreto de su éxito adoptando identidades que no son la suya. “Supongo que lo que en realidad quiero es ser cualquier persona menos yo misma".