Opinión | Apunte

Jordi Puntí

Jordi Puntí

Escritor. Autor de 'Confeti' y 'Todo Messi. Ejercicios de estilo'.

Las ironías del fútbol, por Jordi Puntí

Pedri se sincera con Ibai: "Cuando entro al campo me olvido, no pienso en las lesiones que he tenido"

Pedri se lamenta de una ocasión desperdiciada en Vallecas.

Pedri se lamenta de una ocasión desperdiciada en Vallecas. / Óscar del Pozo / AFP

Esta semana Pedri concedió una entrevista a Ibai Llanos, de esas que el espíritu navideño hace más relajadas y buscan el (falso) coleguismo. Llanos le preguntó a Pedri como era Piqué en los entrenamientos, y Pedri, casi incómodo, respondió entre risas que era un jugador espectacular, aunque no, entrenar no era su fuerte. Fue una respuesta irónica, afilada, y me dije que el fútbol actual necesita más ironía. Todo es tan trascendente que a los futbolistas les cuesta soltarse y bromear de forma inteligente. Piqué era un buen ejemplo, sus palabras solían incluir un guiño irónico, y algunos entrenadores y jugadores se sirven del doble sentido en las declaraciones para criticar a los árbitros y evitar una sanción. Pero poco más.

Quizá estoy pidiendo mucho y la ironía solo aparece sin presiones, cuando el futbolista se ha retirado. Lo digo porque estos días sin fútbol he leído una autobiografía que es un festín de humor y anécdotas, y al mismo tiempo un buen retrato íntimo de los miedos y tensiones que sufre el jugador profesional. De título ocurrente, Subcampeón (Libros del K.O.) está escrita por el exfutbolista Zuhaitz Gurrutxaga y el periodista Ander Izagirre. Cuando uno centra, el otro remata la frase, y así construyen el relato de una carrera en descenso. Tras debutar a los 19 años con la Real Sociedad de John Toshack y cosechar elogios de futuro, Gurrutxaga empezó a notar la presión, el miedo a fallar. Psicólogos, mentiras, y una trayectoria prometedora que se fue deshilachando en equipos locales. 

Siete noches, siete juergas

Uno intuye que nada fue fácil, pero el buen humor salvó a Gurrutxaga y con el tiempo se convirtió en cómico de monólogos. He aquí un ejemplo del tono del libro: “Mis compañeros de equipo se fueron a Bali, Zanzíbar o Santorini y yo me piré con mi cuadrilla en autobús a Benidorm. Siete noches, siete juergas: mi mayor regularidad de la temporada”. Gracias a esta distancia irónica, su testimonio se lee como una novela que combina el dolor de la derrota con la alegría de haber vivido en un mundo tan privilegiado y a ratos tan absurdo como el del fútbol. Todo un campeón.

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