Opinión | Golpe franco
Periodista y escritor. Adjunto al presidente de Prensa Ibérica.
Juan Cruz
Periodista y escritor. Adjunto al presidente de Prensa Ibérica.
Del rosa al amarillo, y al rojo, por Juan Cruz
El Barça avanza y sufre otro sobresalto en la Copa
Hubo una jugada del Barça, la del segundo gol anoche en Basbastro, en que parecía que el equipo vestido de amarillo iba a tener un partido de color de rosa y resultó que tuvo, en realidad, un partido dramático que a punto estuvo de poner de rojo a los azulgranas.
O el Barça lo interpretó como un encuentro de entrenamiento en Barbastro o no se dio cuenta de que los partidos duran noventa minutos, o más, y en ellos es inevitable que jueguen un portero, por ejemplo, y diez más, en el equipo contrario.
Aquel gol estupendo, que marcó Raphinha, hacía presagiar una noche celestial para el equipo azulgrana, y de hecho este cronista lo tenía anotado como título de esta crónica de una victoria anunciada. Escribí en mi mente, para ponerlo luego en este papel: Un gol de todo el Barça.
Porque, en efecto, el equipo se juntó, uno a uno, para que al final hubiera ese gol que anotó Raphinha como la consecuencia afortunada de otro tanto, esta vez individual, en los pies del muy solvente (el mejor de anoche, con De Jong) Fermín.
Agónico y peligroso
Pero no sé que sucedió en la segunda parte, qué mal fario tocó a Xavi y a su equipo, que el partido terminó siendo agónico y peligroso, con la agravante de que la agonía tocó de lleno al entrenador azulgrana, que salió del campo rival con la sensación de que estaba entre delincuentes arbitrales, mientras que estos estos últimos le hacían ver a él que mejor iba a protestar al maestro armero.
Fue un partido malo y bueno a la vez, en ambos bandos; pues el Barbastro no fue equipo en la primera parte, mientras que el Barça demostró que la velocidad no está reñida con la imaginación, así que la puso en marcha como para inaugurar un nuevo modo ser, más alegre, menos reconcomido.
Cuando las cosas se le torcieron al Barça el nerviosismo pasó un número tal de desgracias que yo tuve que apagar el transistor por si la maldad del juego era cosa de los comentaristas, cada vez más interesados en demostrar que ellos saben que el Barça no tiene arreglo y, además, ellos mismos tendrían el modo de resolver la crisis.
Con sus culos al aire
La entrada de Lewandowski, sobre todo, fue un ejercicio de autocrítica del entrenador, pero también una especie de bandera blanca que avisaba al Barbastro de que la vida iba en serio. Toda la plantilla, la que estaba en el campo, tiritó de miedo cuando, en la última pirueta, la decisiva, un penalti puso en la garganta aragonesa la sensación de que gritar es medio gol en el último minuto.
Alfredo Relaño sabe que ese último minuto como última parte de la oración en el juego es privativo del Madrid, pero el Barbastro consideró suya la posibilidad de tal grado y parecía que el graderío mismo iba a marcar el gol. No pudo ser, pero le sacó los colores al Barcelona, que pasó del amarillo y terminó rojo como un tomate, incluido Lewandowski. Ganó el Barça pero el Barbastro lo dejó, perdonen, con todos sus culos al aire.
Suscríbete para seguir leyendo
- La madre de Moisés habla alto y claro sobre la victoria de Óscar en 'Pasapalabra
- Las jugadoras del Barça se tuvieron que poner ellas mismas las medallas de campeonas
- Manolo García: “De estas elecciones me ha gustado que, de cada dos catalanes, uno no ha ido a votar”
- El día que Elena Schröeder, la turista asesinada en Afganistán, salvó la vida a un hombre en la estación de Sants
- La palabra catalana de tres letras para despedirse que debería usarse en toda España
- La TV estatal iraní confirma la muerte del presidente del país, Ebrahim Raisi
- Junts pide suspender los resultados del 12M y repetir el voto exterior por 'graves irregularidades
- Estado Islámico reivindica el atentado en Afganistán en el que murieron tres turistas catalanes