Opinión | APUNTE

Jordi Puntí

Jordi Puntí

Escritor. Autor de 'Confeti' y 'Todo Messi. Ejercicios de estilo'.

Un amor platónico

REAL MADRID - FC BARCELONA. ESTADIO AL -AWWAL. FINAL SUPERCOPA DE ESPAÑA 2024. RIAD. . FOTO: VALENTI ENRICH

REAL MADRID - FC BARCELONA. ESTADIO AL -AWWAL. FINAL SUPERCOPA DE ESPAÑA 2024. RIAD. . FOTO: VALENTI ENRICH / VALENTI ENRICH

A la espera del partido de Copa de hoy ante Unionistas, me doy cuenta de que todo —o casi todo— lo que nos ha dejado la final de la Supercopa ya lo hemos vivido antes. Lo bueno y lo malo. Los barcelonistas de largo recorrido sabemos lo que es ganar al Real Madrid por goleada y lo que es perder por goleada. Sabemos como es el placer de la victoria cuando enfrente tienes a algún bicho provocador —ahora Vinicius, antes Ramos, Pepe o Juanito—, y cómo escuece cuando son precisamente estos antihéroes los que se regodean en tu derrota. Sí, todo esto ya lo conocemos y, como se trata de fútbol, otros partidos llegarán para confirmar o desmentir las malas sensaciones.

Entonces, ¿qué hay de distinto en la derrota aplastante del domingo pasado? Mi nariz me dice que tres cosas. La primera es que desde el entorno madridista no ha habido mucha burla, como si en el fondo les moviera la compasión ante el débil, y se habla del señorío de Ancelotti y de que el equipo no quiso hacer sangre. Ese tono perdonavidas resulta incluso más sangrante que la altanería habitual merengue. La segunda novedad ante el descalabro es que hay una generación de jóvenes que llegaron al equipo como parte de una élite —De Jong, Pedri, Araújo, Balde— y de momento ni ganan ni juegan bien. Los veteranos que ya han levantado títulos saben como para lidiar con la decepción, pero en edades tiernas el placer del juego se agrieta si no se cuida.

Todo lo cual nos lleva a Xavi y su defensa del cruyffismo en la rueda de prensa previa a la final. El abismo entre lo que proponía apelando a un estilo que define al club, y lo que se vio luego en el campo, me hace pensar que estamos ante un caso de platonismo. Xavi no ve lo mismo que nosotros, ve lo que sabe y desea ver, y es probable que en su mente los partidos se proyecten mejorados. Lo que importa ahora es que los jugadores no se pierdan en ese limbo y recorten la distancia que separa la táctica ideal del juego efectivo. En el Romanticismo estos equívocos entre la realidad y el deseo provocaron muchos desengaños amorosos, pero esto es el siglo XXI.

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