Pissarro, el corredor de fondo del impresionismo

'La calle Saint-Honoré por la tarde. Efecto de lluvia', una de las obas de Camille Pissarro que se puede ver en CaixaFòrum.

'La calle Saint-Honoré por la tarde. Efecto de lluvia', una de las obas de Camille Pissarro que se puede ver en CaixaFòrum. / periodico

NATÀLIA FARRÉ / Barcelona

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Fue el primero. Y el más querido por sus compañeros. Cézanne lo definió como "humilde y colosal", mientras que Gauguin lo reconoció como "maestro". La historiografía lo considera el patriarca del movimiento. Y los hechos avalan la primacía. En 1873 redactó los estatutos de la cooperativa de la asociación de artistas que puso en marcha las exposiciones impresionistas, y fue el único que participó en las ocho muestras que el grupo celebró entre 1874 y 1886. Es Camille Pissarro (1830-1903), maestro, mentor y amigo de Monet, Renoir, Sisley, Degas, Cézanne, Gauguin, Seurat, Signac y Caillebotte. Una figura fundamental del impresionismo y, a la vez, la más desconocida. El porqué de su ostracismo popular hay que buscarlo en la suerte de sus colegas. "Su carrera fue eclipsada por el inmenso éxito de su amigo Claude Monet", a juicio de Guillermo Solana, director artístico del Museo Thyssen y comisario de Pissarro, la exposición que después de pasar con éxito el verano en el centro madrileño aterriza ahora en CaixaForum Barcelona.

Pero no solo el autor de 'Impresión, sol naciente' (1872) –obra que dio nombre al movimiento– hizo sombra el genio de Pissarro, estaba también otro grande, Pierre-Auguste Renoir. Los dos, pintores más coloristas, más seductores y más atractivos para el público, y por consiguiente más célebres que Pissarro, un artista muy sobrio y austero en recursos. Tampoco ayudó a su fortuna la fijación que sentía por el entorno rural. Mientras sus colegas pintaban los escenarios de ocio de la burguesía de París, él plasmaba en sus lienzos paisajes campestres de Louveciennes, Pontoise y Éragny en los que los campesinos eran los protagonistas.

De modo que anteponía los campos arados a las praderas, los huertos a los jardines decorativos y su interés pictórico a la comercialización de sus obras, mucho menos demandadas que las de Monet y Renoir. Todo ello hizo que perdiera la primera fila de la popularidad. Pero eso no significa que no fuera uno de los grandes. "Es una figura clave y fundamental del impresionismo –explica Solana–. Esta muestra lo que pretende es vindicar a Pissarro y darlo a conocer". Para ello, la exposición, la primera monográfica del pintor en España, reúne casi 70 piezas de colecciones públicas y privadas de todo el mundo, entre ellas una famosa paleta donde el artista plasmó una escena campestre combinando los colores del arco iris.

"Su pintura es una pintura que necesita que entremos en ella. Puede ser muy atractiva pero quizá no es tan seductora a primera vista como la de otros grandes impresionistas –continúa Solana–. No es un pintor que llegue y triunfe, es más un corredor de fondo. Su obra requiere un poco de atención, familiarizarse con su mundo y darse cuenta de que no es el mismo mundo que identificamos siempre con el impresionismo: las amapolas de Monet y las sombrillas de Renoir. Es otro impresionismo, un poco más discreto y más sobrio, pero más sólido también en muchos sentidos. Un impresionismo más terrestre, menos del agua y más arraigado en el realismo de la generación anterior. Es un pintor que está más en conexión con Corot y Courbet".

De hecho, por edad, Pissarro hizo de puente entre los grandes pintores franceses de mediados del siglo XIX y los posimpresionistas de final de siglo. No en vano era 10 años mayor que el resto del grupo, más incluso que Édouard Manet, que suele aparecer como la figura precursora del movimiento. Su edad, además de su carácter generoso, bondadoso y conciliador, le llevó también a ejercer de mentor de alguno de sus compañeros de oficio: a Cézanne le enseñó a aclarar su paleta y la técnica impresionista cuando pintaban juntos a orillas del Oise, entre 1873 y 1874. 

También se acercó a él Gauguin cuando era aprendiz, y gozaron de su protección Seurat, Signac y los jóvenes pintores neoimpresionistas. "Es una figura casi patriarcal", mantiene Solana. Pero la didáctica no fue la única vocación de Pissarro. Estaba también la política, con unas ideas centradas en los postulados anarquistas. "Entre los impresionistas había muchas posturas políticas, que iban desde la derecha conservadora hasta la izquierda radical. Por ejemplo, Degas o Renoir se situaban en el extremo derecho del grupo, Monet era más bien de centroizquierda y Pissarro siempre estuvo en la izquierda más radical. Empezó en el socialismo moderado y evolucionó rápidamente hacia el anarquismo, era un admirador de Kropotkin, con unas ideas muy claras y muy militantes a favor del proletariado", expone Solana. Algo que para el comisario tiene mucho que ver con el hecho de que siempre pintara campesinos en sus cuadros. "Aunque su pintura no era un panfleto, no era políticamente agresiva", aclara.

Con todo esto, ¿quién era Pissarro? "Esta es mi biografía: nacido en St‐Thomas (Antillas danesas) el 10 de julio de 1830. Vine a París en 1841 para entrar en la pensión Savary en Passy. Al final de 1847 regresé a St‐Thomas, donde comencé a dibujar mientras estaba empleado en una casa de comercio. En 1852 abandoné el comercio y partí con Fritz Melbÿe, pintor danés, para Caracas (Venezuela), donde me quedé hasta 1855 [en que regresé a París], a tiempo para pasar tres o cuatro días en la Exposición Universal. A partir de entonces me establecí en Francia. En cuanto al resto de mi historia de pintor está vinculada al grupo impresionista", según escribió el propio artista al galerista Paul Durand-Ruel en 1886. Y en este punto, el impresionismo, arranca la muestra.

"Explica su evolución desde los años 60, etapa en la que todavía está influido por Corot y Courbet, hasta su muerte, en 1903", avanza el comisario. Así, un autorretrato de la última época abre la muestra que avanza de forma cronológica hasta llegar a las series urbanas ejecutadas por Pissarro en el tramo final de su carrera, entre 1890 y 1903. Fue cuando, aquejado por un problema en la vista que le impedía trabajar al aire libre, pintó las vistas que veía desde las habitaciones de hotel que utilizaba como estudio en París, Londres, Rúan, Dieppe y Le Havre, en cuyo puerto había desembarcado medio siglo antes proveniente de América. De este periodo es 'Rue Saint-Honoré por la tarde. Efecto de lluvia' (1897), propiedad de la colección Thyssen y ahora reclamado por los descendientes de Lilly Cassirer, una judía que se vio obligada a deshacerse de la obra para huir de la Alemania nazi. 

"En esta última etapa, el que había sido un pintor rural toda su vida, descubrió un nuevo tema y lo explotó maravillosamente. Es una gran sorpresa ver cómo se renovó, y cómo pintó las vistas de ciudades", sentencia Solana, que califica el momento de "espectacular", pero hubo otro, puntualiza. "Cuando en Louveciennes inventó el impresionismo junto con Monet". Los paisajes de la carretera con árboles que ejecutó están entre las primeras visiones impresionistas, como 'Camino de Versalles, Louveciennes, sol de invierno y nieve' (1870).

De ahí, y de todo lo demás, que Paul Cézanne –al que el Museo Thyssen de Madrid dedicará otra importante retrospectiva a partir de febrero del 2014– no dudara en afirmar: "Pissarro es el primer impresionista".